Capitulo 24
Rodrigo se tomó unas semanas para disfrutar con Dieguito y Elizabeth. Habían pasado días maravillosos juntos, llenos de risas y momentos inolvidables. Ahora, mientras el sol empezaba a ponerse, el trío regresaba a casa, cansados pero felices.
Al llegar, Rodrigo miró a Elizabeth con una expresión seria pero gentil. "Elizabeth," dijo, tomando su mano, "ya es hora de que me integre de nuevo al trabajo en la empresa."
Elizabeth asintió, comprendiendo la importancia del momento. "Me gustaría que me acompañaran mañana," continuó Rodrigo, "para que vean todo, todo lo que hacemos allí."
Ella sonrió, sintiendo una mezcla de emoción y responsabilidad. "Está bien," respondió con firmeza, "mañana te acompañamos."
Escuchaste mi amor lo que dijo tu papa si mami respondió el niño estoy muy emocionado el abuelo me conto que hacen muchas cosas
Elizabeth se volvió hacia Dieguito, que escuchaba atentamente. "¿Escuchaste, mi amor, lo que dijo tu papá?"
"Sí, mami," respondió el niño con los ojos brillantes. "Estoy muy emocionado. El abuelo me contó que hacen muchas cosas."
Así es corazón así que vamos a dormir por que mañana tenemos que levantarnos temprano , hasta mañana rodrigo voy a preparar el niño para que se duerma y cada quien se dirijo a su habitación.
Elizabeth acarició suavemente el cabello de Dieguito. "Así es, corazón. Así que vamos a dormir porque mañana tenemos que levantarnos temprano."
"Está bien, mami," dijo Dieguito, con un pequeño bostezo.
"Buenas noches, Rodrigo. Voy a preparar al niño para que se duerma," dijo Elizabeth mientras se dirigía hacia la habitación de Dieguito.
"Buenas noches," respondió Rodrigo, observando cómo ambos se dirigían a sus respectivas habitaciones.
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En la madrugada, Rodrigo se despertó con una intensa sed. Se levantó con cuidado, tratando de no hacer ruido, y se dirigió a la cocina. Al entrar, se encontró con Elizabeth, que estaba tomando un vaso de leche. El ruido de sus pisadas hizo que ella se volviera bruscamente.
"¡Qué susto me diste!" exclamó Elizabeth, llevándose una mano al pecho.
"Perdón, no fue mi intención," respondió Rodrigo con una sonrisa. "¿No podías dormir?"
"No," contestó ella, suspirando. "Tengo insomnio. ¿Y tú?"
"Yo bajé a tomar agua," dijo él, mientras abría la nevera para sacar una botella.
"Ah," respondió ella, embelesada, mirándolo fijamente. Rodrigo solo llevaba el pantalón del pijama y tenía el torso desnudo, su figura recortada por la tenue luz de la cocina.
Mientras Rodrigo observaba a Elizabeth, quien se veía encantadora con su pijama de conejito y un bigote de leche, una sonrisa se dibujó en su rostro. Se acercó despacito, casi sin hacer ruido, y notó cómo ella empezaba a ponerse nerviosa. Con voz suave, él le dijo:
—Tienes un bigotito hermoso de leche.
—Sí —respondió ella tartamudeando.
—Te lo quiero quitar —añadió él, acercándose aún más.
En lugar de usar una servilleta, Rodrigo decidió utilizar sus labios. Lentamente, se inclinó hacia ella y, con un gesto tierno y decidido, le dio un apasionado beso que borró el bigote de leche y dejó en el aire una sensación de magia y deseo compartido.
Elizabeth quedó en shock, sus ojos fijos en los de Rodrigo. Él, con un brillo intenso en la mirada, le dijo:
—Estoy sintiendo muchas cosas, y si no me detienes, te voy a hacer mía.
Ella no dijo nada, sus labios sellados por la sorpresa y el deseo. Rodrigo interpretó su silencio como un sí y, sin más, comenzó a besarla apasionadamente. Elizabeth respondió a sus besos, entregándose a la intensidad del momento.
Sin previo aviso, Rodrigo la cargó en sus brazos y, con pasos firmes y decididos, se dirigió con ella a su habitación. Allí, en la intimidad de su espacio, le hizo el amor, cada caricia y beso cargados de una pasión que ambos habían estado conteniendo durante mucho tiempo.
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Elizabeth sintió que todo había sido un sueño. Suspira profundamente, y al sentir una caricia, abrió los ojos lentamente. Se sorprendió al darse cuenta de que todo había sido real. Quiso salir corriendo, pero Rodrigo la detuvo suavemente.
—¿A dónde vas? —le preguntó en un susurro.
—A mi habitación —respondió ella nerviosa.
—¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotros anoche? —inquirió Rodrigo, observándola con intensidad.
—Tengo miedo, Rodrigo. No quiero volver a ilusionarme —le dijo con tristeza.
Rodrigo, con el rostro lleno de arrepentimiento, le respondió:
—Sé que te lastimé en el pasado, pero estoy dispuesto a remediar todo lo que te hice. Te lo prometo.
Se acercó a ella y le dio un beso, sellando así su juramento. Elizabeth sintió la sinceridad en sus palabras y, aunque el miedo no desapareció del todo, en ese beso encontró una chispa de esperanza.