Sombras de un nuevo imperio (libro 2)

Capítulo 13: El rostro revelado

El frío penetrante de la noche se filtraba a través de las paredes, cortando la habitación de acero con su viento helado. El sonido de los pasos de los guardias se desvanecía lentamente, hasta quedar en un profundo silencio. Sofía estaba allí, en ese lugar oscuro, rodeada de sombras y respiración contenida. El suelo bajo sus pies temblaba, y su cuerpo, agotado por las heridas, se negaba a moverse. Pero algo dentro de ella seguía luchando. Una chispa de ira, de desesperación, de ganas de sobrevivir.

El enmascarado se acercó. La figura que había estado manipulando su vida, orquestando cada movimiento, cada paso en su pesadilla, ahora estaba frente a ella. Sus ojos, invisibles tras la máscara, observaban fríamente. Sofía levantó la vista, aún con dificultad, y lo vio. La figura del hombre que había sido su sombra durante tanto tiempo, pero que ahora estaba a punto de mostrarse tal como era. En el rostro de él se reflejaban años de secretos, de poder, de una crueldad incomprensible. Sofía apretó los dientes. Sabía que este era el momento. Este era el rostro al que había estado enfrentándose sin saberlo.

Con una calma casi enfermiza, el enmascarado empezó a quitarse la máscara. Un movimiento lento, calculado, como si estuviera disfrutando de cada instante. El sonido de la tela rasgándose al desprenderse del rostro de hierro resonó en el aire, y Sofía vio, por fin, la verdad. La figura humana que tenía ante ella no era otro desconocido. Era alguien que ella había conocido, alguien de su pasado. Un hombre que había sido una parte fundamental en su vida, pero cuya identidad había estado enterrada bajo años de oscuridad.

Sofía no pudo evitar un estremecimiento. Los recuerdos la golpearon como una marea, cada uno más doloroso que el anterior. Él la observaba fijamente, como si disfrutara de su desconcierto, como si quisiera ver su sufrimiento. Pero Sofía, a pesar del miedo que se apoderaba de ella, luchaba con todas sus fuerzas por mantenerse en pie.

"Ahora sabes quién soy", dijo el hombre, su voz profunda y llena de frialdad. "Pero ya es demasiado tarde para arrepentirse."

Sofía tragó saliva, su mente ardía de rabia. No podía permitir que eso fuera el final. No podía rendirse. Con una rapidez sorprendente, lanzó un movimiento hacia un lado de la sala, donde sabía que estaba la pequeña cuchilla que había logrado esconder en su ropa, en ese último instante antes de que la capturaran. La sacó de su escondite y, en un solo movimiento, logró herir a uno de los guardias que se encontraba demasiado cerca. El hombre cayó al suelo, gritando, pero Sofía no dejó de moverse. En ese momento, la adrenalina la invadió como un torrente.

El enmascarado reaccionó al instante, ordenando a los demás guardias que la detuvieran. Pero Sofía estaba decidida. Con cada paso que daba, su cuerpo le gritaba que se detuviera, que se rindiera. Pero su mente, alimentada por la rabia y la venganza, no escuchaba. Corrió hacia la puerta, herida, pero con la única meta de escapar. Los guardias la perseguían, pero ella se movía como un animal acorralado, luchando por su vida.

Al llegar a un pasillo oscuro, Sofía tropezó, perdiendo el equilibrio, pero logró ponerse de pie rápidamente. La máscara del enmascarado seguía flotando en sus recuerdos, pero en ese momento, nada importaba más que huir. Los ecos de la persecución llenaban la sala. Sin embargo, ella ya había cruzado la línea. Ya no era una prisionera. Ya no era una víctima. El laberinto de pasillos era solo una vía hacia su liberación.

A medida que avanzaba, las fuerzas se desvanecían de su cuerpo. Cada paso que daba la acercaba a la libertad, pero también la hundía más en la desesperación. Sabía que lo que había hecho era peligroso, y que las consecuencias serían graves. Pero en ese instante, no importaba. Lo único que importaba era que estaba viva.

El sonido de los pasos se acercaba. Podía sentir su aliento en su nuca. Pero Sofía no se detuvo. Ni siquiera cuando la oscuridad la envolvió por completo. Sabía que este era solo el comienzo.

La llegada de la máscara fue un golpe directo a su percepción de la realidad. Cuando la vio, algo hizo clic en su mente. No podía recordar cuándo, ni cómo, pero sintió una desgarradora familiaridad con ella. ¿Por qué le resultaba tan familiar esa máscara? ¿Por qué sus manos temblaron cuando la vio tan de cerca?

Sofía no podía negar lo que sentía. Algo dentro de ella había despertado. Las piezas del rompecabezas caían lentamente en su lugar. Esa conexión entre ella y el enmascarado no era una coincidencia. No era una figura ajena. No era algo separado de ella.

El enmascarado... ¿sería posible que ella misma fuera el enmascarado? La idea comenzó a ser más real, más aterradora, a medida que los recuerdos se filtraban en su mente, no como flashbacks nítidos, sino como fragmentos de una historia distorsionada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.