Solo tú

117. Jan

Termino de darme el último retoque en el pelo y la ropa, cojo mi móvil de encima de la cama y bajo las escaleras para encontrarme con mis compañeros y sus novias, excepto TaeJoon y SuHye que han salido a cenar para celebrar su séptimo mes como pareja.

Las cuatro chicas me miran de arriba abajo con la boca abierta y Elenor me silba con una mirada traviesa.

—Qué guapo estás. ¿Para quién será? —pregunta EunSu siguiendo el juego de su amiga con una sonrisa pícara.

—Ya era hora de que me tocara a mí dormir fuera de esta casa —respondo guiñando un ojo y lanzando un beso que recogen con un desmayo dramático.

Hacen que mis comisuras se eleven con una sonrisa, esfumando mis nervios por unos segundos y me despido de todos los presentes para ir hacia el garaje. Le mando un mensaje a Belinda para que sepa que ya estoy en camino y salgo de la urbanización ataviado con la mascarilla y una gorra.

Elenor me ha dejado el coche para que los fotógrafos no sepan quién va en el vehículo y se lo agradezco. Hacía tiempo que no me escapaba de esta manera y no recordaba la adrenalina que me producía.

Aparco cerca del edificio, subo hasta la quinta planta y llamo al timbre con las manos temblando por los nervios.

La puerta se echa a un lado para dejar que vea a mi anfitriona radiante con ese vestido rojo que realza sus majestuosas curvas. Por más que lo intento no puedo apartar mis ojos de ella, me tiene hipnotizado.

—Bienvenido. Entra —me dice antes de alejarse para llegar hasta el horno y sacar la bandeja con un pollo asado en ella.

—¿Te ayudo?

—No hace falta. Siéntate, serviré la cena. ¿Qué tal tu día?

—Mejor desde que estoy contigo —me acerco a ella como una luciérnaga a la luz y la abrazo rodeando su cintura por la espalda para dejarle un beso en el cuello.

La camarógrafa deja el tenedor y las tijeras en la bandeja, se da la vuelta entre mis brazos para poder ver mi rostro y me besa rodeando mi cuello con sus brazos para pegarme un poco más a ella.

—Parece que vienes con ganas de una guerra de besos —me susurra sin apartarse de mi boca más de un milímetro.

—¿Vas a contraatacar? —la desafío pasando mi mano por su trasero con suavidad.

—Por supuesto.

Las manos femeninas revolotean por mi cuerpo para deshacerse de la camisa blanca y los pantalones mientras las mías buscan la cremallera del vestido.

Nuestra respiración se entrecorta y los latidos de nuestros corazones se vuelven locos cuando nuestros pies nos llevan hasta la habitación para caer encima de la cama, desnudos, piel con piel.

Ninguno parece querer frenar y solo nos dejamos llevar por el momento y el deseo.

Nos besamos con pasión y anhelo por todas esas veces que nos alejamos para no cometer ninguna locura en el pasado. En ese momento ella estaba comprometida, pero ahora, era toda mía.

Acaricio cada recoveco de su cuerpo, sin dejar ni un milímetro a mi imaginación.

***

Nos hemos quedado dormidos después de la guerra de besos y de probar la cena que ella ha preparado para nuestra primera velada a solas. La chica está plácidamente recostada en mi pecho cuando noto que se levanta y corre hacia el baño para vomitar.

Me incorporo para preguntarle cómo se encuentra y me levanto de un salto al escuchar el grito de ella. La miro desde la puerta del baño, preocupado, y me enseña el papel higiénico manchado de sangre.

—Me duele —me informa mientras se toca el vientre con una mueca de dolor y las lágrimas resbalando por sus mejillas.

Presiento que eso no es nada bueno y el miedo recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies.

—Vamos, vístete —la apremio ayudándola para llegar hasta la habitación.

La dejo sentada en la cama, le entrego unos pantalones y un jersey, me visto y bajamos hasta su coche que está aparcado en el garaje del edificio.

Agarro la mano de ella para darle mi apoyo y veo sus ojos verdes llenos de lágrimas.

—Va a estar todo bien. No te preocupes —intento calmarla, pero presiente mi angustia y me deja un beso en el dorso de la mano.

En cuanto llegamos al hospital la meten en la sala de exploración al saber que está embarazada y los sigo sin soltar su mano.

La doctora le hace una ecografía y no nos da la noticia que esperábamos:

—Lo siento, señora Santana, me temo que ha perdido al bebé.

Veo que las lágrimas no dejan de salir de los ojos de mi chica cuando consigue comprender lo que la doctora le ha dicho y la abrazo con fuerza mientras las lágrimas empapan mi mascarilla.

Ha sido un golpe muy duro y aún no puede creer que haya tenido un aborto de un día para otro. Una enfermera le saca sangre para verificar que la placenta y el feto han sido expulsados y tenemos que esperar a que nos den los resultados.

Belinda tiene la cabeza apoyada en mi hombro y las manos entrelazadas con las mías. Aún puedo oír sus sollozos y ya no sé qué más hacer.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 12.05.2023

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