La mañana siguiente trajo una calma engañosa. El sol brillaba sobre la ciudad como si nada hubiera ocurrido, pero dentro del apartamento de Fernando, la tensión era palpable. El cuaderno de Eugenia seguía cerrado sobre la mesa, como si contuviera algo que ninguno de los dos quería volver a tocar todavía.
—¿"Prueba"? —repitió Eugenia mientras revisaba sus notas—. ¿Una entidad que evalúa a quienes usan el don? ¿Qué clase de ser hace eso?
Fernando caminaba de un lado a otro. No había dormido. Sus sueños ya no eran lugares que él controlaba: ahora eran túneles oscuros, con puertas cerradas… y alguien al otro lado tocando, siempre tocando.
—Tiene lógica —dijo él, finalmente—. Si hay algo como este don, como nuestra conexión… entonces debe haber algo más antiguo que lo vigila, que mantiene el equilibrio. Como un guardián del mundo de los sueños.
—Un vigía —murmuró Eugenia—. Pero no creo que esté de nuestro lado.
—No… ni en contra. Sólo… probándonos.
Eugenia abrió su computadora. Comenzaron a investigar. No en sitios científicos, sino en lo oculto: archivos olvidados, foros de sueños lúcidos, textos antiguos digitalizados, y hasta diarios personales subidos por gente anónima. Lo que encontraron los dejó helados.
—Aquí —dijo ella, señalando la pantalla—. Un fragmento de un grimorio en latín. Habla de un "Custos Somniorum". El Guardián de los Sueños. Según esto, no es una entidad única, sino una manifestación del inconsciente colectivo. Se aparece a aquellos que "trascienden el umbral de los sueños sin permiso".
Fernando se inclinó hacia la pantalla—. Y si lo que enfrentamos es eso… tal vez ahora seamos parte de algo mayor.
—¿Y si lo que quiere probar… es si merecemos seguir existiendo con este don?
Fernando no respondió. En su mente, la imagen de los ojos brillando desde el velo negro aún ardía con fuerza. Pero había algo más: una palabra que seguía repitiéndose en los ecos de su memoria desde aquella noche.
—"Hypnos" —murmuró.
Eugenia lo miró, confundida—. ¿Dios del sueño?
—No. No exactamente. En algunas versiones, Hypnos no duerme. Él crea los sueños, pero también custodia el acceso a ellos. Tal vez la entidad que vimos no sea el Hypnos mitológico, pero algo o alguien que adopta ese nombre. Algo antiguo… muy antiguo.
En ese instante, el cuaderno de Eugenia se abrió solo. La página quedó en blanco unos segundos. Luego, una frase apareció, escrita en la misma tinta oscura:
"El conocimiento no exime la prueba. Solo la prepara."
Fernando y Eugenia se miraron, en silencio.
Sabían que no había vuelta atrás. El Custos los había marcado. Y su primera prueba estaba cada vez más cerca.