“solo Soy Adam Hoffmann”.

Una Bailarina en mi Mente

Cap. 21.

Bruno.

Han pasado unos meses desde que conocí a la chica misteriosa del teatro, fui a verla al evento que la academia donde está presento, después de ahí fuimos a beber una copa reímos cuando era necesario y guardamos un poco de silencio cuando se requirió.

Ahora vamos por una segunda salida, que pese a que yo no supiera de su existencia no quiere decir que ella no supiera de la mía, cierto es que soy la imagen de la industria, al menos la mayoría de veces que se requiere.

Me siento Adam, ya que tengo programado mi día de hoy un hábito que mi colega siempre tiene y que hoy decidí copiarle.

Incluso traje mi ropa para bañarme aquí mismo para no ir a casa después del trabajo. Y creo que por primera vez en mi vida y de manera intencional llegaré temprano a una cita.

Cuando llegó al sitio establecido que es un club para conversar, beber, comer y escuchar música a un volumen prudente me agrada de inmediato.

Tomo asiento y cuando pasó el código noto que venden cerveza Pilsner, por lo que pido una. Aún no llega por lo que me pongo a armar mi cubo rubik. Un hábito que tome para evitar la espera un poco. Después de no se cuanto esperar una dulce voz habla frente de mi:

—Guau, que agilidad mental. Jamás podría armarlo.

—Hola a ti también, — guardo el cubo en el bolsillo de la chaqueta y me pongo de pie. —¿Qué tal?

—Disculpa la tardanza, había un poco de tráfico.

—No pasa nada, no tenía mucho aquí.

—Te bebiste dos cervezas no creo que tengas tan poco tiempo.—dice señalando con la mirada los botellines.

—Tenía sed.

Tomamos asiento y comenzamos a platicar, esta noche se ve más hermosa de lo que es, el castaño de su cabello es tan lindo, en verdad parece el de una muñeca fina. Esas mejillas resaltan sus pecas, tiene una gran sonrisa que me hace querer verla todo el tiempo. Hoy viste una falda roja con medias negras y tacones negros, y una blusa de manga larga con líneas negras y blancas.

—Parezco un mimo, ¿No crees?

—No, te ves bellísima.

—Ouch, pretendía parecerlo.

—¿Querías parecer un mimo?

—Bueno, hay días en los que me gustan algunos patrones o atuendos; por ejemplo, hay veces que uso botas vaqueras y una camisa de cuadros, otros días en los que quiero parecer una sexi ejecutiva y hoy toda la mañana creí que parecería un mimo por los colores que use.

—Oh vaya, que interesante, pero esos colores los resaltas muy bien, aunque no pensaba en nada más que en ti en cuanto te vi.

Pone su bolso sobre la mesa y me sorprendo al ver que es un bolso en forma de cámara.

—Si que tienes estilo, Mujer.

—Eso intento.

—La vez pasada te vi con un bolso de Prada y hoy con una en forma de cámara que versatilidad.

—Solo accesorios y siempre tenemos que estar dispuestos a innovar ¿No es a lo que te dedicas?

—Por supuesto, y tú una gran conocedora del Marketing sabe cómo llamar la atención, sin duda me encanta.

—Gracias, es mi trabajo. Pero dejemos de lado temas laborales, siempre disfruto más de una buena conversación personal.

—Directa, que agradable mujer.

Las horas pasan y lo que eran las siete de la noche se convierten en las 12:00 a.m. hablando de todo lo que se interpusiera. Tomamos nuestras cosas y ella no deje que pague lo consumido, lo que me ofende de cierta manera.

—Sé que no te agrado ese aspecto, pero las mujeres también deben pagar, además yo te invite y la regla dice que quien invita paga.

—Esa regla no es de etiqueta.

—Claro que si, no te pasara nada por una cena que no hayas pagado créeme. Seguirás siendo igual de rico que antes.

—Oye, no, simplemente que siempre me dijeron que los hombres pagaban, daban detalles y solo esperáramos un Gracias y una bella sonrisa.

—Te mintieron un poco entonces, así que ¿dónde está mi bella sonrisa?

Le sonrió.

—Buen muchacho. Sabía que te molestaría.

—¿sí? ¿Por qué?

—Acuérdate que te conozco mejor yo que tú a mí.

Caminamos rumbo a su camioneta.

—Cambiemos eso, para la próxima invito yo, solo me dices día y hora pero la invitación va por mi parte.

—Bien, si tú dices.

Nos estrechamos la mano y nos damos un beso en la mejilla.

—No coquetees tanto los próximos fines de semana.

—Ni tú con los ingleses.

Irá a Londres por un par de semanas por lo de un trabajo que realizó.

—No, ya no me quedan ganas de hacerlo.

Me rio cuando recuerdo la historia que me comentó de haber tenido una pareja inglés que resultó estar casado sin ella saberlo.

Veo subirla al vehículo y arrancar sin mirar atrás, me encamino a mi auto y voy a casa.

La semana pasa rápido y lo que era un lunes se convierte en jueves, por lo que me sorprendo a mi mismo viendo las historias que sube a su instagram ya que no solemos hablar tan seguido ya que sé que ella está ocupada. Y por el hecho de que solo somos amigos, creo que es la primera mujer con la que no me he acostado después de vernos una segunda vez y es por ello que también me mantengo al margen.

El viernes cuando llegó a mi oficina veo un enorme ramo de rosas rojas, me sorprendo.

—Buen día Margot, ¿Tú cumpleaños?

—No señor, estas son para usted. ¿Las llevó a su despacho?

—¿Para mí?

—Si señor.

Las tomo y yo mismo las llevo a mi escritorio, saco la nota y leo. "Te dijeron que los hombres pagaban, daban detalles y solo esperaban un Gracias y una bella sonrisa, pues remarcó en que las mujeres también pagamos, damos detalles y esperamos la mejor de las sonrisas del aleman mas sexi que conozco, espero más que un Gracias por cierto, Atte: tu amiga Leslie”.

Le tomo fotos al ramo perfectamente hecho. Y la publico a mis redes, “No necesite morir para recibir flores, soy un hombre afortunado”. Es un sentimiento diferente lo que siento, ya que los hombres no recibimos estos detalles y siento que si hacen la diferencia gratamente.




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