Ese recuerdo eterno... A punto de estallar.
Siempre fui una joven normal que trataba de pasar desapercibida, aunque el mundo entero me lo impedía eso no me importaba, era muy feliz. Seguir en la geometría de la vida no era una opción que me hubiese gustado tomar. Con mil palabras escondidas, el silencio se colocaba todas las mañas debajo de mi mesa, mientras mis ojos se perdían a través de la ventana.
En el agitar del tiempo siempre disfrute de las pequeñas cosas que me obsequio la vida. Mi corazón humano me permitía soñar a través de millones de kilómetros con alguien a quien mi alma extrañaba sin darme cuenta. Creo que la única emoción que siempre experimente desde pequeña era la “felicidad” seguida de la sensación más vana… “miedo”.
Para mí, la palabra felicidad describía muchas cosas. Dios siempre me trasmitía ese sentimiento de felicidad al demostrarme que estoy viva y bien. Mi familia, amigos, mascotas; las cosas que me gustaban como dibujar, leer, la hermosa lluvia que siempre cubría mi rostro en los días de invierno fríos que creaban pequeñas lagunas de muchísimas gotas de agua, combinadas con el sereno del ambiente en nuestro patio. Siempre me gustaba dejarlas intactas hasta que mi mama saliera corriendo molesta a secarlas.
Esos momentos son los que nos definen como personas, los que hacen nuestra esencia, nuestro carácter… ¡Quienes somos en realidad! Además de llenarnos el alma con una melodía ambiciosa y adictiva, que se repite mientras vamos creciendo.
La vida, el destino y el tiempo de la manera más cruel y fría que pudieron mostrarme se manifestaron en lluvia. Lluvia que finalmente callo demostrándome que era necesario experimentar más de una sensación, más de un sentimiento, más de un momento para que seamos completamente humanos. Necesitaba ese golpe de realidad, así de esa manera… Solo de esa manera encontré más que solo la emoción llamada “felicidad”.
Me encontraba esa noche estrellada, rodeada de tantos sentimientos y momentos nuevos para mí. Niebla dispersa era lo único que creía que podía ver, pero no fue así. Una forma parecida al cristal cuarzo, convertida en muchos trozos afilados de vidrio que en su caso eran “extraños” “sobrenaturales” “místicos” me demostraron la diversidad que conforma el alma. Todo era un mundo completamente nuevo de emociones que me golpeaban cada vez con más fuerza mientras vagaba por ese rio olvidado que alguna vez fue importante para mí. Me estaba convirtiendo en humana, estaba recuperando esa parte de mi alma que en otra vida se me fue arrebatada por el manto crespón de la muerte. Tantas sensaciones nuevas, unas eran amargas, frías, llenas de odio, rencor, miedo, temor, tristeza e incertidumbre.
Otras eran experiencias sacaban a flote una parte de mí que yo no conocía o que guardaba en mi interior, que en su momento no sabía que formaba parte de mí alma como un trozo de cristal perdido. El sentirme envuelta en un sentimiento que me causaba de alguna manera placer, excitación y llamaba al romance era algo nuevo, fascinante. Desear tanto a esa persona con todo tu ser que no quieres que se vaya nunca de tu lado. Solo deseas sentir su calor, el desear tanto que solo te mire a ti, que te tome en un abrazo eterno con sus brazos fuertes hasta hacer que te deshagas y derritas por dentro. Una parte de mí no era tan pura como yo creía. Estaba conociendo mi lado pervertido o simplemente encontré esa combinación peligrosa de sensaciones esperando despertarme. Despertar mis recuerdos perdidos.
—“Rayos me sonrojo al admitirlo, pero no sabía que sobre todas las cosas encontraría el amor.
Experimenté de una y mil maneras el sentimiento que le llaman “vacío” El sentirme vacía por dentro a pesar de tener todo lo que siempre quise. Lo que a mi parecer me causaba felicidad me hacía sentir que algo me faltaba y así fue. Me faltaba él, que en su momento no sabía que estaba tatuado en mi alma, en mi memoria con una tinta roja espesa llena de sentimientos. Ese día descubrí que mi vida era suya, recuperé todos los fragmentos de mi alma que estaban siendo llevamos a través de ese gran árbol. Sosteniéndome entre sus brazos con todos los recuerdos de nuestra historia. Nuestro amor pasado seria solo un secreto que cambio mi destino llevándome a complementarme. Haciéndome encontrar la otra mitad de mi alma que ya hacia perdida, que necesitaba … en ese momento comencé a sentir.
En el transcurso de mi travesía en este mundo tan normal. La perspectiva de ser en esta nueva vida una joven normal y pasar desapercibida entre mis clases de la escuela muy temprano, hasta la fría tarde, cuando el sol da su último suspiro explotando entre matices naranjas, tiñendo el cielo de amarillo vibrante, a un oscuro azul infinito dándole entrada a la hermosa noche. Las visitas en la biblioteca nueva con ese olor a libros añejados de tanto conocimiento que muchas veces visite, y los paseos en familia… Esos paseos que te llenaban el corazón de llegar tarde de casa de mi abuela más feliz que nunca, todo eso… todos esos bellos momentos.