Las necesidades del ser humano van más allá de vestimenta o alimento. La primordial es la que te hace estar bien contigo mismo, aquella con la que te proteges; te sientes seguro.
Tenemos tres máscaras. Frágiles como el papel y fuertes como la hipocresía; y aquel que diga que esta última no cabe dentro de sí; está siendo el doble de hipócrita consigo mismo.
La primera y la más importante; es la que únicamente tú conoces. La que saca tus virtudes, y conoce tus lados más oscuros. La que sabe de lo que realmente eres capaz; y de lo que ni en sueños vas a lograr.
Todos tienen miedo a mostrarse cómo verdaderamente son. Sólo tú lo sabes, si corres con la suerte de no perder la cabeza antes de descubrirte realmente.
La segunda, es lo que aparentas ser; lo que quieres y luchas con ser día a día. Lo que ansías que la gente note. Pero hay un problema; eso no eres tú. Y ahí es cuando caes en cuenta de lo hipócritas que podemos llegar a ser como seres humanos. Si lo eres contigo, ¿qué te hace pensar que no lo serás con alguien más?
Y la última, la menos importante y a la que mayor atención prestamos: la que la gente ve.
Lo que piensan de nosotros. La máscara que tiene la capacidad de aferrarse hasta dejar cicatrices; la única que logra cambiarte. Aquella que busca hundirte, que es falsa incluso contigo. En la que los que te adoran verán absoluto resplandor y los que opinan lo contrario la verán podrirse lentamente.
La noche se hace larga y ha llegado el momento de removerlas de ti. Tu cara se desestresa, el peso con el que has cargado durante el día te tiene tan cegado que una de ellas se rompe. Por suerte, no es la tercera. No fue su culpa, porque al final de todo esto, la máscara te elige a ti y peor aún, las tres son iguales, engañosas. Debes ponerte una nueva, y no sabes cuál será. Buena suerte.