
EA Wellington no es una empresa, sino un mundo empresarial que agrupa diversas marcas, firmas, y hasta consorcios enteros que quien se interese mínimamente por la economía, seguramente haya escuchado nombrar, pero son poquísimas las personas que saben que son propiedad de los Wellington. Haciendo a un lado lo anterior, hay dos cosas por las que es más conocido aquel apellido: una es la banca, y la otra, es por ser quienes manejan la empresa más grande del mundo en gestión de inversiones, y siendo aquella su principal actividad, manejan indecentes sumas billonarias en gestión de activos, fondos de inversión, gestión de riesgos y tecnología.
Charlotte era la presidente del Directorio, pero la cara visible era Nathan, quien independientemente de lo que pensara su familia, no solo era hábil, algo que sabía todo el que interesaba, sino carismático, excelente orador, y poseedor de una simpatía muy alabada por los medios, pero aquí era donde difería la familia, pues con ellos era decididamente antipático, autoritario y tenían la impresión de que no quería a ninguno de sus parientes.
Todos tenían algo de razón, tanto los que lo conocían poco, como los que lo conocían bien, pero, a decir verdad, los primeros solo veían lo que él quisiera mostrar, y los segundos no lo conocían tanto como creían.
Nathan aprendió pronto algunas cosas como, por ejemplo, que su madre era una criatura fría, insufrible y egoísta, cuya única meta era el poder, y no le importaba lo que tuviese que hacer para obtenerlo. En el caso de su padre, era un ser miserable que nunca tuvo la oportunidad vivir, ya que fue obligado a contraer matrimonio a la ridícula edad de diecisiete años con un monstruo a quien nunca logró amar, algo por lo demás una tarea ímproba para cualquiera, así que había decidido hundirse en el alcohol como única manera de soportar seguir vivo.
Por lo anterior, Nathan comprendió que sus padres no le eran útiles en ningún sentido, de modo que enfocó todos sus esfuerzos a seguir los pasos de quien sí lo era, su tía Charlotte. Sin embargo, por una parte, comenzaría a labrarse el futuro que quería muy temprano, pero por la otra, vivía dividido entre eso, y la preocupación por sus hermanos.
Evan era muy volátil y vivía metido en problemas, y si no fue expulsado de los colegios, o si sus huesos no terminaron en la cárcel, fue gracias a los buenos oficios de Nathan, y al enorme peso de su apellido.
Rosemary parecía no saber ni en qué mundo vivía y se perdía hasta en su propia casa, así que cuando no estaba en ella y de no haberla tenido vigilada, quién sabe dónde habría terminado.
Brooke era un problema todo él, porque aparte de su inquietud, algo que lo hizo sufrir toda clase de accidentes que fueron desde huesos rotos hasta heridas más serias que ameritaron cirugía, cuando fue algo mayor, comenzó el calvario con la imposibilidad de mantenerlo alejado de los casinos.
Y la más pequeña, Layla, era una criatura frágil, enfermiza, introvertida y silenciosa hasta el punto de la exasperación, pero, además, Nathan estaba seguro que en cualquier momento iba a desaparecer, bien fuese por lo que parecía una salud muy precaria, o porque ella misma decidiese abandonar este mundo.
Con la poca atención de una madre, y la ausencia casi total de un padre, Nathan hizo lo que pudo por sus hermanos, y era por eso que ellos lo veían como un ser frío, distante y autoritario, pero en algún punto decidió que no podría superar sus propios retos y alcanzar sus metas, si perdía la mitad de su vida cuidando de ellos. De manera que tomó la decisión de dejar de perseguirlos, se conformaría con los informes de los guardaespaldas y así lo hizo. Se ocupó de evitar que Evan terminase preso cuando fue necesario; de que Rosemary contara con alguien que evitase que su hermana terminara inadvertidamente en otra ciudad; de que su padre hiciese el esfuerzo por al menos acompañar a Brooke al psicólogo para tratar su adicción; y después que los médicos le examinaron hasta el último cabello a Layla concluyendo que su enfermedad era nerviosa, se olvidó de ella también, pues parecía no estar en su sistema darle lo único que la chica necesitaba de veras, es decir, atención y afecto.
De ese modo pudo ocuparse a tiempo completo de sus propios objetivos y se podía decir que, a sus ya muy próximos 32 años, los había alcanzado con resonante éxito, y lo único que ensombrecía su futuro era Tiziano, sin embargo, confiaba en que su primo saliera de su camino por voluntad propia, algo que lucía bastante posible justo en aquel momento en el que había terminado de leer el informe de sus espías. Se giró en su sillón y esbozó una sonrisa mientras veía el atardecer sobre la city desde el piso treinta, donde se encontraba su despacho.
Thinkara Bevec era más que una asistente legal, era inteligente, audaz y bella, de modo que Nathan había aprovechado todas las cualidades y habilidades de ella, pero si Thinkara soñaba con algo más, y lo hacía, perdía miserablemente su tiempo.
Editado: 06.12.2025