Solo tú

90. HaNeul

Las mejillas y el estómago me duele de aguantar la risa. Estos siete chicos son demasiado intensos y, de una manera graciosa, caóticos. 

Mi mirada se clava en NamYoon cuando se echa a reír a carcajadas por culpa de Jan y noto cómo mis comisuras se elevan en una gran sonrisa. Con ellos me olvido de todo lo que me preocupa en la vida diaria y me sienta bien el verlos tan feliz, sobre todo, al rapero y a mi hijo. 

Mi corazón empieza a latir a gran velocidad y siento que me falta el aire. Mi pecho tiene una opresión que no me deja respirar con normalidad y me asusto. Estoy muerta de miedo con ese sentimiento y me niego a aceptarlo. 

«No, no puede ser. HaNeul, ni se te ocurra», me regaño al levantarme de la silla para ir al baño con rapidez. 

Me quito la mascarilla para dejar que mis pulmones se llenen de aire nuevo, me acerco al lavabo para echarme agua en el cuello que lo siento ardiendo y me miro en el espejo. 

Mis ojos están vidriosos, pero no por estar conteniendo las ganas de llorar, sino por el temor que esos sentimientos que una vez sentí, regresen a mí para hacerme daño. 

Respiro hondo varias veces para hacer que mi corazón se relaje, apoyo el trasero en el lavabo para dejar de mirar mi reflejo pálido y asustado, y alzo la mirada del suelo cuando escucho que la puerta se abre dejando paso a Elenor, SuHye, EunSu y Mónica. 

—¿Te encuentras bien? —se interesa la editora al ver mi rostro blanco como la pared. 

—Sí, no os preocupéis. He tenido una pequeña emergencia, pero ya está solucionado —respondo intentando sonreír con normalidad. 

—Pues por tu rostro no parece estar solucionado. 

—¿Estás segura de que estás bien? Puedes contarnos lo que sea que te preocupe —comenta SuHye al apoyar el trasero en el mismo lavabo que yo, a mi lado. 

La miro con los ojos llenos de miedo y, ahora sí, las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas sin que pueda evitarlo. La angustia y el temor regresan a mí como una gran ola que azota las rocas y mis piernas ceden para quedar en cuclillas en el suelo del lavabo. 

Siento que las cuatro chicas me ponen una mano consoladora en los hombros y en la espalda, dejando espacio para que respire, pero para que también sepa que están ahí, conmigo. 

—¿Quieres contarnos lo que te está poniendo de esta manera? —me pregunta Mónica con su tono de voz suave y dulce. 

Comienzo a negar con la cabeza y las palabras salen de mi garganta entrecortadas:

—No estoy… segura. No sé qué… me está pasando. 

—De acuerdo. Tómate tu tiempo. No hay prisa. 

***

No sé cuánto tiempo hemos pasado las cinco dentro del servicio y les estoy muy agradecida de que lo hayan perdido junto a mí. 

Me levanto para estirar mi cuerpo entumecido por estar todo ese rato en cuclillas y las chicas me imitan. 

—Madre mía, estoy vieja ya para estas posturas durante tantos minutos —se queja Elenor sintiendo la espalda dolorida. 

—Lo siento —le digo con pesar por ser la culpable de su dolor. 

—No te preocupes. Esta noche tendré sesión de masaje —contesta con un guiño de ojo cómplice que me hace sonreír al comprender lo que quiere decir. 

—Qué suerte —comento con un poco de envidia. 

—HaNeul, ¿quieres contarnos ahora lo que te ha hecho tener esa crisis de ansiedad? —quiere saber EunSu, aún preocupada por mí. 

—No estoy preparada para volver a las relaciones —respondo con poca alegría. 

—¿Estás pensando en tener una relación con alguien? 

—Bueno, no me refería a eso. Quiero decir que no puedo perder el tiempo en sentimientos que me alejen de mi objetivo. 

—Tu objetivo —repite SuHye sin comprender nada—. ¿Cuál es ese objetivo? 

—Mi hijo. Tengo que cuidar de él. 

—¿Y no crees que le vendría bien una influencia paterna?

—Como, tal vez, ¿NamYoon? —añade la locutora con una sonrisa traviesa en sus labios. 

La miro asombrada y me guiña un ojo con picardía. 

—Creo que ya voy entendiendo el supuesto problema que te ha llevado al ataque de ansiedad y debo decirte que no es necesario. Te puedo asegurar que él no hará nada que tú no quieras y si no te ves preparada para una relación, no te obligará a aceptarlo —me explica Elenor con su mano apoyada en mi hombro.

—¿Cómo os habéis dado cuenta? —quiero saber, decepcionada por mis dotes de actuación. 

—El que no le mires a la cara cuando hablas con él me ha dado una pista. Te he visto sonreír cuando él ha estado jugando y riendo con tu hijo y, después, te ha dado el ataque. No hay que ser muy inteligente para llegar a la conclusión de que te estás enamorando de nuestro amigo.

—Sois muy perspicaces.  

—¿Por qué no lo hablas con él? Aceptará cualquier opción que tú le des. 

—Ni hablar. Además, es mi cliente. Tengo prohibido por contrato salir con mis clientes. No es ético. 



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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