Solteros y millonarios

12. Expuesto

Lance no era un experto para liarse de puños. Lo suyo era más jugar bolos y, tal vez, practicar natación unas tres veces a la semana, así que, cuando cayó encima de Brant, creyendo que solo era un cuerpo alemán grande con un cerebro vacío, se llevó una gran y desagradable sorpresa.

Por otro lado, el pasatiempo favorito de Brant era liarse de puños con hombres que le duplicaban en tamaño, así que, cuando Lance se abalanzó sobre él, lo recibió con una divertida sonrisa en la cara.  

Brant rodó por el piso para esquivar al científico. No quería que lastimaran con sus agresiones desmedidas a Priscilla, quien seguía mirando al techo y tumbada sobre su propia silla.

Lance ni siquiera pensó en Priscilla, que seguía en el suelo y avergonzada por los hechos; a él solo lo movía la cólera y la desesperación de obtener eso que tanto ansiaba poseer y detestaba la idea de que el hijo de Heissman siquiera existiera.

Los dos hombres rodaron por el piso entremedio de las piernas de los inversionistas y elegantes hombres. Algunos se movieron incómodos y se alejaron para esquivar ese desafortunado momento, pero otros rodearon la pelea vigorosa y alentaron a que los golpes siguieran.

Lance la lanzó unos cuantos puñetazos que Brant esquivó. Como el científico entrevió lo ágil que era el alemán para moverse, lo golpeó en la entrepierna y Brant se deshizo rápidamente del cuerpo del científico y se levantó del piso, intentando contener el dolor que sentía en su parte intima.

Lance lo imitó con impericia y los dos caminaron formando un círculo. Se miraron a los ojos y se prepararon para atacar. Respiraban agitados y mantenían los puños apretados y en alto.

—¿No fui claro con mi advertencia? —preguntó Lance con atrevimiento y alzó las cejas juguetonamente—. ¿Acaso no dije que conozco tu secreto?

Brant abrió grandes ojos y se puso pálido.

—¡Sé lo que dijiste! —bramó Brant con rabia.

Se puso más nervioso cuando entendió que su estabilidad para con Priscilla estaba en riesgo. Lance podía abrir la boca en ese segundo, o cuando se le diera la maldita gana, y arruinar todo eso que empezaban a formar.

No iba negarlo. Su atropello con su silla había sido lo más increíble que había vivido nunca y, si bien, le resultaba incluso vergonzoso, nadie lo había hecho sentir tan vivo en toda su condenada vida.

—¡Estupendo! —gritó Lance y lo rodeó amenazadoramente—. No eres tan estúpido después de todo —fastidió riéndose.

Quería conseguir que el hombre lo atacara, que lo abatiera en el piso y lo moliera a golpes en frente de todas esas personas. Sabía que Priscilla no toleraba a los hombres violentos, los aborrecía y, si los rumores eran ciertos, Brant no se iba a aguantar una provocación de su parte.

—Tal vez lo sea —musitó Brant con angustia y bajó los puños.

Adoptó una posición más relajada y Lance abrió grandes ojos cuando lo vio alejarse con paso lento.

Se acercó a Priscilla para ayudarla a salir de esa fea posición en la que seguía después de que se había caído arriba de ella. La secretaria intentaba hacer lo que podía, pero su fuerza solo le permitía sostener su cabeza entre sus manos.

—Lo lamento mucho —musitó Brant y miró toda la escena con muecas de angustia—. Yo…

No pudo terminar de excusar lo que pasaba.

Verla en el piso, con el vestido arrugado encima de las piernas, su prótesis expuesta y sus ojos mojados con lágrimas, le hizo sentir peor de lo que ya se sentía.

Esa era la primera vez que veía su prótesis y un nudo amargo se acentuó en su garganta.

Se quitó rápidamente el saco y envolvió sus piernas sin poder mirarla a la cara. Consiguió sentir la diferencia entre su muslo suave y tibio, contra la prótesis de madera. La dureza y frialdad de esa parte que no pertenecía a su cuerpo revolvió todos sus sentimientos.

Tras eso, se preparó para levantarla del suelo junto con su silla. Ella se sostuvo de su brazo para no resbalarse por el piso y le respiró agitadamente en el cuello.

El contacto fue evidente, todos lo vieron con grandes ojos, incluido Lance, quien supo que las cosas no podían terminar de ese modo. Con Brant siendo el héroe, el pacífico y el hombre respetuoso que auxiliaba a mujeres en sillas de ruedas.

Priscilla se olvidó de que su prometido estaba allí a menos de dos metros. Cerró los ojos cuando enterró su nariz en el cuello de Brant y pudo oler su piel blanca, totalmente opuesta a la de ella.

La boca se le repletó de saliva cuando se imaginó lo dulce que debía saber su boca y lengua; el corazón le latió con tanto arrebato que estuvo segura de que él pudo sentirlo latiendo desde su puesto.

Para liberar un poco lo que sentía, le clavó las uñas en el músculo de su brazo y se aferró a él con tanta firmeza que, Brant pudo sentir su exaltación. El pecho se le movía de arriba abajo con premura.

Desde su puesto, Lance la vio agitada, con las mejillas rojas y el cabello disimulando eso que el alemán le provocaba. Sintió aborrecimiento de verla así, comportándose como una mujer fácil en frente de todos los otros empleados de Prothese.




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