Sombras De Poder I.

Cap. 13 Miseria

Después del mal momento vivido y una vez que Tiziano había superado la sorpresa, aunque no su molestia consigo mismo, mantuvo una amena conversación con Zach acerca de sus estudios. Zach le mostró algunos de sus trabajos, y aunque a Tiziano no le parecieron tan buenos, exhibían técnica y cuidado; Zach también se mostró interesado en los estudios del chico y Tiziano le habló de los mismos, lo que causó una mezcla de envidia y admiración a Zach y la de uno de los chicos llamado Esteban que mostraba verdadera pasión por el arte, al igual que la de Paula y las otras chicas, cuando les contó de su estadía en Francia, Milán y Florencia con motivo de asistir a las clases de pintura en las escuelas de arte de esas ciudades.

Un poco después y cuando ya se preparaba para marcharse, llegó una joven con un aspecto muy parecido al de la otra que lo había atendido al llegar, pero en este caso él no se fijó en eso, sino en el extraordinario parecido que guardaba con Zach, de manera que concluyó con rapidez que debía tratarse de su hermana, y de no haber sido porque Zach era un poco mayor y ella debía tener alrededor de veinte años, casi habría dicho que era su gemela.

  • ¡Adivina qué, Zach! —venía diciendo ella, pero se detuvo al ver al visitante
  • Lo conseguiste —dijo el aludido, pero al ver que ella estaba mirando con curiosidad a Tiziano, procedió a las presentaciones —Nat, él es Tiziano —introdujo y ella elevó las cejas —el amigo de Paula —agregó de forma por demás innecesaria
  • De manera que eres real —dijo ella
  • Eso creo —contestó él obsequiándola con una encantadora sonrisa
  • ¿Y bien? —preguntó Paula que al igual que todos, como se fijó Tiziano, miraban a la chica que le habían presentado como Nat, con una expresión de ansiedad
  • Sí, lo conseguí y comienzo esta noche

Tiziano se sintió momentáneamente aturdido por la algarabía que se armó a continuación, ya que todos aparte de estar gritando diversas cosas que él no entendió, parecían querer aplastar a Nat incluido su hermano y el portento de antipatía. Tiziano observó con atención a Sam notando que cuando reía se parecía más a su padre.

Una vez que pasó el alboroto, Tiziano fue informado del motivo del mismo y que no era otro que la feliz noticia de que Nat había conseguido un empleo.

  • Mis felicitaciones, señorita Colby —dijo él
  • ¿Señorita Colby? —repitió ella con expresión de burla —Relájate hombre, parece que tuvieses un palo en el…
  • ¡Nathalie! —exclamaron Paula y Ann, otra de las niñas

A Tiziano le causó gracia el asunto y no pudo evitar imaginar al bueno de Henry entre aquellas personas y la cantidad de burlas que se habría agenciado, porque si consideraban que su trato era estirado, a su primo lo habrían destrozado. Por ese mismo camino se imaginó a su abuela en la misma situación y su sonrisa se acentuó, pues sin duda ella habría salido de allí necesitando terapia.

  • Si vienes mucho por aquí, parece que tendré que estar disculpándome contigo constantemente por la delicadeza de mis hijos —dijo Zach —Nat es más simpática que Sam, pero la delicadeza no es una cualidad que mi hija posea

Fue evidente para todos, la expresión de confusión de Tiziano y definitivamente lo estaba y mucho, pues si no había entendido mal, Zach acababa de dar a entender que Nat era su hija.

  • Vamos Zach, la cuestión de mi delicadeza es discutible si tenemos en cuenta que fui criada por un bastardo como tú —replicó ella y los chicos rieron, incluido nuevamente el bastardo

Aquello confundió aún más a Tiziano, porque suponiendo que hubiese entendido correctamente, ni siquiera él, que era acusado de ser un cretino arrogante y grosero, había tratado en aquellos términos a ninguno de sus mayores, y suponiendo que hubiese tenido un padre, imaginaba que lo habrían enviado derecho al sótano de Wellington Manor si hubiese dicho tan solo la mitad de lo que acababa de decirle Nat a Zach, así que aquella chica parecía llevarle una larga ventaja; pero, por otra parte, si aquel individuo era efectivamente el padre de la chica, ¿por qué ella lo seguía llamando por su nombre y no papá?

  • Tiziano —escuchó a Zach que no solo parecía haber entendido lo que estaba pensando él, sino que lo apartó de los demonios
  • Estoy algo confundido —dijo, aunque no era necesario que lo aclarase
  • Suele suceder —convino Zach señalándole una silla para que se sentase —Verás, antes me preguntaste por qué no había seguido estudios formales de arte ¿recuerdas? —le preguntó y él asintió
  • Me dijiste que no tenías recursos para eso, pero…
  • Y así era —lo interrumpió —Mi papá era un obrero de la construcción que a duras penas podía mantenernos, mamá se rompía la espalda limpiando oficinas de noche y creo que al final eso fue lo que la mató —y en este punto Tiziano compuso expresión de horror —No es tan sorprendente, mamá trabajaba todos los días de primavera a invierno, de modo que en algún momento enfermó, posiblemente de algún resfriado que se convirtió en una pulmonía por las bajas temperaturas, y no sobrevivió. Yo no lo recuerdo bien porque estaba muy pequeño, tendría alrededor de cuatro o cinco años. Mi padre quedó solo con tres niños de los cuales el mayor no llegaba aun a los ocho años. Intentó rehacer su vida, pero o bien no encontró a la mujer adecuada o nunca pudo superar lo de mamá, el asunto es que, aunque algunas mujeres pasaron por casa, ninguna se quedó lo suficiente —hizo una ligera pausa mientras se levantaba, servía café para ambos y miraba hacia donde estaban los demás que escuchaban posiblemente las incidencias de la entrevista de trabajo de Nat —Mis hermanos y yo fuimos a una escuela pública, Phil, el mayor, en cuanto salió de allí se fue trabajar a un taller mecánico, pero bebía mucho y una noche nos avisaron que se había estrellado contra un muro, cuando llegamos ya estaba muerto. Jack, el segundo, cayó en el mundo de las drogas. Y yo, en quien papá había puesto sus esperanzas, ya que el entrenador de rugby le había dicho que podía obtener una beca por mi desempeño deportivo, vivía en conflicto entre lo que papá quería y lo que quería yo, pero lo que decidió el asunto fue que la chica con la que salía quedó embarazada y solo teníamos quince años. Como supondrás eso acabó con los sueños de él y en parte con los míos, porque si bien amo a mis hijos, apenas alcancé a terminar la escuela y tuve que salir a trabajar. Al principio fue duro, porque papá no quería a Nathalie, la madre de los chicos —aclaró —y la culpaba por haber arruinado mi vida, algo que sabemos era injusto porque para este asunto se necesitan dos, pero, sin embargo, yo intenté tomarme las cosas de manera positiva, Nathalie y yo nos casamos y rentamos un garaje que con mucha imaginación transformamos en un hogar. Yo trabajaba en el día en un almacén que fue en el único lugar donde me dieron trabajo, era duro porque debía cargar y descargar bultos todo el día, pero, aun así, en la noche llegaba y dedicaba un rato a pintar, ya que Nathalie no estaba dispuesta a dejarme renunciar a lo que en realidad me gustaba, y ella se divertía colgando los lienzos por todas partes cuando estaban terminados. Nat se parece mucho a su madre, tiene su mismo espíritu alegre y puede ser muy dulce, pero el ambiente en el que le ha tocado crecer la ha hecho ocultar ese lado amable de su persona —dijo mirando hacia la chica con algo que Tiziano identificó como una mezcla de tristeza y orgullo —Casi cuatro años después de nacida Nat, llegó Sam, no era que estuviésemos mucho más preparados entonces que cuando nació Nat, pero lo recibimos con alegría y Nathalie se apresuró a reajustar el espacio que, por cierto, para entonces nos pertenecía, porque yo había hablado con el señor Callahan, el dueño, y él aceptó venderme aquella vieja cochera, pero antes de que terminase de pagarla, él falleció y me llevé una enorme sorpresa cuando el párroco me entregó las escrituras diciéndome que el viejo, como lo llamábamos todos los chicos del vecindario, había dispuesto que si él moría y yo no había terminado de pagar el importe total de la venta, igual se me entregasen las escrituras de la propiedad y así se hizo. No obstante, y aunque ya no tuve que seguir pagando renta, ahora venía en camino otro bebé y eso implicaba más gastos, de manera que me empleé en un auto lavado los fines de semana, y, además, algunas noches cubría a un amigo mío que trabajaba de portero en un bar. Por ese tiempo no pinté mucho, pues llegaba a casa agotado. Nació Sam y continuamos con nuestras vidas, pero la desgracia cayó sobre nosotros cuando Nathalie enfermó y él médico después de muchas pruebas, me informó que ella padecía cáncer de páncreas, pero lo peor era que no había nada qué hacer —en este punto hizo otra pausa y a Tiziano le habría gustado que no continuase, pero él lo hizo —Yo enfurecí con el pobre individuo y quise consultar con otro médico, pero Nathalie se negó diciendo que no valía la pena, pues en su opinión aquello era algo serio y ningún médico iba a equivocarse de ese modo, aun así, yo la llevé a otro hospital, aunque con el mismo triste resultado. A partir de ese momento fue como si me hubiesen lanzado por un precipicio, trabajaba como un autómata y vivía enfrentado a dos sentimientos, el de no querer ver como Nathalie se apagaba y él de querer pasar cada minuto posible a su lado. Ella siempre conservó el buen ánimo y nunca se quejó, pero me conocía lo suficiente y sabía que yo no podría con lo que se avecinaba, así que comenzó a obligarme a venir a la misa y a hablar con el párroco. Al principio yo me negué, pero por no contrariarla justo en ese estado, acepté acompañarla, pero prestaba escasa atención. Tres meses después del fatídico diagnóstico, mi Nathalie… nos dejó —de nuevo se detuvo y Tiziano lo vio hacer un esfuerzo por llevar aire a sus pulmones y deseó otra vez no tener que escuchar aquello —Hoy en día puedo sentirme agradecido de que aquella situación no se hubiese prolongado en el tiempo, ya que ella no tuvo que sufrir por mucho aquellos atroces dolores que la atormentaron durante los últimos días. No obstante, y a pesar de sus esfuerzos por prepararme para ese momento, igual perdí la razón, y en cuanto la última palada de tierra cayó sobre su tumba, me largué olvidándome de todo incluidos mis hijos, algo que demoraría mucho en perdonarme. Papá y Jack se ocuparon de los niños no solo durante esos días, sino después que me encontraron, porque cuando lo hicieron yo estaba ingresado en un hospital con un coma etílico. Los médicos le dijeron a papá que había estado a punto de morir, que al fin y al cabo era lo que yo habría querido entonces, otra cosa que vino a sumar peso a la culpa que me llevaría tantos años soltar, ya que casi dejé completamente huérfanos a mis hijos. Cuando salí de allí las cosas no mejoraron mucho, porque seguí bebiendo como un cosaco hasta que el párroco habló con papá y me ingresaron a una clínica con un programa igual al que utilizan para desintoxicar a los drogadictos, y donde permanecí alrededor de un año, porque mi problema no era solo el alcohol, sino mi poco interés en vivir, de manera que, en conjunto, me perdí de casi dos años de la infancia de mis hijos. Cuando finalmente salí de allí, casi no reconocía a mi propia hija y, de hecho, no conocía en lo absoluto a Sam, porque él aun no cumplía dos años cuando su madre murió. Me costó mucho reconstruir mi vida y creo que siempre me sentiré mutilado sin ella, pero aprendí a vivir con el dolor y me juré reponerme, porque no podía volver a hacerle aquello a mis niños. No obstante, y a pesar de que intenté seguir con mi vida de la forma más normal posible, no volví a pintar y pasaron muchos años antes de que fuese capaz de poner los pies en la que fuese nuestra casa, pero cuando finalmente lo hice, encontré una carta de Nathalie donde me pedía, entre otras cosas, que no dejase de pintar nunca, de manera que fue entonces cuando volví tomar un pincel en mis manos, y si bien siempre supe que sería imposible que mis pinturas llegasen a exhibirse en una galería, continué pintando y luego me dediqué a enseñar a otros —dijo mirando al grupo de chicos, pero, aunque Tiziano pensó que había concluido, aun agregó algo más —Todos esos chicos que ves, en su mayoría proceden de familias disfuncionales, incluidos los míos, porque en su caso, crecieron con un padre que luchaba y aun lucha contra el dolor y no para sobrevivir, sino para aceptar que solo muero un poco más cada día; con un abuelo poco dado a las expresiones de cariño, y con un tío drogadicto que, aunque le agradezco haber estado con ellos cuando yo no lo hice, hizo mucho daño a otros chicos induciéndolos a la adicción, de manera que, como te dije, no son malos, solo son el reflejo del ambiente en el que desgraciadamente les tocó crecer. Con lo que hago aquí no pretendo resarcir los daños o el abandono, pero como sé lo que viven esos otros niños, digamos que me siento bien al poder hacer algo para mantenerlos fuera de las calles, que se sientan queridos y que alguien aprecia sus talentos sean éstos los que sean. Especialmente en el caso de Paula, porque su madre murió a causa de una sobredosis y el culpable fue mi hermano.




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