Sombras de poder.

Parte 1.

La opresión en su pecho era tan intensa que le costó demasiado trabajo pensar con claridad. De no estar ante el consejo de ancianos de la manada bien podría haber destrozado algo con sus propias manos para deshacerse aunque sea un poco de esa atronadora rabia que le escocia las entrañas. 

—Ranieri, mató a mi madre, ¿y no quieren aplicar la justicia del clan del mar sobre este asesino?

—Cuida esa lengua, cachorra, estas ante los ancianos y hablas del sucesor de nuestro alfa.

—Defendí mi honor solamente —dijo el acusado que ante todos estaba quedando como la víctima—. La madre de esta albina me hizo creer que era mi cría durante veinte años, todos saben lo mucho que cuide y vele por ambas mientras estuvieron conmigo —gritó por encima de los murmullos para que toda la manada congregada en la casa comunal lo escuchara—. La verdad, tristemente es que la desagradecida de su madre se revolcó con un asqueroso humano, que por si no fuera suficiente es un cazador. 

El actual alfa, padre de Ranieri y quien presidía el consejo de ancianos, levantando su mano pidiendo hablar por primera vez—: Todos aquí sabemos que la proscrita de Seraphina nos pagó con traición, aún cuando la acogimos en nuestro clan siendo extranjera. Mi hijo violó muchas de nuestras leyes vinculandose con ella y aún más cuando decidió dejar que permanecieras con vida pese a tu condición.

—Ser albina no me hace ser menos que ninguno de ustedes, soy mujer y la única de las hembras que puede transformarse en su forma de lobo... Mis hijos serán más fuertes que los de cualquier otra hembra. 

—La ofensa de lo que has dicho será perdonada —gritó el anciano mayor, golpeando con fuerza el estrado—.  Después de todo la ofensa de tu madre ya ha sido limpiada con su muerte. Podrás seguir en el clan, si lo deseas, pero ningún lobo se apareará contigo, ese será el castigo por tu ofensa de acusar a Ranieri... Además no queremos que tu mala sangre perjudique a más crías...

No fue capaz de escuchar lo que dijo después de eso. De hecho, no logró hacer otra cosa más que tratar de controlar la marea de sentimientos que la embargaron. Necesitaba salir de ahí... Necesitaba hacer algo al respecto.

—El consejo ha terminado —anunció el Alfa y uno a uno todos los lobos fueron saliendo de la casa, excepto ella quien aún seguía en su estupor y el hombre que por años había considerado su padre. 

—Haré que te arrepientas —gruñó por lo bajo para él.

—De lo que me arrepiento es de no haberte hecho arder a ti también.

— ¿Sabes la ventaja de jugar con fuego? —El silencio fue su respuesta, por lo que continuó viéndole con absoluto despreció—. Aprendes a no quemarte.

— ¡Lárgate! No eres bienvenida aquí. 

Entonces aquel despreciable lobo se fue, dejándola con el corazón hecho jirones y destruida casi por completo. No pudo hacer más que dejar que las sombras se la tragasen, cubriendola por completo en aquel manto de negro profundo, desapareció para todos.

 

 




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