Sombras de poder.

Parte 4.

—No creo que sea Azalea —ya había perdido la cuenta de cuantas veces se lo había repetido en las últimas semanas.

— ¿Entonces quién? —Inquirió al borde de la paranoia, su lugarteniente se limitó a negar con la cabeza—. Todos hablan de una loba blanca, los lobos de pelaje completamente blanco son albinos... ¿Quién es la única loba blanca que ha nacido en las últimas dos décadas en todos los clanes?

—Azalea está muerta... ¿Lo recuerdas? El alfa del clan de la montaña le aplicó la ley del colmillo. ¿Quién sobreviría a una mordida en el puto cuello? —Gritó, presa del pánico—. La ley del colmillo no perdona —dijo más para sí.

Y Ranieri quiso creerle con todas fuerzas, de hecho logró creerle hasta aquella madrugada.

Apenas y empezaba a salir el sol, una bruma blanca cubría todo hasta donde la vista alcanzaba cuando retumbaron los primeros gritos.

Osos descomunales habían invadido el clan, destrozaban todo a su paso. Algunos lobos intentaron hacerles frente pero eran demasiados, fieros guerreros eran lanzados por los aires de un solo zarpazo, algunos se levantaban a duras penas, los más desafortunados solo expiraban su último aliento. Además entre ellos venían unos vampiros del clan de las sombras.

Por eso aquella tan espesa neblina, ¿pero blanca? Ranieri nunca había visto que un vampiro de ese clan lograse conjurar bruma blanca. Pero era tan real, tan tangible que su miedo lo hizo ver a pocos metros frente a él una mujer igual a Azalea, su larga lacia cabellera blanca le llegaba abajo de las caderas y su tez desprovista de todo color resaltaba aún más con la armadura negra que portaba.

Pero no podría ser Azalea, Ranieri se negó a darle crédito a lo que sus ojos veían, menos aún cuando unas sombras blanquecinas se la tragaron completa. Se transformó en lobo y evitó a todos a su paso, solo quería apartarse del blanco de todos y correr lo más rápido que sus patas lograran llevarlo a la choza que compartía con su nuevo mate.

No importaba si era Azalea o no, necesitaba cerciorarse que su familia estuviera bien.

Al llegar la vista que lo recibió fue espeluznante, su mujer estaba suspendida en el aire, mientras lucía estar luchando con todas sus fuerzas contra las espesas sombras negras que la rodeaban, parecían casi tangibles. Sus dos crías, eran sostenidas con brusquedad por un vampiro cada uno, los cachorros se jalonearon para liberarse pero solo lograban hacerse más daño.

— ¡Sueltalos! —Gruño, en su forma de humano. Una capa le fue lanzada, de la nada aparentemente, en el rostro para que se cubriera. Al quitársela de la cara vio quien se la había lanzado—. ¡Azalea! —Soltó estupefacto, sus ojos casi saliendo de sus órbitas.

—Hola, padre. Te tardaste en venir —una sonrisa iluminandole el rostro—. Lastimosamente para ti, no estoy muerta. Creo que tus perros en los otros clanes no cumplieron bien tu orden de matarme.

En efecto, Ranieri le había solicitado a todos los clanes que le negaran el albergue a esa proscrita, como era una albina, todos aceptaron sin problemas la petición.

—No soy tu padre.

—Durante veinte años fui tu hija... Me criaste, amabas a mi madre y luego la mataste.

—Tú, eres hija de mi deshonra, de un maldito humano —grito enfurruñado pero el dolor le desgarró la garganta cuando las sombras blancas lo rodearon con fuerza, parecían estarse metiendo entre su piel desnuda. Como un millar de alfileres penetrandolo a diferente velocidad y en todos lados, era como se sentía.

—Azalea, es una criatura excepcional —continuó Dashiel, y solo su tacto sobre la cintura de Azalea logró calmar la furia en su interior y liberar de su tormento a Ranieri, quien cayó de rodillas exhausto—. Jamás había visto a nadie convocar sombras blancas —la miró casi con reverencia—. Con un poco más de entrenamiento, no me cabe duda que será la loba más poderosa que hayamos conocido.

—Sí, soy hija de un humano, pero no de un simple humano, soy hija de un hijo de la luna. Y mi madre era una loba dispuesta a ser lo que hiciera falta para salvar a su cría. Cuando incendiaste nuestra choza debiste de haberte cerciorado que yo también estuviera dentro.

 Uno de los vampiros con el poder del fuego convocó una llama entre sus manos, tan fuerte y arrasadora que aquel fuego era de un vibrante color azul.

—No —suplicó Ranieri—. No puedes hacer eso.

—Mira cómo lo hago —le dio un asentimiento de cabeza al vampiro y este de inmediato le prendió fuego a la loba que era su nueva mujer. 

Los gritos eran anti guturales, los niños se revolvían con violencia lloriqueando por su madre. Ranieri, incluso intentó cambiar a su forma de lobo pero Azalea con sus sombras lo impidió; lo redujo a un puñado de huesos y pellejo con rasgos tanto humanos como lobunos. Muchos huesos se veían quebrados, otros más sobresalían de su cuerpo de manera antinatural.

—Perdonales la vida —rogó entre balbuceos. 

Rio con cansancio, suspirando profundo para tomar un poco más de paciencia continuo—: Me dijiste que te arrepentías de haberme dejado con vida, yo no cometeré tu error.

Se volcó hacia los cachorros, sus ojitos brillaban con las lágrimas que los ensuciaban, incluso sus delgados brazos ya habían quedado marcados con las manos de sus captores. Al sentir su presencia, el varón se quedó cortado, respiraba con dificultad e incluso no pudo evitar orinarse del pavor.

La hembra por otro lado intentó morderla, cuando Azalea se inclinó a su altura. Una pequeña risa tiró de sus comisuras y aferró sus dedos a la melena de la cachorra para examinar sus ojos—: Una hembra que podrá transformarse.

—A ellos no, por favor.

— ¿Qué ibas a hacer con ella? ¿Prohibirle que se transformara? ¿Suprimir su cambio?

—Deja a mis cachorros —y sin dar previo aviso en aquel cuerpo amorfo, se lanzó contra Azalea, casi le hace daño, pero Dashiell con sus sombras logró inmovilizarlo justo a tiempo.




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