Sombras De Poder I.

Cap. 01 Los Wellington

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Los Wellington eran una de las familias más poderosas del mundo, sus raíces podían rastrearse hasta más allá de la invasión Normanda, que fue cuando sus ancestros llegaron al Reino Unido, pero anterior a eso, incluso hasta los tiempos de la caída del imperio romano.

Los Wellington parecían tener una constitución genética muy especial y que hacía de ellos unos sujetos extremadamente sagaces, astutos y muy hábiles para hacer dinero. Otra característica de esta familia, era que tanto hombres como mujeres eran igualmente diestros en cuestiones de negocios. En los últimos doscientos años, se habían mantenido como los amos indiscutidos del mundo financiero en su territorio, pero sus influencias y poder iban mucho más allá de sus fronteras.

Esta familia también había sido muy prolífica, pero tenían una marcada tendencia a morir de forma violenta y a edades tempranas. Los matrimonios y siendo quienes eran, resultaban una cuestión problemática y rara vez se efectuaban por amor, ya que todos eran como piezas de ajedrez y debían plegarse a las decisiones que más conviniesen a los intereses familiares. Por lo anterior, conservaban la muy popular costumbre reinante en la edad media, así que después de asegurarse un número adecuado de descendientes, podían optar por continuar casados, aunque no necesariamente haciendo vida marital con sus parejas, o bien por divorciarse si esto no afectaba los anteriormente mencionados intereses familiares.

La obsesión de esta familia por la continuidad de su estirpe y su apellido había llegado tan lejos, que cien años atrás y cuando dicha continuidad se vio amenazada por una superproducción de mujeres mientras que los dos únicos varones de aquella generación murieron sin descendencia, Matilda, la menor de las hijas de Aldred III, el patriara de la época, le dijo a su padre que no se casaría con quien él había dispuesto, sino que debían buscar a un individuo que aceptase procrear con ella, pero que sus hijos no llevarían el apellido de su padre, sino que serían Wellington.

El progenitor de aquella fría criatura no podía estar más orgulloso de su hija, de manera que se dedicó a buscar al sujeto adecuado. Aquella fue una tarea que calificaba casi en el renglón de experimento científico, pues el individuo no solo debía ser portador de algún apellido de abolengo que asegurase la nobleza de la sangre que iba a mezclare con la suya, sino que además debía ser inteligente, discreto y estar dispuesto a renunciar a su progenie. Después de una cuidadosa búsqueda, la tarea recayó sobre Richard Jouvet de Blois, un profesor universitario cuyo único interés era la ciencia. Fueron varias cosas las que llevaron a Aldred a decidirse por él, entre las que destacaban su inteligencia y sus orígenes, ya que un estudio minucioso llevado a cabo por sus hombres de confianza, le revelaron a Aldred que el susodicho era descendiente de Esteban de Blois, duque de Normandía entre 1135 y 1144.

Era muy improbable que Richard hubiese prestado verdadera atención a lo que estaba haciendo o aceptando al casarse con Matilda, pues habiéndose pasado la vida con la nariz metida entre libros y el resto de su humanidad de cabeza en un laboratorio, su vida social era nula, así que no representó un gran reto para Matilda atraerse la atención del profesor, y antes de que él lo notase, ya estaban casados.

Sin duda no habían podido escoger a un mejor individuo y Aldred se felicitaría por ello hasta el día de su muerte, ya que Richard nunca le dio ningún problema, y lo que sí le dio fueron ocho nietos y todos varones, con lo que el apellido Wellington quedaría asegurado, y Matilda pasó a convertirse en una heroína y en el paradigma de la lealtad y el espíritu de sacrificio que debía poseer todo Wellington por su estirpe.

El cómo manejaron aquella situación de cara a la opinión pública, nadie lo sabía, pero jamás nadie preguntó ni se escribió una sola línea al respecto, de manera que los chicos que debieron ser Jouvet Wellington, eran Wellington Jouvet y ahí terminó la historia. No obstante, los hijos de Matilda diferían un poco de sus antiguos parientes, ya que los Wellington se habían caracterizado por tener los ojos grises y el cabello negro, mientras que estos niños todos heredaron los azules ojos de sus antepasados daneses, cinco de ellos los dorados cabellos de éstos, mientras que solo tres tuvieron el cabello negro.

Una característica importante de aquella generación Wellington y que definitivamente su progenitor no exhibía por ninguna parte, fue la agresividad atribuida a los vikingos, lo que vino a sumar peligrosidad a los otros componentes de su herencia genética, convirtiéndolos en unos depredadores.

Todo lo anterior había sucedido mucho tiempo atrás, los Wellington seguían firmemente posicionados en el mundo financiero, pertenecían a la élite de la sociedad mundial y eran simplemente intocables. Lo que pocas personas sabían, era que estos individuos eran los artífices primarios de un plan tremendamente ambicioso que había venido cambiando la historia, y pretendían cambiarla mucho más, algo que, de hecho, estaba sucediendo.

Charlotte Wellington ostentaba en la actualidad y desde hacía varios años, la presidencia del directorio del conglomerado de las empresas de la familia. Era una mujer dura, fría y sin un ápice de humanidad, en opinión de los pocos que la conocían de cerca, y la verdad era que nadie quería acercársele mucho, ya que la opinión general la señalaba como lo más cercano a la reina de corazones de Lewis Carroll, y lógicamente nadie quería estar cerca si decidía comenzar a pedir sus cabezas.




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