Solo tú

68. YoonKi

Sé que es aún temprano para ir a casa de la chica, ya que estará aún dormida, descansando por haber terminado de trabajar esa misma mañana. No obstante, no aguanto las ganas de volver a verla y tengo que entretenerme en algo para no poner rumbo hacia su apartamento en ese mismo instante.

Agarro el móvil sopesando si mandarle un mensaje para que me avise cuando esté lista para empezar a empaquetar sus cosas, lo dejo de nuevo encima de la mesa de mi estudio y resoplo sin saber qué hacer.

Me muevo inquieto, girando la silla mientras mis ojos están clavados en el techo de la habitación. Está pintado de un blanco inmaculado y me está deslumbrando con la luz de la lámpara reflejada en él.

Bajo la mirada hacia el monitor del ordenador y me pongo manos a la obra con la canción que estoy componiendo. Eso hace que me distraiga.

Mi móvil suena con la llegada de un mensaje y lo cojo con rapidez para ver quién es. Leo el nombre de la locutora en la pantalla y me levanto de un salto de la silla para ponerme en marcha, aún sin saber lo que me está diciendo en el texto.

Abro el chat y leo el mensaje con una sonrisa en los labios: «¿Preparado para soñar esta noche con cajas de cartón?»

Mis dedos teclean con velocidad y le mando la respuesta: «Preparadísimo»

Cojo las llaves del coche, me despido de TaeJoon y su novia que están viendo una película en la televisión y salgo de la urbanización dispuesto a pasar la mejor tarde de toda mi vida o eso espero.

***

Aparco en un hueco cerca del edificio de la chica, entro en el portal, subo en el ascensor y llamo al timbre, ansioso por verla después de tantas horas sin su presencia.

La tabla de madera se abre dejando ver a la joven con el pelo rojo recogido en un moño y ataviada con unos pantalones vaqueros rasgados y una camiseta que le está demasiado grande.

—Buenas tardes —me saluda dando un paso hacia un lado para dejarme pasar.

—¿Has descansado bien? —me intereso observando a mi alrededor. Ya ha empezado a empaquetar algunas cosas y las cajas están por todas partes.

—Estupendamente. He adelantado un poco de trabajo. ¿Me ayudas a meter los libros en una caja? Pesan bastante.

—Claro —me lleva hacia la estantería que separa la cocina del comedor y coge una caja para posicionarla a un flanco de la escalera de metal abierta delante del mueble—. ¿Has leído todos estos libros?

—La mayoría. Aún me quedan algunos. Cuando tengo un poco de tiempo lo dedico a descansar de todo, es decir, dormir todo lo que puedo para recuperar las horas de sueño que suelo perder por el día.

La chica se sube a la escalera y me va pasando los libros que agarra de los estantes de arriba para que los meta en la caja.

—¿Has pensado en pedirle un cambio de horario a tu jefe?

—No solo lo he pensado, se lo he comentado. Me ha ignorado con mucha sutileza.

—¿Por qué? ¿Qué problema hay en que te pasen a otro horario?

—No lo sé. Supongo que no querrá que los oyentes de la madrugada se vayan por mí. Una excusa muy tonta, la verdad.

Dejo los últimos libros que me ha dado en la caja y veo que pone un pie en el escalón de la escalera y ésta se menea de forma precaria. Agarro a la chica con mi mano en su espalda y, con la otra, sujeto la escalera para que pueda bajar con más seguridad.

—Gracias. Se me olvidó que tiene el escalón roto —me agradece la locutora con la respiración agitada por el susto.

—Ahora me subiré yo. Trae otra caja, por favor.

Ella asiente y se aleja un metro para coger otra caja de cartón y colocarla a un lado de la escalera. Agarra los libros que le voy dando y continuamos hablando para que el trabajo se nos haga más llevadero.

Y, sin darnos cuenta, la hora de la cena llega. Acompaño a la chica hasta la cocina y ella abre el frigorífico para coger carne picada, tomate, pimiento y cebolla. Los deja encima de la tabla de cortar y saca unas especias de un cajón.

—¿Sabes cortar las verduras? —me pregunta cogiendo un bol de cristal del armario.

—Me ofendes. Sé cocinar, aunque no te lo creas —respondo echando mis mangas hacia arriba para no mancharme.

—Perdone, chef —se burla con una sonrisa pícara en los labios—. Me voy a poner con la masa de la pizza. Córtalos finitos para ponerlos encima de la masa.

—¿Sabes hacer pizza? —me sorprendo al coger el cuchillo para empezar mi tarea de corte como un gran pinche.

—Por supuesto. Mi madre es italiana y me ha enseñado cómo hacerla. Es mi comida favorita, así que, si no sé hacerlo, es para matarme.

—¿Hablas italiano?

—Por supuesto, bambino. Y mi padre es español. Hablo ambos idiomas de maravilla.

—El español ya lo sabía. Te escuché hablar con las chicas. A nosotros nos frustra que lo hagáis. No entendemos nada y no nos gusta estar desinformados.

—Es interesante saber eso. Así que, si queremos que no os enteréis de algo, solo debemos hablar en español, ¿no?



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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