“solo Soy Adam Hoffmann”.

Caída libre

Cap 18.

Adam

—Buenos días señor. —dicen el grupo de secretarias que se preparan su café mientras paso de largo.

Escucho como susurran entre ellas, y solo por fastidiar volteo a verlas y les guiño un ojo, veo como sus mejillas palidecen y sigo con mi camino. Siempre he sabido que tengo dicho efecto con las mujeres y muy en el fondo me agrada demasiado.

Después de casi cuatro semanas sin verlos por las vacaciones me siento cómodo de verlos de nuevo por aquí.

—Alguien está de buenas por aquí, ¿lindas vacaciones? —dice Gladys quien porta un estupendo traje color ébano, no trae nada bajo el saco solo su piel blanca resalta y claramente sus labios rojos.

Le hago un gesto con la cabeza y doy un par de pasos y ella se encamina a mi lado.

—Lindo atuendo, —me escanea con sus ojos cafés y sonríe, —Creo que me podría acostumbrar a verte con Pijamas quirúrgicas ¿hay algo con lo que te veas mal?

Elevó un poco la comisura de mis labios.

—Ahora entiendo las conversaciones bajas y miradas penetrantes de tus trabajadoras. No deja mucho a la imaginación este atuendo. —bebe de su Stanley y me mira con curiosidad, —¿Cuál es el motivo de abandonar tus queridos trajes? ¿Una nueva versión de la cual no nos has dicho?

Subimos al ascensor.

—hoy pretendo pasarme el día en el laboratorio de pruebas, y descubrí que estas cosas son muy cómodas y están diseñadas para evitar que fluidos o bien líquidos no sean difíciles de quitar. Es la nueva venta del catálogo, mejor calidad y te aseguro que se siente como si no trajeras nada encima.

—vaya, si que trabajaste en vacaciones. —mira la tablet, — Atiendo unos asuntos y te sigo al laboratorio para ponernos al día.

El ascensor para en su piso y baja, mientras yo sigo en el.

Llegó a mi destino y escucho el sonido de las máquinas traspasar puertas. En este piso están todo tipo de máquinas y herramientas, el área de mantenimiento, mecánicos y demás.

Abro el laboratorio y encuentro un equipo trabajando en unas piezas.

—Buen día. —dicen mientras me coloco frente a una serie de piezas que formarán todo un brazo. Es un pedido especial, además de ser obviamente robótica tendrá que aparentar ser de carne, es algo en lo que apenas nos encontramos trabajando.

Saco los auriculares y pongo play mi playlist favorita para trabajar, porque si podré escuchar ópera en el silencio de mi casa, o esos cantantes que Ulises me hace escuchar de su país que son muy buenos, o escuchar la música variada de Bruno… Pero para diseñar o armar Rammstein siempre será la indicada. “Das Modell” retumba en mis oídos muevo los hombros quitándome el estrés, y me es imposible no mover el pie derecho al ritmo de la música, cierro los ojos y muy despistadamente muevo la cabeza, tendrían que ponerme mucha atención para notarlo. Comienzo a juntar piezas y en eso se me va una gran parte de la mañana, hasta que la música para y mi alarma comienza a sonar.

Veo mi obra y aunque no esté terminada la admiro, gracias a esto estoy nominado al premio gordo, a ese que falta en mis estantes. He dado algunas aportaciones a esto, cuento con mis propias patentes porque pese a que son prótesis o máquinas que otros pudieran hacer estas tienen mi toque, desde aparatos cocleares hasta el nuevo diseño de los estetoscopios; un par de auriculares y la campana con mejor tecnología, aunque aún está en proceso.

Claramente no es en lo único en lo que trabajamos, Bruno y yo hemos estado trabajando en una IA que se amplia en temas clínicos y claramente en mi rama, se llama “Theo” y nos da ciertas explicaciones a los trabajadores de Industrias Hoffmann que necesitamos, archivos, variedad, etc. se puede configuran en distintos temas, pero aquí en la empresa funciona de este modo.

—No haz salido de aquí en cuatro horas, y creo que tu alarma ya sonó. —se posa a mi lado y observa lo avanzado. —te gusta tomarte tu tiempo cuando de esto se trata.

La miro y una sonrisa pequeña se me escapa.

—me gusta tomarme mi tiempo para todo. —me acomodo el reloj inteligente del día.

—Me queda clarísimo, te gusta conocer tus trabajos. —se ríe.

Me quito los auriculares y los deposito en su sitio.

—¿vienes al almuerzo conmigo? —me volteo a mirarla, mientras ella juega con el borde de la mesa.

Le hago una seña con la cabeza y me sigue.

Cuando estamos en el ascensor de nueva cuenta mi celular comienza a vibrar.

La mujer que va a mi lado se va retocando el peinado y saca la barra de lápiz labial mientras se la unta en los labios.

—¿sí? —respondo al no escuchar más que el sonido del tráfico.

—Hola bebé, quería saludarte sé que tienes tiempo libre, memorice tus horarios.

La mujer de mi lado deja de ponerse el labial, y yo dejo de ser el hombre brillante ya que no se como quitar el maldito altavoz. Juro que sudo y no se porque.

—ajá. ¿Mucho embotellamiento?

—Sí, bebé, te dije que tenía que hacer unos cuantos asuntos. Estética, uñas y spa. Pero antes de todo eso tengo que estar en el escenario, tengo que ensayar las coreografías.

Me masajeo el cuello mientras salimos del ascensor y caminamos rumbo a mi auto.

—¿a que hora termina tu día?

—Estaré dispuesta para ti a las ocho y cuarto. ¿Cenamos en ese restaurante que tanto te gusta?

Siento la mirada confundida de Gladys.

—por supuesto, haré que reserven, ahí te veo.

—sí bebé, te quiero. —suspiró.

Cuelgo la llamada y escucho un “Wow” de la mujer que viene en mi auto.

No dice nada porque ahora es a ella a quién le llaman. Y sé que su llamada si es meramente laboral, ya que se sienta adecuadamente y cuadra los hombros como si alguien la estuviera viendo.

Llegamos al lugar para almorzar, bajamos y entramos ella delante de mi y yo siguiéndola mientras reviso unos cuantos correos.

el mesero nos recibe en cuanto nos ve cruzar la puerta y se pone listo para atendernos.




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