Solteros y millonarios

3. Primera conexión

Brant se quedó mirando las puertas del elevador por largo rato, analizando lo que había ocurrido con Priscilla y, no obstante, estaba más cautivado por su belleza que por cualquier otra cosa, se forzó a reaccionar cuando se recordó lo que, en ese momento, era verdaderamente importante para él.

El dinero.

El dinero sacudía su mundo y mientras más ceros pudiera agregarle a su cuenta financiera, mejor se sentiría al terminar el día.

El hombre agarró su móvil y navegó en los buscadores de la internet. Escribió el nombre de la CEO interina y se topó con decenas de reportajes de importantes periódicos locales.

Todos hablaban de ella como la gran vencedora, pero nadie se refería a la verdad sobre su discapacidad, solo a lo que había conseguido tras recuperarse y abandonar el hospital.

—Vamos a jugar como se juega en mi mundo —susurró Brant.

Volteó sobre sus talones y detalló a su asistente. El empleado, el que se esforzaba por seguirle el ritmo, le miraba impaciente. Sostenía una libreta sobre su mano y meneaba los dedos con ansiedad, a la espera de su siguiente disposición.

»Averigua todo de ella, pero no con la prensa, esos idiotas la adoran —explicó Brant y se acercó amenazante a él—. Quiero saberlo todo —solicitó obsesivo.

El asistente oyó y apuntó su petición con prisa.

Jones auscultó su requerimiento y arrugó el entrecejo, realmente intrigado por lo que el hijo de su fallecido cliente buscaba.

»Quiero saber quién es su familia, dónde se graduó… cómo llegó aquí, a mi padre y cómo obtuvo todo esto —dijo y miró su suntuoso y modernizado entorno con grandes ojos—. Lo quiero todo, pero más lo sucio —remarcó y se rio—. Necesito lo sucio. Todos tienen un pasado oscuro y sucio. Eso es lo quiero —jadeó sonriente.

Jones se acercó en cuanto lo oyó hablar con tanta seguridad, queriendo buscar bajo las piedras para desenterrar los secretos de Priscilla Torres, la CEO interina de Heissman Prothese. El abogado caminó hacia él con paso firme, con una satisfactoria sonrisa en su rostro y, antes de partir le advirtió la verdad, esa que Brant ignoraba porque se había pasado los últimos años de viaje y viviendo una vida de ensueño de jubilado.

—No busques tanto, hijo, podrías encontrar algo que no te guste. —Le miró a la cara de manera amenazadora y le ordenó las solapas de la chaqueta.

Los agarres anteriores de Priscilla le habían arrugado el costoso traje y por más que Jones trató de estirar la refinada tela, no lo consiguió. Priscilla lo había arruinado.

Brant entendió las palabras del viejo Jones como una amenaza y, si bien, debió sentir miedo de encontrar algo que no le gustase, a su vez, sintió más curiosidad por descubrir la verdad tras Priscilla.

Jones caminó por la sala de reuniones con confianza y se dispuso a marchar, con ese secreto que debía llevarse hasta la tumba, pero Brant lo detuvo antes de que consiguiera huir.

—Si tienes algo que decir, dilo ahora antes de que lo descubra y sea tarde —le dijo y esperó a que se redimiera y le dijera la verdad. Jones le miró y negó con un par de gestos—. Era su amante, ¿verdad? —insistió en aquella teoría, aunque no quería oír una confirmación.

Se iba a sentir muy devastado al imaginar a su padre con una joven tan atractiva.

Él mismo había caído rendido a los pies de Priscilla por su belleza exótica y estaba seguro de que podría comprender la relación de su progenitor con la discapacitada, pues, no iba a negarlo, Priscilla era la mujer más deslumbrante que había visto nunca.

A diferencia de muchas mujeres, cuando abría la boca todo mejoraba. Se tornaba más hermosa e irresistible; su aroma, su cabello, sus labios, todos se unían en una cascada de seducción.

Un viaje indómito de ida, pero no de regreso.

—¿Amantes? —inquirió Jones y dejó escapar una ronca carcajada. Brant se sintió humillado por sus risas burlescas—. Hijo, te hace falta leer un poco más, careces de imaginación —fastidió y le ofreció un gesto con su mano para partir.

Entre dientes murmuró la verdad, aquella con la que cargaba desde hacía diez años y se marchó llevándose una gratificante sonrisa en la cara. Había logrado despertar la curiosidad en Brant con una frase y estaba seguro de que el hombre no descansaría hasta hallar eso que, con tanto esmero, su padre le había ocultado y todo para protegerlo. 

Jones no estaba dispuesto a morir con el secreteo de Hans y él, mejor que nadie, creía que era justo que Brant supiera la verdad que los envolvía con Priscilla Torres.

 

A su vez, y mientras Brant luchaba por quitarse a Priscilla de la cabeza y eliminar su dulce aroma de la punta de la nariz, ella luchaba con los mismo sentimientos.

Sánchez no notó el intercambio de miradas entre la nueva CEO y el hijo de Heissman, por lo que empujó la silla en la que viajaba Priscilla sin ser consciente de lo que realmente ocurría a su alrededor.

Cuando las puertas del elevador se cerraron ante ellas, Priscilla soltó todo el aire que tenía en los pulmones y se quitó los guantes a toda prisa y con el pulso tembloroso, para luego sostenerse el rostro con las dos manos y hallar un poco de calma a lo ocurrido con el nuevo heredero.




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