Solo tú

27. TaeJoon

Persigo a JoMin por toda la casa intentando convencerlo de que no venga conmigo al cumpleaños de mi hermana, pero es muy terco y no da su brazo a torcer. Se sienta en el sofá, al lado de YoonKi que está viendo una película, y yo me arrodillo delante de él para suplicarle. 

—Por favor, solo esta vez. Te prometo que te dejaré en buen lugar con mi familia, por favor —ya no sé qué más decirle para que se quede en la casa y me eche una mano. 

—Pues sí que te ha dado fuerte esa chica —resopla cansado de que le persiga—. Está bien, me quedaré. Llévate mi regalo y ya me lo cobraré.

—¡Sí! —grito con alegría. Me lanzo sobre él y lo abrazo con fuerza dejando un beso en su mejilla—. Te quiero, hyung

Me levanto de un salto, corro escaleras arriba para prepararlo todo y bajo con los regalos hasta el garaje. Los meto en el maletero, me despido de todos y pongo rumbo hacia el apartamento de SuHye. 

Le mando un mensaje cuando estaciono y me cercioro de que nadie nos sigue. La veo salir ataviada con unos pantalones vaqueros ceñidos, unas botas de media caña planas y un jersey de cuello alto debajo del abrigo. Se ha recogido el pelo rubio en una cola alta y sus ojos resaltan cuando el sol ilumina su rostro. 

Trago saliva con dificultad al darme cuenta de que estoy enamorado de esa chica como nunca lo he estado antes. 

La saludo cuando se sienta en el asiento del copiloto, pone una bolsa entre sus piernas y se abrocha el cinturón de seguridad. 

—¿Qué llevas en la bolsa? Parece pesada —le pregunto retomando el rumbo hacia la casa de mis padres. 

—Un regalo para tus hermanas y otro para tus padres. No me gusta ir de vacío cuando me invitan. 

—No hacía falta que te molestaras, aun así, gracias. 

—Se me olvidó preguntarte si le mandaste la foto a tus hermanas. 

—La mandé. Casi me dejan sordo cuando me llamaron. Están locas y obsesionadas con tus libros —contesto mirando de reojo mientras ella observa mi perfil. 

—Me alegro de poder llegar a sus corazones con mis historias. Supongo que tú te sentirás igual con tus seguidores. 

—Tienes razón. ¿Has escuchado nuestras canciones? 

—Si te soy sincera, empecé a escucharlas cuando me dieron el proyecto de vuestros cuentos y me han gustado. 

—¿No es tu estilo de música? 

—Soy más de música clásica. Me relaja y eso hace que escriba con más fluidez. ¿Tú has leído alguno de mis libros? —Inquiere con expectación en sus hermosos ojos. 

—Debería ser sincero, ¿verdad? 

—Te lo agradecería. No me gusta que me mientan. 

—No he leído nada tuyo, aunque en mi defensa debo decir que no suelo leer mucho —añado al ver cómo sus ojos se abren asombrados por mi revelación. 

—Podrías decirle a tus hermanas que te hagan un resumen o que te dejen los libros.

—Tal vez lo haga. Me servirán para estar entretenido en el avión. 

—¿Tenéis que viajar pronto? —Me pregunta con un tono de voz que me parece apagado. 

—Aún no. Todavía tenemos que terminar con los últimos detalles del nuevo álbum. Es posible que para el mes que viene o al siguiente, depende del tiempo que nos lleve los detalles —respondo pidiendo al cielo para que sea mejor dentro de dos meses.

—¿Está lejos la casa de tus padres? 

—A tres horas, sin correr mucho. ¿Tienes prisa? 

—No, solo es curiosidad. 

La chica mira al frente para desviar su atención de mí y veo cómo sus mejillas se sonrojan bajo la mascarilla. Sonrío de oreja a oreja, enciendo la radio y pongo alguna canción del grupo. 

La escritora gira su cabeza para clavar sus ojos en mí y se ríe cuando me ve golpear el volante al ritmo de la música y cantar.

—Te has propuesto que sea vuestra seguidora, ¿cierto?

—No nos importaría tener una más y, si es una escritora reconocida, mucho mejor. 

***

Dirijo el coche por el camino de tierra que lleva a la puerta de la casa, me apeo y rodeo el vehículo para abrir la puerta del copiloto con caballerosidad. 

—Espera aquí —le digo mientras ella observa todo alrededor con una sonrisa en los labios cuando se baja la mascarilla para respirar el aire puro del campo. 

Me dirijo al maletero, cojo las bolsas y regreso con ella sacando un lazo rojo de mi bolsillo. Me mira confundida y le explico:

—Eres mi regalo de cumpleaños para mi hermana. No puedo envolverte en papel de regalo ni meterte en una bolsa, así que, he pensado en ponerte el lazo en la cabeza. ¿Te importa? Porque puedo buscar…

—Me encanta. Átalo —me contesta interrumpiendo mi perorata nerviosa. 

Le dedico una sonrisa agradecida, apoyo el lazo por debajo de su cola y lo ato alrededor de la gomilla. Sé que estoy demasiado cerca de su cuerpo y puedo oír su respiración un poco agitada. Mi corazón late con fuerza, a gran velocidad, y temo que ella pueda oírlo. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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