Solo tú

82. HaNeul

Mi vida está a punto de desvanecerse cuando miro a mi alrededor y no encuentro a mi hijo a mi lado. ¿Dónde se ha metido? Mil veces le he dicho que no me suelte la mano cuando estamos con tanta gente y él sigue igual de rebelde. No sé qué dejará para cuando sea adolescente. 

Lo busco hasta debajo de las piedras y me bajo la mascarilla empapada por mis lágrimas, respiro hondo y mis ojos se abren de par en par cuando lo veo subido a los hombros de un chico, a lo lejos. 

Me abro camino entre el gentío y corro hacia él gritando su nombre para que me vea. Me responde moviendo las manos por encima de la cabeza del hombre y me abalanzo hacia ellos para agarrarlo de la cintura y bajarlo.

Lo abrazo con fuerza, dejando salir el llanto que se había quedado atascado en mi garganta y lo regaño, aunque la furia se me va en cuanto veo los ojos rojos de mi hijo. 

Agradezco al grupo que ha encontrado a mi pequeño y me invitan a que continúe con ellos durante las horas que quedan antes de que el parque cierre. 

Mi hijo no me da más opciones que decir que sí y ambos nos unimos. Las cuatro chicas se acercan a mí y empiezan a preguntarme dónde está mi novio o marido, el por qué no ha venido con nosotros; en fin, un interrogatorio en toda regla. 

Miro a WooJin, mi hijo, saltando y riendo junto a los siete chicos y no puedo evitar que una lágrima resbale por mi mejilla. 

—¿Estás bien? No es necesario que respondas si te pone triste —me advierte EunSu preocupada y avergonzada por no haber tenido más delicadeza. 

—No es eso, tranquila. Veréis, es que mi marido, su padre —digo señalando a mi hijo que corre hacia una nueva atracción junto a NamYoon, JK y TaeJoon—, murió sin llegar a conocerlo. 

—Vaya. Perdona nuestro entrometimiento —se disculpa SuHye en nombre de todas. 

—Me duele que WooJin no haya podido jugar con él como cualquier otro niño con su padre. Nos tiene a mis padres y a mí, pero le hace falta la figura paterna.

—Estoy segura de que a él no le importa. Vosotros habéis hecho un gran trabajo. 

—Gracias. 

Les dedico una sonrisa agradecida por sus palabras y miro hacia la cola de la atracción donde están a punto de montarse. Esperamos en las vallas a que el cacharro se ponga en marcha y mi móvil suena cuando los asientos comienzan a subir hasta lo más alto de la estructura metálica. 

Me voy unos pasos atrás para poder escuchar mejor y respondo:

—¿Diga? 

—¿Dónde está mi nieto? Dentro de poco iremos a por él —me dice una voz femenina autoritaria en español por la otra línea. Alejo el aparato de mi oreja para ver el número y pongo los ojos en blanco. Qué cansancio—. Estoy donde he estado toda mi vida. Él está bien. 

—Lo llevaremos de vacaciones con nosotros. Ten preparada su maleta para cuando lleguemos.

—No os lo vais a llevar a ningún lado. Si queréis verlo lo haréis aquí, en Seúl y, más concretamente, donde yo pueda vigilaros. 

—¿Qué crees que le vamos a hacer? ¡Es sangre de nuestra sangre! —me grita la mujer indignada por mi comentario. 

—Sois sus abuelos paternos, pero no volveré a pasar el mal trago que me hicisteis pasar hace dos años. Por suerte, mi hijo no tiene secuelas por ello. Os estaremos esperando en nuestra casa. Buen viaje.

Cuelgo antes de escuchar la réplica de la fémina y regreso con las chicas a la valla para ver cómo NamYoon coge en brazos a mi hijo para salir ante toda la gente.

—¿Tienes algún problema con los padres de tu marido? —me pregunta Elenor en español y con el rostro serio. 

Mis ojos se abren sorprendidos de que entienda el idioma y asiento. 

—No te preocupes, nosotras te ayudaremos si lo necesitas —agregan las otras tres también en español. 

—¿Todas habláis español? —inquiero asombrada por esa casualidad. 

—Yo soy española, SuHye y EunSu sus madres y Mónica su padre. Algo entendemos —la editora me dedica una sonrisa que llega hasta sus ojos verdes y asiento para darle la razón. 

—¿Qué ocurre con tus suegros? Si quieres contarlo, claro. No te estamos obligando —continúa Mónica curiosa y preocupada. 

—Quieren llevarse a mi hijo de vacaciones, pero no les dejo. Ya lo hicieron hace dos años —el móvil de Elenor suena y me detengo para que ella pueda contestar. 

Los chicos llegan hasta nosotras y mi hijo se echa a mis brazos desde la altura del rapero. Lo cojo con fuerza y le sonrío. 

—Ha sido genial, mami. Súbete con nosotros —me propone con entusiasmo. 

—Sabes que no me gustan las alturas, cielo. Yo estoy contenta solo con veros disfrutar. 

—Chicos, vamos al puesto de gofres de la esquina. Mi prima va para allá —informa Elenor agarrando la mano de su novio para guiarlo con suavidad hacia allí, seguido de todos los demás. 

Nos dirigimos hacia ese sitio y mi hijo no deja de hablar con el rapero en todo el trayecto. No entiendo nada de lo que dicen y me frustra. Mi padre tiene la culpa de que esté obsesionado con ese chico y, ahora, veo las consecuencias de que pasaran tanto tiempo juntos cuando yo tenía que estudiar o trabajar. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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