Sombras de poder.

Parte 3.

Luego de que Azalea fuera casi que expulsada de su clan, Lazarus fue hecho a un lado por todos. Siendo huérfano ningún lobo quería brindarle cobijo a sabiendas que era el protegido de Seraphina, mientras está vivía.  

Había mantenido relaciones con un sucio humano y tenido una hija albina, todo lo que ella tocaba estaba arruinado... Seguramente con Lazarus no era diferente. El cachorro ya estaba echado a perder. Así que cuando un día, de la nada y de pronto, desapareció, a nadie le importó. Todos asumieron que quizá había muerto intentando cazar o se había perdido por ahí, no era cría de nadie así que no era problema de nadie.

Si hubiera muerto despedazado cruzando los límites de otro clan, al menos hubiera sido una bendición que el clan del mar se hubiera deshecho de toda aquella mala sangre de raíz.

Cuando el anciano mayor murió asesinada por unos hombres oso de camino al territorio humano para reabastecerse de algunos suministros, al alfa le tocó ocupar su lugar y por ende a Ranieri el lugar de su padre. Siendo el nuevo alfa logró posicionar a su clan como el más fuerte de los lobos en menos de cinco años, sin embargo al mismo tiempo tuvo que estar al frente de su manada la pelea más brutal por territorio que ni siquiera su padre había visto siendo cachorro.

Los vampiros del clan de la sombras ganaban terreno, los hombres oso de la nada estaban luchando por ganar su propio territorio y todos los clanes de los lobos no solo tenían que luchar por las presas que estaban empezando a escasear sino también por el territorio que si no era invadido por los osos o los vampiros, lo era por los otros lobos de los hambrientos clanes.

—Todos los lobos del clan del fiordo han muerto despellejados —dijo temblando de miedo un cachorro casi adulto de dicho clan.

—Cuéntalo todo —ordenó Ranieri colocando una palma en el hombro para alentarlo a hablar frente al consejo de ancianos.

—Uno de los vampiros me dijo que le vendieron sus pieles a los humanos. Mi padre... Lo despellejaron... —se echó a llorar sin reparo.

—Los lobos del clan de la montaña fueron obligados a pelear entre ellos, por sus familias, les dijeron que los ganadores podrían irse en paz —agregó el alfa frente a toda la manada, al ver la incapacidad del muchacho para continuar—. La loba blanca ordenó que las familias de los vencedores fueran asesinadas frente a ellos con la ley del colmillo... Ahora todos nuestros hermanos son usados como abrigos por los humanos 

—Hay un amplio territorio a nuestra disposición —apuntó el padre de Ranieri.

—Nuestros exploradores señalan que los osos han retrocedido, todas esas tierras han sido abandonadas. 

—Muchacho —llamó uno de los guerreros—. Cuentan los rumores que una loba blanca está con ellos.

—Esa pulgosa no está entre ellos —una llama de odio brillando en los ojos del cachorro—. Ella los dirige a todos y los osos le obedecen.

 




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