Sombras De Poder I.

Cap. 03 Los herederos

En un lujosísimo departamento de la cosmopolita Nueva York, se encontraba Tiziano preparándose para salir con una encantadora señorita hija de un poderoso magnate de la industria cinematográfica.

  • Sabes lo que diría tu venerable abuela de esto ¿no?
  • No fastidies tú también, Hans, ya tengo suficiente con Henry murmurando en mi oído como una molesta consciencia externa —dijo Tiziano y Hans rio
  • No seas mal agradecido, Henry es nuestro ángel guardián —se burló, pues en realidad, él se quejaba mucho más que Tiziano
  • Ah sí, de eso estoy seguro, de lo que no lo estoy, es del motivo
  • Vamos Ty, lo hace porque es nuestro amigo más que nuestro primo
  • Es Ti-zia-no —silabeó —De lo otro no estoy muy seguro

Aquella era una batalla perdida, porque los contemporáneos de Tiziano lo llamaban Ty y al menos él no tenía ni la más mínima idea de por qué, pero a menos que el príncipe, que era el otro calificativo de uso común para referirse a él, estuviese verdaderamente molesto por cualquier motivo, ninguno de ellos parecía capaz de recordar su nombre.

Tiziano, Henry y Hans, si bien eran muy buenos amigos, eran en realidad mucho más que eso, porque la sangre de sus familias había permanecido mezclada a lo largo de los años por los diversos matrimonios que se habían sucedido entre las mismas, del mismo modo que estaban emparentados con los Saint-Lary y los Vasiliev por el mismo motivo, y entre todos conformaban esa élite intocable e invisible que regía los destinos del mundo.

En aquel momento hizo su aparición el otro personaje del que habían estado hablando. Henry Corbyl era un sujeto de maneras tan correctas que hacía sentir a la persona con la que hablase, que se encontraban en alguna corte de la edad media. Henry acababa de cumplir veintidós años, había estudiado leyes para complacer a su padre, filosofía por voluntad propia, y algo que aun causaba la hilaridad de Hans, teología, pero para él aquella era una cuestión muy seria y en realidad la única cosa que parecía interesarle de verdad, pero por algún motivo que pocos conocían y tanto Tiziano como Hans estaban incluidos en este reducido grupo, no había podido ingresar al seminario como había querido desde que podía recordar. Al lado de Tiziano y de Hans, Henry parecía invisible y era algo que parecía procurar con verdadero ahínco; bebía poco, no fumaba y casi nunca nadie lo había escuchado levantar la voz. Estaba lejos de poseer la simpatía y el atractivo de Hans Brunswick, que era uno de los más puros exponentes de la raza aria con sus cabellos rubios y sus ojos azul cielo, y más lejos aún del rebelde y casi salvaje atractivo de Tiziano, la suya era una apostura serena y sin pretensiones; tenía el cabello rubio oscuro y unos pacíficos ojos color miel; su personalidad también estaba lejos de la de sus amigos, pues Tiziano era volátil y poco paciente, Hans era escandaloso y fiestero, mientras que Henry era paciente, silencioso y extremadamente dulce, nunca se metía en problemas, y por el contrario, era el mediador oficial en cualquier conflicto. En un grupo mayor, Henry habría sido el amigo que todos olvidan hasta que lo necesitan, pero en este caso, aquel chico parecía haber convertido la tarea de cuidar las cabezas de aquellos dos locos en su misión de vida, aunque la cabeza de Tiziano parecía la que siempre corría más peligro.

  • Buenas noches —saludó al entrar y con su habitual corrección
  • ¡Ey Henry! —exclamó Hans —¡Wow! Parece que fueses a presentarte ante la reina ¿Dónde quedó tu voto de pobreza?

No había terminado de decirlo cuando algo que no alcanzó a ver lo golpeó en la cabeza; aquello lo había hecho Tiziano que, si bien se quejaba amargamente de Henry acusándolo de parecer una nana fastidiosa, se indignaba mucho cada vez que Hans hacía alguna broma con relación al fallido intento de su amigo por ingresar al sacerdocio.

  • No supondrás que es correcto presentarte en Balthazar vestido de esa manera —dijo Henry en clara alusión a la vestimenta de Hans y con la serenidad de siempre
  • El asunto, mi querido Henry, es que no vamos a Balthazar
  • ¿Disculpa?
  • Verás, Ty hizo otros planes y no consideró necesario participártelo

Una vez que fue informado del nuevo destino, por qué, y con quién irían, Henry gimió internamente, y aunque sabía que no lo escucharían, igual hizo su mejor esfuerzo por disuadirlos, pero una hora después, estaban en una fiesta privada atestada de estrellas de teatro, cantantes de moda, hijos de políticos, y modelos famosas, donde el alcohol y las drogas se servían en las mismas bandejas de plata. Mientras sus amigos se divertían, Henry tenía sus sentidos alertas, porque Hans en su adolescencia había tenido serios problemas con las drogas, y Tiziano aun los tenía con el alcohol, de manera que aquella clase de veladas no eran las preferidas de Henry.

  • Creo que no soy la única que no se divierte en esta bacanal —escuchó una vocecita a su lado y se giró

Aunque Henry estaba acostumbrado a ver toda clase de chicas, y de cualquier edad, en aquellos lugares, la jovencita que miraba con inconfundible desprecio a las parejas que bailaban o conversaban, parecía completamente fuera de lugar allí. Era una rubia menuda que vestía un sencillo modelo recto que, aunque sin duda pertenecía algún famoso diseñador, no resaltaba de forma especial su figura. También llevaba gafas y el cabello suelto. A pesar de que la chica había expresado con claridad su desagrado, Henry había sido educado para alternar con una sociedad mentirosa que rara vez expresaba en voz alta lo que en realidad pensaba, de manera que contestó con cautela.

  • No me mal interprete, mi lady, es solo que a veces me siento un tanto extraviado entre una concurrencia tan variada, pero de ninguna manera eso significa que esté a disgusto




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