"Sombras del Pasado: La Redención de Rodrigo Almonte"

Capítulo 9

 

Rodrigo observaba a Rosalía desde la distancia, decidido a abordarla y aclarar las cosas de una vez por todas. Se acercó a ella con paso firme, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

"Por eso me abandonas", comenzó, su voz temblorosa por la mezcla de dolor y rabia. "Tenías a otro mientras jugabas conmigo. Te divertiste, ¿verdad? Dime la verdad".

Rosalía lo miró con frialdad, sin mostrar ni una pizca de remordimiento. "Eres un idiota", respondió con desdén. "¿Cómo te imaginas que me voy a fijar en ti? Eres un pobre diablo. Yo solo quería diversión, y la encontré en ti. ¿De qué te quejas? Tú también lo disfrutaste".

Las palabras de Rosalía golpearon a Rodrigo como un puñal en el pecho. No podía creer la crueldad que emanaba de ella. "No puedo creer lo perversa que eres", murmuró, sintiendo una mezcla de incredulidad y dolor. "Debí hacer caso a Elizabeth y no hacerte caso".

Rosalía soltó una risa burlona. "Sí, hazle caso a tu amiga, que siempre ha estado enamorada de ti", dijo con sarcasmo. "Total, son tal para cual. Dos muertos de hambre".

Con esas palabras, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Rodrigo solo y sumido en sus pensamientos. La revelación de la verdadera naturaleza de Rosalía lo dejó aturdido, pero también lo liberó de las cadenas de una ilusión rota. Ahora, con el corazón herido, se enfrentaba a la dolorosa verdad de haber sido utilizado y desechado.

 

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Rosalía llegó a la casa visiblemente agitada, su respiración entrecortada reflejaba la tormenta emocional que llevaba dentro. Se enfrentó a su madre con desesperación en los ojos.

"¿Por qué me tengo que casar con Santiago, madre? No lo quiero. Es un viejo que me da asco, no me gusta", expresó con vehemencia, buscando comprensión en los ojos de su progenitora.

La madre de Rosalía la miró con frialdad, sin mostrar ni una pizca de empatía. "Y ¿con quién te casas entonces? ¿Con el muerto de hambre de Rodrigo?", respondió con desdén. "No me hagas reír. ¿Se te olvida quién te ha proporcionado esos viajes y gustos caros? ¿Quién te ha acostumbrado a la buena vida? Eso solo Santiago te lo puede dar, no ese peón".

Las palabras de su madre golpearon a Rosalía como un balde de agua fría. Se sintió atrapada entre la obligación y el deseo, entre la seguridad y la pasión. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que no podía ceder ante la presión de su madre. La idea de casarse con Santiago le resultaba insoportable, pero tampoco podía imaginar una vida al lado de Rodrigo.

Con el corazón en un puño y la mente atormentada por las expectativas familiares, Rosalía se enfrentaba a una encrucijada sin salida aparente, donde cada opción la llevaba por un camino de sacrificio y renuncia.

 

********************

 En la penumbra del atardecer, la cálida luz de la cocina iluminaba los rostros preocupados de Rodrigo y su madre, Ana.

—¿A qué vas para la capital, madre? —preguntó Rodrigo, con una mezcla de curiosidad y preocupación en su voz.

Ana, una mujer de mirada serena y gesto decidido, suspiró antes de responder.

—Voy a visitar a tu tía. Me dijo que está enferma y quiero llegar a verla. Solo serán unos días —explicó con suavidad, intentando tranquilizar a su hijo—.

Rodrigo, con los ojos nublados por la preocupación y el cansancio, asintió lentamente. La boda de Rosalía, era un asunto que todavía le quemaba el corazón y que intentaba ahogar en el alcohol, sin éxito.

—Hijo, tienes que pensar en ti —dijo Ana, con un tono firme y maternal a la vez—. Deja ya de tomar, que el alcohol no va a acabar tus problemas, solo los incrementa.

En ese preciso momento, Elizabeth, entraba en la cocina. Su mirada reflejaba una mezcla de comprensión y apoyo. Se acercó ay le puso una mano en el hombro.

 

—Tu madre tiene razón, Rodrigo —dijo Elizabeth con dulzura—. Sabes que estamos aquí para ti. No tienes que pasar por esto solo.

 

Rodrigo bajó la cabeza, sintiendo el peso de las palabras de su madre y Elizabeth. La calidez de su apoyo empezaba a derretir el hielo que había crecido alrededor de su corazón. A pesar de la tormenta interna, en ese instante, sintió una chispa de esperanza. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, pero con su familia a su lado, estaba dispuesto a intentarlo.

 

***************

Ana se preparaba para partir hacia la capital, ajustándose el chal con manos temblorosas. En la puerta de la casa, Teresa esperaba, observando a su amiga con una mirada llena de preocupación y comprensión. Ana se acercó a ella, susurrando palabras cargadas de angustia.

—Cuídame a mi muchacho en estos días —le pidió Ana, con una voz quebrada por la emoción—. Voy en busca de su padre para que me ayude a poder sacar a Rodrigo del pueblo. No quiero que mi hijo sufra. Me duele verlo así.

Teresa, una mujer robusta y de corazón generoso, le tomó las manos a Ana, apretándolas con firmeza.

—Tranquila, amiga —respondió Teresa con un tono decidido y sereno—. Sabes que yo lo cuidaré como si fuera mi hijo. Rodrigo estará bien conmigo, te lo prometo.



#5454 en Novela romántica

En el texto hay: pasado, negocio, rancho

Editado: 15.07.2024

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