“solo Soy Adam Hoffmann”.

Algo cambio

Cap. 13.


 

Bruno.


 

Si Hoffmann no hubiese puesto aquel mensaje de “tomarse un tiempo”, las autoridades ya hubieran estado buscándolo por cielo mar y tierra por desaparición, ya pasaron unos meses desde que se tomo su tiempo, con justa razón. Si mis años de conocerlo no me fallan  lo que mas le afecto fue la traición por parte de Francis, No de ella, Adam sabe leer muy bien a las personas aunque con esta señorita le hicieron falta unos lentes específicos o simplemente paso lo que se negaba a aceptar “se enamoró“. 

Ella siguió con su vida, sí un poco rota un poco fragmentada pero no había de otra, porque no le dieron la oportunidad de nada, ni siquiera de decirle una justificación a los hechos, Adam es así si algo no le funciona no pierde el tiempo en ello y busca la mejor opción, si ya se es un hombre que no tiene apego a nada se me hace absurdo, todos tenemos un apego a algo, por mínimo que sea. 

 

Quisiera decir que en la empresa todo va viento en popa, pero la realidad es que no; he tenido algunas dificultades al sobrellevar todo esto, casi pierdo una venta millonaria hace tres días con algunos inmuebles y máquinas de hospital, si hay algo que reconozco de Gladys es que resguarda muy bien el patrimonio de la empresa. Le debo una y lo admito con orgullo, por estar en otro asunto por poco puse mal la cifra de pago, ¿a todos nos pasa alguna vez, no? Los trámites bancarios pese a que se mucho de eso me genera una ansiedad enorme el trámite.

 

Pese a que siempre he sido la mano derecha de Hoffmann y su sucio socio… sí, soy socio de “Industrias Hoffmann” de un muy lindo diez  por ciento, y dirás porque tan poquito (aparentemente) es porque pude tocar el alma de mi amigo y me compartió ese porcentaje, realmente él era único dueño y así son los regalos de Hoffmann, nunca recuerda ninguna fecha, ninguna dirección o calle, así que su recompensa por no acordarse de mi cumpleaños fue eso. ¿Suertudo? Tal vez. 

 

A diferencia de mis amigos yo soy un hogareño de primera y vivo con la abuela. 

Bajo a tomar el café de la mañana y la encuentro en su silla mecedora tejiendo algo que seguro no usará.

—Bruno, que gusto verte un día más. —mi abuela representa totalmente a la mujer alemana que nos pintan por todos lados. Fría.

—Abuela, buen día. ¿Cómo estás hoy? —le sonrió.

—más vieja de lo que me gustaría, tratando de hacer algo para no morir antes de conocer a la mujer que llevará una generación más mi apellido.

—Omm, tendrás que esperar un poco más ¿te apetece?

—a estas alturas no veré niños por aquí.

 

Todos los días es el mismo tema, esposa, hijos y vejez. Soy su único nieto, ya que mi tía nunca se quiso casar y bueno sabemos que mi padre falleció junto con mi madre en el típico accidente de coches de la gente millonaria. Lo tomo a modo de broma pero la verdad fue fatídica aquella tarde de absurda neblina que se presentó en la carretera donde viajaban, haciendo que chocaran con un trailer, ellos iban bien él trailero era quien se desvió. 

—Siempre he pensado que no estoy en la posición geográfica correcta para encontrar a la indicada. —me rasco la cabeza. —¿no crees?

—Sácala de a bajo de las piedras si quieres, pero antes de morir quiero verte con una mujer que te siga haciendo sonreír, que la hagas feliz y se apoyen como los Hartmann lo hacemos. ¿Entendido?

Asiento.

—Elige bien, no quiero que te toque una Gladys Portman, esa mujer es mala. Adam era demasiado para Ella y aún así él la quería, porque esas miradas que le dedicaba no eran de amigos, eran mucho más… Pero a veces no vemos lo que tenemos en frente y buscamos donde no hay. —deja de tejer y me mira, —Y también cuidado donde tú le dañes la salud mental a alguna muchacha que te quiera bien, porque dejo de considerarte mi nieto ¿entiendes?

—Vale, Abuela. —me acerco y le doy un beso en la mejilla, el gruñido que suelta me hace reír, —Debo ir a trabajar.

—Éxito, mi pequeño Bruno. 

—No te duermas tenemos que ver el final de “Firefly Lane”. 

—Por supuesto, ahora ve a innovar. 
 

Mi abuela una gran mujer de negocios en inversiones, que pese a lo fría que es a veces, ha sabido mantener bien a la pequeña familia que somos. Ella y él abuelo s e comprometieron a todo con los Hartmann y admito que un buen patrimonio que ya venían cargando desde que eran pequeños también ayudó. 

Cuando llegó a la oficina, todos están en orden haciendo su trabajo, nadie está fuera de su sitio y lo único que escucho es el sonido de máquinas en producción,  como en el Kindergarten cuando la maestra estaba presente y pedía que trabajáramos en silencio.

Voy al comedor y tomo un poco de café ya que no lo tome en casa.

Cada paso que doy es mas lento que el otro, viernes y lo que quiero en vez de diversión es ir a descansar a casa y no saber nada hasta el lunes.

Abro la puerta de la oficina de Hoffmann y casi saltó del susto cuando lo veo sentado, analizando cada cosa qué hay sobre los folders y el computador. No luce como imaginaba que luciría, no el chico luce fenomenal, corte de cabello, sin nada de barba, sus finas gafas para ver, el traje demasiado planchado y formal como siempre, las manos muy bien cuidadas, sin una sola arruga u ojera. pero eso sí, su rostro muestra una indiferencia suprema, frialdad absoluta, como si ya nada le importara. 

—Vaya susto. —me tocó el pecho.

Me mira por encima y sigue en lo suyo.

—Bien, ya que has llegado, paso a mis deberes correspondientes. —le digo adiós con la mano desocupada y me doy la media vuelta.

—¿Cómo es que casi pierdes una cantidad tan importante? ¿Sabes lo que se hubiera significado eso? 
 

Respiro hondo y volteo a verlo.

—Un error de dedo, que me aseguraré de que no vuelva a pasar jamás… —digo con firmeza, —Que los gastos hubieran sido pérdida para la empresa por partida doble. Me encargué de que no fuera así. 




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