Capítulo 1
Jordan
Lo miro desde la distancia, así como he hecho durante el último año. Parece el mismo de siempre, con su habitual expresión sobria y mirada azul astuta, su sonrisa pícara y ladeada. Su cuerpo, ahora un poco más delgado que desde que dejó de pelear, no entra del todo en la delicada silla del restaurante del hotel. El traje que lleva puesto se aprieta en los abultados músculos de sus brazos y hombros.
Creí que no le quedaría bien el traje de tres piezas que Cam lo obligó a ponerse –y digo “lo obligó” porque así fue, no hay ni un pizca de exageración en mis palabras–, pero cuando entró al pequeño salón donde estábamos reunidos todos los participantes del cortejo de bodas, me quedé sin aliento. Solo una vez lo había visto con traje –el día de nuestra graduación– y fue solo un momento, desde la distancia. Sin embargo, hoy es diferente, pude verlo de cerca, hablar con él aunque solo fuesen un par de frases, y la vista de su cuerpo con un aspecto tan elegante me hace babear.
Bueno, tengo que ser sincera, siempre he babeado por él, lleve lo que lleve puesto. Verlo en un traje es peor. O mejor.
Toma un sorbo de su copa de champán y lame una gota que quedó en sus labios. Reprimo un gemido.
—¡Buen Dios! —murmuro.
—Deja de mirarlo, es vergonzosa la cara que pones —sisea Jazmine a mi lado.
Hago lo que me dice, aparto mis ojos de Kurt y me enfoco en ella.
—Se me permite soñar despierta.
—No en mi presencia.
Ruedo los ojos.
—Tu amargura es la que habla en este momento.
—Tu argumento es inválido, Kurt no ha hecho nada para merecer mi amargura.
—Sí que ha hecho, ser el mejor amigo de Alex le ha ganado tu aversión.
Ella parece pensarlo un momento y luego se encoje de hombros.
—Puede, pero nada demasiado extremo.
Hago un mohín y regreso vista hacia la mesa de Kurt para encontrarme con que él no está.
Suspiro.
—¿Crees que algún día deje de quererlo? —pregunto, encarando a Jaz de nuevo. Ella se encoge de hombros.
—No lo sé, espero que así sea, no puedes estancarte toda la vida por un hombre.
De inmediato sé adónde se está dirigiendo con su comentario, Jaz ha intentado que vuelva a salir de nuevo en citas; las ha concertado para mí con casi todos los hombres solteros y jóvenes que conoce, pero siempre encuentro la manera de declinar o, si llego a ir a la cita, de dejar claro que no estoy buscando una relación y que hago esto porque ya no sé cómo decirle que no a Jazmine.
—Voy a buscar al culpable de mis desgracias, es hora del discurso del padrino y la dama de honor.
Me levanto y empiezo a caminar a no sé dónde, con tal de que sea lejos de ella.
—¡Huye, cobarde! —grita detrás de mí, llamando la atención de algunos invitados. La ignoro.
Busco a Kurt por media hora sin resultados, no lo veo en ninguna parte. Le pido a un chico que lo busque en el baño, le pregunto a un camarero si lo vio en la cocina, recorro el vestíbulo del hotel y el jardín y no hay rastro de él. Regreso al salón a pedirle a Blake que me ayude a buscarlo cuando lo veo salir de la cocina con Lucy. Corro hacia ellos.
—Llevo media hora buscándolos —digo cuando llego a ellos.
—¿Para qué nos necesitas, cariño? —pregunta Lucy sonriendo.
—Bueno, no a ti, Lucy —alzo la vista para encontrarme con la mirada azul profundo de mi amor platónico—, a Kurt.
—Ah, las casualidades de la vida —suspira él, frunzo el ceño—. También te estaba buscando.
—Bien, ya que se encontraron el uno al otro, yo voy a decirle a Vicky lo de los macarrones —anuncia Lucy y se aleja antes de que pueda preguntarle a qué se refiere.
—¿Pasó algo? —cuestiono a Kurt.
—Uno de los meseros tuvo un pequeño accidente con una bandeja de macarrones color rosa. —Ríe—. Una suerte, Blake los habría odiado.
—¡Ay, no! —Empiezo a caminar hacia dentro de la cocina, pero Kurt me toma del brazo.
—Eh, ¿a dónde se supone que vas?
—A solucionar el problema de los macarrones —contesto obvia.
—Mi madre y tu tía pueden hacerse cargo. —Una mesera casi choca con nosotros y Kurt me arrastra a un lado de la puerta donde no estorbemos—. Ahora, ¿para qué me estabas buscando?
Su mano continúa en mi brazo, distrayéndome. Me remuevo intranquila. Notando mi incomodidad, me suelta.
—¿Blake te dijo que tenías que hacer un discurso?
Hace una mueca al tiempo que asiente.
—Sí, me lo dijo.
Espero que continúe, diciendo que lo hizo, pero no lo hace.
—¿Y? ¿Lo hiciste?
La expresión de Kurt se torna culpable y mi instinto asesino despierta, pidiendo a gritos que lo mate.