Solo tú

61. Mónica

Salgo de la emisora a las siete de la mañana, me subo a mi coche y pongo rumbo hacia mi apartamento alquilado para descansar una hora o dos antes de encontrarme con la agente inmobiliaria en el piso que pienso comprar después de tantos años viviendo en la ciudad. 

Entro en mi pequeño hogar, dejo los zapatos de tacón al lado del zapatero de la entrada, ya que dentro de poco los volveré a usar, me tumbo en el sofá con una sonrisita en los labios por lo cómodo que es y cierro los ojos para quedarme dormida en menos de lo que canta un gallo. 

***

La alarma de mi móvil me despierta dos horas más tarde, me voy al baño, me peino, retoco mi leve maquillaje, me atavío con los tacones de la entrada y me subo a mi coche para poner rumbo hacia la dirección del apartamento.  

Aparco en el primer hueco que veo y salgo de mi vehículo para echar un vistazo antes de entrar en el edificio. 

El vecindario no parece nada malo y está lleno de tiendas, además de un parque al cruzar la calle. Observo a una madre con sus dos hijos paseando por el sendero y una sonrisa alza mis comisuras al recordar a mi progenitora haciendo lo mismo. 

—Disculpa, ¿eres Mónica Valcárcel? —me pregunta una chica con un maletín en la mano y el bolso colgado de su hombro. 

Me quedo contemplando sus inusuales ojos para ser coreana y asiento con la boca abierta, aunque ella no puede verla (por suerte).

—Soy EunSu, la agente inmobiliaria. Hablamos el viernes pasado por teléfono —continúa la chica alargando la mano para estrechar la mía. 

—Lo recuerdo. Encantada de conocerte —le digo asombrada por el comportamiento tan europeo de la chica. 

—¿De dónde eres? Si puedo preguntar, claro.

Nos encaminamos hacia el interior del edificio y subimos en el ascensor.

—Nací en España. Mi padre es español y mi madre italiana. Emigraron a Corea cuando yo solo tenía tres años y mi hermano unos meses. Nos criamos en Seúl —respondo en el habitáculo.

—Así que, sabrás hablar español, ¿verdad? —me inquiere en español con un guiño de ojo. 

Yo me sorprendo aún más de escuchar su perfecto acento y pronunciación y no puedo evitarlo:

—¿Tú también hablas español? 

—Mi madre es española y la culpable de que tenga estos ojos tan inusuales.

—¿He sido muy descarada? —Estoy un poco avergonzada, pero se me pasa cuando la escucho reír con un movimiento desenfadado de la mano al llegar a la puerta del apartamento. 

—No te preocupes. Ya estoy acostumbrada a que todo el mundo enfatice la inusualidad de mis ojos. Pues…, este es el piso. Como puedes ver tiene mucha luz natural y el salón con la cocina diáfana para que no pierdas ni una palabra de la conversación con tus amigos mientras cocinas —me dice abriendo las ventanas para airear las estancias y que podamos quitarnos las mascarillas. 

—Me encanta. He echado un vistazo por los alrededores y está en un vecindario magnífico. 

—Lo cierto es que sí y tiene muy buen precio. 

—Eso es un gran punto a su favor —advierto con una sonrisa divertida. 

—Perdona, llevo varios minutos intentando recordar dónde he oído tu voz y me parece que lo he averiguado. ¿Eres la locutora del programa de radio Madrugada de música? —asiento y la chica prosigue—: Me encantas. Te escucho cada vez que puedo. 

—Gracias. ¿Sabes qué? ¿Por qué no vamos a tomar un café y hablamos sobre las condiciones para comprar el apartamento? Me ha encantado y no quiero que nadie me lo quite de las manos —le digo en español con el acento andaluz de mi padre.

—Será un placer. 

Salimos del edificio, nos sentamos en la primera cafetería que encontramos en la acera por donde caminamos y la chica saca todos los papeles para hablar sobre los requisitos de la compra. 

—Creo que los tengo todos —la informo al escucharlos uno por uno con atención. 

—Genial. Tendrás que mandarme todos los papeles y empezaremos con los trámites. Ha sido un placer hacer negocios contigo.

—Igualmente —añado alzando la taza para hacer un brindis con ella—. ¿Te importaría darme tu teléfono? Quiero estar muy atenta a todo lo que pase con el piso. 

—Por supuesto. Te daré el mío particular por si necesitas algo. 

***

Entro en mi apartamento para descansar un poco más antes de ponerme a trabajar y buscar otra emisora que me dé la verdadera oportunidad con la que sueño. Me tumbo en la cama después de cambiarme la ropa y darme una ducha, cierro los ojos y me duermo. 

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero no el suficiente porque la alarma de mi móvil aún no ha sonado. Abro los ojos aún medio dormida, cojo el teléfono de la mesita de noche, ya que no deja de sonar al entrar una llamada, y contesto sin mirar la pantalla:

—¿Diga? 

—Vaya, menuda voz de dormida —me dice mi hermano pequeño en italiano por el otro lado de la línea. 

—Es normal cuando te pasas toda la noche en vela para trabajar. ¿Cómo estáis? 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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