
En la elitista Manhattan, se alzan los veinte pisos del Hotel Dalton Star, uno de los hoteles más lujosos del mundo propiedad de la familia Dalton.
Cecil Dalton era el actual presidente del directorio de Dalton Enterpraise que agrupaba a todas las empresas propiedad de la familia, y que iban desde la industria alimentaria hasta la farmacéutica, pero ellos eran conocidos en el mundo por ser los dueños de la cadena hotelera más famosa del orbe y con presencia en todas las ciudades importantes del mismo.
Cecil Dalton era conocido en las altas esferas del poder como el zorro, calificativo que se había ganado por su astucia y sagacidad para los negocios, misma que había heredado de Ambrose Dalton, su padre, mientras que John, su hermano mayor, había sido un individuo bastante mediocre al que Cecil había desplazado a los dieciocho años y mucho antes de obtener su título universitario.
Ambrose estaba desmedidamente orgulloso de su hijo menor y daba gracias a los cielos que por lo menos uno de sus hijos se le pareciese. El único problema de Cecil era su incapacidad para mantenerse alejado de las mujeres problemáticas, algo que quedaría demostrado desde que la criatura lo era, pues a los diecisiete años ya había hecho abuelo a Ambrose.
Cecil había estado casado cinco veces y todos los matrimonios habían sido positivos desastres. Aparte de eso, había sido protagonista de uno de los escándalos más sonados del mundo, pues su segunda esposa había sido una estrella de teatro adicta a las anfetaminas que, para ponerle más color al asunto, se había enredado con un senador que tenía grandes posibilidades de convertirse en presidente. Sin embargo, a los pocos meses de haber comenzado los rumores, la chica murió repentinamente. Aquello no habría supuesto un gran problema de no ser porque una de las empleadas decidió declarar que había escuchado a Cecil amenazar a su esposa. Siendo que Carolyn Dunbar parecía haber cimentado su carrera más en el centimetraje que ocupaba su vida privada en los diarios que en su cuestionable talento, aquello se convirtió rápidamente en un escándalo de proporciones apocalípticas.
Ambrose se apresuró a ordenarle a su hijo no volver al país hasta que él resolviese aquello, pues se había girado una orden de aprensión en su contra. Por supuesto Ambrose no iba a permitir que su hijo fuese a la cárcel de ninguna manera y menos por culpa de aquella descocada, así que puso a todo su tren de abogados a trabajar y tomó, además, la decisión algo arriesgada, de hacer pagar al verdadero culpable de aquel desastre, el señor senador.
Sus consejeros legales le sugirieron tomar otra vía, pero Ambrose era vengativo y rencoroso, y sabiendo como sabía que la empleada que había declarado lo había hecho por órdenes de aquel mequetrefe, lo haría morder el polvo por aquello. Con las cosas así, los abogados tuvieron que armar el caso en contra del senador Atkins; hicieron una extensa y veloz investigación de todos y cada uno de los pasos de aquel individuo en los últimos años, y lo que no encontraron, lo fabricaron, pero finalmente lo hundieron a él y a su familia de tal manera que, aunque no fuese a la cárcel, nunca más podría aspirar a un cargo público ni siquiera de barrendero. Los cargos en contra de Cecil fueron retirados, y aunque siempre existió la duda razonable en cuanto a la responsabilidad por la muerte de Carolyn, y las opiniones estaban divididas entre el senador y Cecil, finalmente el caso se cerró como un suicidio por sobredosis y fue sepultado en el olvido.
Cecil tenía dos hijos, una hembra y un varón. Su hija mayor y resultado de su primer matrimonio, llevaba por nombre Ambrosía en claro honor a su abuelo, y era una hermosa mujer que se había dedicado al mundo de la moda con mucho éxito; su línea llevaba su nombre y la sede principal de Ambrosía estaba en Milán, aunque tenía sucursales en las principales metrópolis y tiendas prêt-à-porter en todos los hoteles de la cadena familiar. A la fecha Ambrosía tenía treinta años y una fortuna propia amasada en tiempo récord, lo que no dejaba duda acerca de su herencia paterna y sagacidad para los negocios.
El caso de Jeremy Dalton era completamente diferente, porque aquel individuo había sido un dolor de cabeza desde que había visto la luz. Por empezar fue un niño prematuro y pasó sus dos primeros meses de vida en una incubadora. Por otra parte, se descubrió que padecía galactosemia, una enfermedad congénita que le impedía, y le impediría toda la vida, consumir leche humana, animal o cualquier otro producto que la contuviese. Para completar el cuadro de anomalías de Jeremy, tenía una madre algo particular.
Sandra Miller era una arqueóloga que había sentido más pasión por un viejo trozo de barro de 2.000 a.C. que por el hombre con el que se había casado. Cecil había conocido a Sandy en una reunión a beneficio de alguna improbable causa a las que se veía obligado a asistir eventualmente, y había quedado prendado de la chica, aunque nadie tenía idea de la razón, pues ella no era del tipo que solía llamar la atención de Cecil que normalmente perseguía a las mujeres exuberantes. Más adelante Ambrose diría que precisamente la novedad fue lo que atrajo a su hijo. Sandra era sin duda una mujer muy inteligente, pero su vida giraba en torno a su profesión y a la media docena de libros que había escrito relacionados con la misma.
Su presencia en aquella reunión obedecía a que, si bien ella tenía los conocimientos, lo que le faltaba era los recursos, de manera que le habían sugerido solicitarlos a las grandes corporaciones que tenían fundaciones que se dedicaban a patrocinar diversas causas o proyectos. Sandra no tenía ni idea de cómo hacer aquello y se imaginaba escribiendo un montón de cartas, pero un antiguo compañero de facultad que ahora se dedicaba a la docencia, la invitó a aquella reunión y allí conoció a Cecil Dalton. Tampoco tenía idea de quién era el simpático caballero que había tenido la amabilidad de salvarla del bochornoso espectáculo de caerse en medio de un salón lleno de personas, gracias a unas zapatillas altas que no estaba acostumbrada a utilizar, pero el asunto era que no estaba muy segura de cómo había terminado casada con él.
Editado: 13.11.2025