
Las primeras luces del alba del día que había dejado atrás, se asomaban al destino de Tiziano cuando bajó de su avión con el malestar de siempre. A pesar de que Tiziano se había pasado media vida viajando, los efectos del jet lag parecían golpear más duro a su organismo que al de sus amigos. Un auto ya lo esperaba y lo llevó directo a su residencia. Se fue derecho hacia la licorera y despachó en rápida sucesión un par de scotchs y luego se tiró en un sofá.
Entre tanto Hans y Henry que la noche anterior se habían retirado temprano, se encontraban en la cancha de tenis del club, ajenos al regreso de Tiziano.
Henry se refugió tras su taza de café y observó con detenimiento a Hans. El alemán era normalmente alegre, hablador y para él todo era una broma, de manera que aquella actitud solo podía tener un motivo, y no precisamente la ausencia de Tiziano, sino que tenía que ver con su familia.
Hans, al igual que sus dos primos, era el menor de su familia y la oveja negra de la misma. El hecho catastrófico, en opinión de Hans, de ser descendientes de Federico el grande, había sido una sombra que lo había perseguido desde que tenía memoria. El palacio de los Brunswick, en el landkreis de Havelland en Brandeburgo, atestiguaba este hecho, ya que cuando Henry había estado en él, le pareció que había una pintura del insigne antepasado de su primo en cada estancia. Crecer con aquel peso sobre sus espaldas y saber que nada de lo que hiciese estaría a la altura de aquel individuo, había sido demasiado para Hans, porque encima de lo anterior, tenía una madre que era aún peor que el padre y que tenía la peregrina idea de que sus hijos eran la encarnación de Federico, y parecía esperar que realizasen grandes hazañas todos los días. Henry a pesar de ser muy tolerante y estar siempre dispuesto a ver lo mejor de cada persona, pensaba sinceramente que aquella mujer estaba loca y que le había hecho un daño incalculable especialmente a su hijo menor, de manera que a Henry le extrañaba poco que Hans a los doce o trece años, se hubiese vuelto un adicto.
Henry no vivió la primera etapa de la adicción de Hans, pero Tiziano sí, pues iban a la misma institución educativa, de manera que Henry solo sabía lo que Tiziano le había contado y la tragedia que supuso para él casi perderlo, pero afortunadamente lo notaron a tiempo y fue recluido en un centro de desintoxicación. Tiziano le había escrito a Henry y éste se desesperó, porque siendo que, desde muy pequeño, Henry había sido un lector empedernido, sabía que una de las peores adicciones en el mundo de las drogas era la adicción a la heroína.
Sin embargo, Hans salió de aquello y continuó con su vida, pero su familia, especialmente su madre, no se lo haría fácil y finalmente a los quince años volvió a caer en aquello esta vez con la cocaína, y en esta ocasión casi arrastró a Tiziano con él.
No obstante, en opinión de Henry, Dios quería mucho a sus criaturas y lo había demostrado una vez más salvándolos a todos, pero aun así, Henry viviría siempre con el temor de que sus primos cometiesen alguna locura y era por eso que ahora observaba con tanto detenimiento a Hans, ya que su malhumor casi siempre estaba relacionado con su familia, y ahí era donde siempre radicaría no solo el problema, sino el peligro de que Hans retrocediese.
Tiziano era el que habitualmente protestaba ruidosa o físicamente por aquello, pues era el que sabía de primera mano lo sucedido a Henry y a su vocación sacerdotal, algo que no había vivido Hans por estar en pleno exilio en su segundo período de desintoxicación.
Los Corbyl, herederos del ducado de Rochester, tenían cuatro hijos todos varones para enorme orgullo de Archibald Corbyl, patriarca de la familia. Los Corbyl profesaban la religión anglicana, pero James Corbyl se había casado con Marie Gardiner, una francesa católica hasta los huesos. En principio él no vio mayores problemas con esto, porque no era especialmente religioso, pero pronto se dio cuenta de su error, porque aquella criatura vivía con un rosario en la mano. Juliette Corbyl, la madre de James y hermana de Bertrand Saint-Lary, guardaba un gran parecido con Charlotte Wellington, y se encargaría de anular a Marie haciéndose cargo de la educación de sus vástagos, pero Juliette murió cuando Henry tenía dos años y sería el único de sus hijos sobre el que Marie podría ejercer alguna influencia, ya que fue al único al que en realidad pudo criar ella. El asunto fue que le dio no solo todo su amor, sino que le transmitió también su devoción, con la resultante de que, a los diez años, ya Henry había decidido que sería sacerdote.
La primera vez que el chico dijo aquello su padre montó en cólera, por no hablar de su abuelo, le acomodaron una paliza para que no dijese estupideces y lo enviaron interno a un colegio muy lejos de la influencia de su madre, mientras que a esta la desterraron a las propiedades de los Corbyl en el campo. Como hasta el momento, Henry, Tiziano y Hans estudiaban en el mismo colegio, aquella decisión de su abuelo, lo alejaría también de éstos.
Henry sufrió una enorme decepción por ese tiempo, porque, aunque en un principio su madre lo había alentado en su vocación, poco a poco el tono de sus cartas fue cambiando, y aunque nunca le dijo que desistiese, lo sugería de forma velada.
Editado: 23.10.2025