Después de aquel día, Rodrigo se fue acercando más a Dieguito. El niño estaba completamente emocionado porque conocía a su papá. Verlo trabajando y visitar la empresa de su padre era un mundo nuevo para él. En la escuela, no paraba de hablar de su padre, y Elizabeth sonreía cada vez que lo escuchaba. No pudo evitar que un pensamiento cruzara por su mente: en algún momento, ella había soñado con tener una familia con Rodrigo.
"Prepara tu mochila para mañana, Dieguito. Vas a ir a la escuela," dijo Elizabeth con una sonrisa, mientras acariciaba cariñosamente la cabeza de su hijo.
"Mamá, ¿sabes qué? Mañana mi papá me va a ir a recoger a la escuela," respondió Dieguito con los ojos brillando de emoción. "Estoy tan emocionado porque mis compañeros van a poder conocerlo. Les he hablado tanto de él que no pueden esperar para verlo."
Elizabeth sonrió, sintiendo una mezcla de ternura y nostalgia. "Eso es maravilloso, mi amor. Estoy segura de que tus amigos estarán muy impresionados cuando conozcan a tu papá. Estoy tan feliz de verte así, tan contento."
Dieguito asintió, todavía lleno de entusiasmo. "Sí, mamá. Será genial. Papá me prometió que me mostraría algunas cosas más de su trabajo. ¡No puedo esperar!"
Elizabeth continuó acariciando su cabeza, su corazón lleno de amor. "Estoy tan orgullosa de ti, Dieguito. Y estoy segura de que tu papá también lo está. Ahora, vamos a preparar todo para que tengas un día perfecto mañana."
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Por supuesto, aquí tienes el texto adaptado en formato de narración de novela:
La mañana siguiente, cada quien se fue a cumplir con sus obligaciones. Don Diego se dirigió a la empacadora a trabajar con Rodrigo y su familia. Elizabeth y su madre se pusieron a trabajar en el restaurante, mientras Dieguito se fue a la escuela.
Elizabeth aprovechó la tarde libre, ya que Dieguito la pasaría con su padre, para resolver unas diligencias. En el camino, se encontró con Saúl, un joven del pueblo que estaba enamorado de ella y que no perdía la esperanza de que algún día le hiciera caso.
"Hola, Elizabeth," saludó Saúl con una sonrisa amplia.
"Hola, Saúl. ¿Cómo estás?" respondió Elizabeth, correspondiendo a la sonrisa.
"Bien, pero no tan bien como tú, que estás tan hermosa como siempre," contestó Saúl, provocando una sonrisa en Elizabeth.
Del otro lado de la calle, en el parque, había un par de ojos observándolos. Rodrigo, que estaba con Dieguito, notó la interacción. Con un ceño fruncido, le preguntó a su hijo, "¿Quién es ese hombre que habla con tu mamá?"
Dieguito, ajeno a la tensión en la voz de su padre, respondió inocentemente, "Es un amigo de ella."
Rodrigo solo asintió, pero no pudo dejar de observarlos. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza mientras seguía con la mirada a Saúl, cuestionando la naturaleza de su relación con Elizabeth y sintiendo una mezcla de celos y preocupación.
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Era ya de noche cuando Rodrigo llevó a Dieguito a la casa de Elizabeth.
"¡Hola, mami! Ya llegué," exclamó Dieguito al entrar.
"Hola, mi corazón. ¿Cómo te la pasaste?" preguntó Elizabeth con una sonrisa.
"Muy bien, mami. La pasé muy bien con mi papá, mis abuelos y mis tíos."
"¡Ay, qué bueno, corazón! Ve a dejar la mochila en tu habitación y ve a lavarte las manos que la cena está lista," respondió Elizabeth.
Rodrigo se quedó en la puerta, observando la escena. Elizabeth se volvió hacia él y lo saludó. "Hola, Rodrigo. ¿Cómo estás?"
"Muy bien," contestó Rodrigo, algo distraído.
"¿Te quedas a cenar?" preguntó ella, viendo su oportunidad para prolongar el momento.
Rodrigo se quedó pensando por un instante y luego asintió. "Sí, no hay ningún problema."
Mientras Elizabeth se dirigía a la cocina, Rodrigo la detuvo con una pregunta que había estado rondando su mente desde la tarde. "Te vi esta tarde con un hombre. ¿Quién es ese tipo?"
Elizabeth lo miró con sorpresa y un toque de irritación. "Perdona, pero esas son cosas que a ti no te tienen que importar," respondió con firmeza.
"Claro que sí me importan. Eres la madre de mi hijo, y por supuesto que todo el que esté a su alrededor me incumbe," replicó Rodrigo, con un tono de voz más elevado.
Elizabeth se rió de manera sarcástica. "¿En serio? ¿Ahora vienes a reclamarme con quién hablo o no hablo? No es tu problema, Rodrigo."
"No voy a permitir que personas que podrían hacerle daño a mi hijo estén cerca de él," dijo Rodrigo, molesto.
Sin decir más, Rodrigo se dio la vuelta y se fue, dejando a Elizabeth con una mezcla de frustración y confusión. Ella cerró la puerta, tratando de calmarse antes de reunirse con Dieguito para la cena.
Los padres de Elizabeth iban llegando a la casa cuando vieron a Rodrigo marcharse en su camioneta.
"Hija, ¿qué le pasó a Rodrigo?" preguntó su madre, preocupada por la expresión seria en el rostro de su yerno.