Brant y Jones dividieron sus caminos para actuar rápido.
El alemán se tomó unos minutos en privado para elegir algunas prendas más elegantes de su guardarropa, también se retocó el cabello y el afeitado; mientras que, por otro lado, Jones usó la sala para trabajar y se puso en contacto con todos esos compradores que esperaban recibir noticias de los movimientos de Heissman.
Mientras Brant se miraba en el reflejo del espejo, repasó en su mente una y otra vez lo ocurrido con Lance, pero, cada vez que trataba de enfocarse en las palabras amenazantes del científico, terminaba pensando en Priscilla Torres.
Aunque ya había pasado una semana desde la primera vez que la había visto, aún era capaz de recordar sus ojos oscuros y sus labios perfectamente delineados, y no iba a negarlo, se moría de ganas por verla otra vez, por estar cara a cara con ella y grabar cada detalle de su rostro, sonrisa y monerías.
Brant estuvo listo a los pocos minutos y dejó su cuarto privado con una marcha apresurada. Podría haber presionado a Jones para que dejaran el edificio en ese instante, pero se encontró de frente con la nota de Priscilla y su fondue ya frio.
Titubeó nervioso, pero, por más que quiso marchar y enfrentar la realidad, agarró el plato y lo metió al horno para calentarlo otra vez.
Desde la sala, Jones detalló cada uno de sus movimientos en silencio, conforme entraba en contacto con los interesados y otros inversionistas. No intervino ni una sola vez y sonrió campante cuando Brant agarró el plato con el queso derretido y se sentó en la mesa para terminar de comérselo.
El alemán se enfocó en el intenso color del queso y su sabor especial. Se metió algunas cucharadas con los ojos cerrados y saboreó su cremosidad pensando en Priscilla. Se rio en voz alta cuando revivió lo sucedido en el restaurante y cómo ese instante lo había arrastrado a momentos más especiales.
La prisión, el robo, su ridícula desnudez. La persecución de la prensa, Priscilla entre sus brazos, la recompensa por su silla y su conexión.
Abrió grandes ojos cuando comprendió a qué se refería la nota de la mujer y la agarró a toda prisa para leerla una vez más.
Se tocó el saco con las dos manos en búsqueda de un lápiz y, como no halló nada, Jones le lanzó uno desde la distancia.
El lápiz dorado cayó sobre su mesa y Brant lo miró con la respiración entrecortada.
—¿Qué quieres escribirle? —preguntó Jones.
Intuía que Heissman no tenía talento ni tacto para tratar a las mujeres.
Las mejillas del joven hombre se pusieron rojas de la nada y carraspeó antes de decirle lo que pensaba escribirle.
—¿Gracias por rescatar lo mejor de mí? —preguntó Brant.
Jones le miró con el ceño apretado.
—¿Me lo estás preguntando? —investigó Jones, muy confundido.
—No, no… —carraspeó Brant—, es lo que pienso escribirle.
Jones le dedicó una “o” con sus labios e hizo un gran esfuerzo para dejar la silla en la que estaba cómodamente sentado.
—¿Y eso sientes? —insistió Jones exigente—. No sabía que Priscilla era rescatista —se burló.
Brant le puso los ojos en blanco.
—¿Y qué quieres que le diga? —preguntó rabioso—. No puedo agradecerle por su queso… —Jones se rio cuando lo escuchó titubear—. Su queso sabroso.
Jones se rio otra vez.
—Hijo, solo tienes que decirle lo que sientes —le dijo y puso su mano en su hombro—. A veces, menos es más y si piensas llevarla a la playa, podrías decírselo… de una forma bonita. —Estiró su mano para señalar la nota que tenía en la mano—, y, por favor, usa un papel nuevo.
Le entregó una pequeña libreta de hojas prepicadas. Brant dejó la nota de Priscilla a un lado y la miró por largo rato sin pestañear.
Jones se alejó para regresar a su trabajo y dejó a Brant a solas para que pensara y fluyera mejor. Él volvió a comerse el resto de queso que quedaba en el fondo del plato y lo disfrutó en silencio. Raspó el plato con las puntas del tenedor discretamente, pues no quería exhibirse con Jones y, cuando creyó que estaba listo, le escribió:
“Mis pies han recorrido las arenas más asombrosas de las playas más paradisiacas, pero ninguna me ha hechizado como tú lo has hecho, porque, ningún lugar se siente especial si tú no estás allí.
Atentamente, Brant Heissman”.
Brant leyó el texto y se horrorizó cuando entendió que le había escrito un estúpido “atentamente”.
Arrancó el papel con un escape de rabia hacia sí mismo y para no exponerse ante Jones, lo escondió en el bolsillo interno de su chaqueta elegante.
Empezó de nuevo en una hoja limpia.
“Si me regalas un amanecer y un atardecer frente al mar, estoy seguro de que esa playa, se convertirá en la playa más hermosa de todas, porque tu estarás a mi lado.
¿Te escaparías conmigo?