Prólogo
Echo a correr mientras escucho a Alex contar. Estamos jugando a las escondidas.
Blake se escondió debajo del porche, en el espacio entre la madera y la tierra. Me robó mi escondite, yo iba a tomar ese lugar y ella se me adelantó.
No hay otro sitio en el que pueda ocultarme en el patio, Alex me encontraría muy rápido si me quedo afuera, por lo que entro a la casa. Me detengo en la cocina y busco un sitio donde Alex no se le ocurra buscarme, pero no encuentro nada. Sigo mi camino hasta la sala de estar, pero allí tampoco hay donde esconderse sin que me arriesgue a romper algo de mamá, así que subo las escaleras. Al llegar a la puerta de mi habitación, dejo de correr y la abro, pero luego lo pienso mejor, aquí será el primer sitio en el que Alex buscaría. Sigo mi camino hacia la habitación de Blake y, cuando estoy por entrar, escucho un llanto.
¿Está llorando alguien?
Suelto el pomo de la puerta de la habitación de Blake y camino rumbo al sitio de donde viene el sonido. A medida que me acerco a la última puerta del pasillo, el llanto se hace más fuerte, y se escucha con mayor claridad cuando me detengo frente al cuarto de papá y mamá. La puerta está entreabierta y ahora no solo escucho a mamá llorar, también escucho a papá hablar.
—…sabes muy bien que ya esto no está funcionando, ¿por qué quieres que me quede? —está diciendo papá.
—Porque quiero intentar arreglar nuestro matrimonio —solloza mamá.
—Lucy, ya esto no tiene arreglo.
—¡Sí tiene arreglo! —chilla mamá, calla unos segundos y luego dice—: Pero tú no quieres arreglarlo.
Papá suspira fuerte, tanto que yo lo escucho.
—¿Qué solución podría tener un matrimonio en el que ya no hay amor?
Mamá no responde de inmediato, permanece callada varios segundos, hasta que vuelve a hablar:
—Puede que tú no me ames, Kenneth, pero yo a ti sí te amo.
Al decir esto último, su voz se rompe y empieza a llorar de nuevo.
Los pasos de papá hacen rechinar las tablas del piso, está caminando hacia mamá.
—No, Lucy, tú no me amas.
—¿Tú qué sabes de mis sentimientos, Kenneth? —sisea mamá, está muy molesta—. Hace mucho que no preguntas por ellos ni te detienes siquiera a mirarme.
—Eso no es así…
—¡Claro que es así! —interrumpe mamá—. Desde que miraste a esa mujer no has tenido ojos para nadie más.
Uno, dos, tres, cuatro pasos escucho que da papá.
—¿Cómo sabes eso?
—No soy tonta. —Mamá ríe, pero es una risa rara, como si no estuviera alegre—. Desde que tienes esa nueva “secretaria” has cambiado mucho conmigo.
—Ella no tiene nada que ver en esto.
—Si eso es lo que te dices para dormir tranquilo, sigue haciéndolo.
Papá vuelve suspirar fuerte mientras camina hacia la puerta. Tengo que correr para que no sepa que estuve escuchando su conversación, aunque no entiendo casi nada de lo que dijeron. Pongo un pie frente a mí justo cuando lo pasos de papá se detienen, yo también me detengo.
—Me voy esta noche.
Dejó de respirar y mamá jadea.
¿Él se va?
—¿Qué? —pregunta mamá en un hilo de voz—. Estás jugando, ¿cierto?
—No, no estoy jugando —aclara papá—. Esta noche, cuando los niños estén dormidos, me iré.
—Si te vas —habla mamá temblorosa—, no te permitiré verlos de nuevo.
Espero sin respirar a que responda. Él no puede dejarnos, no puede irse. Somos una familia y la familia tiene que estar unida. Eso es lo que ellos nos han dicho desde que estábamos pequeños.
—No puedes hacer eso.
—Por supuesto que puedo.
—No vas a lograr nada con tus amenazas, Lucy.
—No son amenazas, Kenneth, son advertencias. Puedes irte, te dejo en libertad, vas a poder formar una familia con esa mujer. —La voz de mamá da miedo, es como esa voz que usa cuando quiere que confesemos las cosas malas que hemos hecho—. Pero, al irte, dejas atrás está familia.
—Di y haz lo que quieras, Lucy, igual me voy.
Abro la boca sorprendido.
¡Se va! ¡Papá se va! Y sin importarle que no nos verá de nuevo. ¿Es que ya no nos quiere? ¿Por eso se irá con otra mujer a formar otra familia?
De pronto, la puerta de abre y papá se detiene abruptamente, mirándome desde arriba.
—¿Kurt? ¿Qué haces ahí?
—¿Te irás? —pregunto, empezando a llorar.
Papá mira sobre el hombro a mamá y sacude la cabeza antes de volver poner sus ojos en mí.
—Ven, amigo, vamos a hablar.
Me lleva a mi habitación y cierra la puerta justo cuando mamá se asoma en el pasillo. Alcanzo a ver sus ojos llorosos, pero nada más.