“¡No puedo creerlo! Debo estar soñando... ¡Esto no puede estar pasando!”
Antes de que pasaran las cosas más extrañas, solo pasaron cosas un poquito raras. Ya en casa, Ube se puso a buscar entre sus prendas más formales una que fuera perfecta para usar en un acontecimiento como el que tenía aquella tarde.
—¡Moni! —exclamó cuando vio la silueta de su hermana asomarse por el hueco de la puerta—. ¡Moni, ayúdame a buscar ropa!
—Vaya, Ube, por los ruiditos pensé que me encontraría con una escena del crimen.
—No exageres.
—Estás sudando... —Moni frunció la boca antes de cuestionar con sorpresa—. No es posible, ¿tienes una nueva entrevista?
—Sh, cálmate —pidió—. No es tanto así como una “entrevista”, es más bien una “reunión de negocios”, ¡súper confiable!, ¿lo notas?
—Entonces ¿por qué las comillas?
—¡Porque es “súper confiable”!
Moni apretó un lado de sus mejillas con dubitación antes de ir a sentarse en la cama que quedaba al frente del ropero de Ube. El desastre era muy evidente; las ropas estaban amontonadas de un lado y otro frente a las puertas del armario, y lo peor (lo peor para Ube) es que los montones estaban conformados por pura ropa informal...
—¿Una qué en dónde? —preguntó por tercera vez Moni al escuchar sobre la invitación de la vieja Ahhdla.
—Una reunión en el bar La Cueva, esta tarde.
—¡Es súper sospechoso! ¿Y si en realidad es una secta o algo así de monstruoso?
—Sería una secta de negocios, tampoco suena tan mal —respondió Ube completamente despreocupada—. La señora parecía buena gente; seguro que está buscando personal para limpiar el bar o...
—¡O para aspirar su casa encantada!
—Sí, también puede ser para eso.
—Ube...
—¿Qué? ¡Ey, no pasa nada! Es solo una reunión un lunes por la tarde, ¡no tiene nada de sospechoso! Además, en caso de que lo tenga, simplemente puedo salir de allí y no volver. ¡Es sencillo! No te preocupes, Moni, no va a pasarme nada.
—Con tantos locos que hay hoy en día...
—¡Ja, tranquilaaa! Estoy casi segura de que era una mujer cuerda...
—...
Ube se había pasado la tarde probándose uno y otro atuendo de los que tenía en su armario, para al final terminar por decidir que no llevaría absolutamente nada de lo que tenía allí. Por el contrario, lo que terminó eligiendo fue un atuendo formal que le sugirió su hermana de entre sus ropas. Constaba de una camisa, una falda gris con un saco a juego y una corbata granate. Era la ropa perfecta, pero no podía tardarse en el acontecimiento porque lo ensuciaría sin falta y ese resultaba ser el uniforme que usaba su hermana para el trabajo en la oficina. Afortunadamente le dijo que era sin presiones...
Varios minutos antes de la cita en el bar, Moni continuaba cerciorándose de que su hermana estuviese cien porciento segura de lo que estaba haciendo, porque ella no lo estaba, claramente.
—¡Sí, sí, estoy segura, Moni! —respondió Ube—. No te acostumbres a fruncir tanto el ceño que te saldrán arrugas antes de los treinta. ¿Ya viste mi frente? ¿No es gloriosa?
Moni quería darle una paliza justo allí.
—Tu frente no existirá por mucho si te usan como sacrificio a los dioses de la muerte y esas cosas —divagó.
—¿Dioses de la qué? Ajajajajajaj, ¿qué demonios? ¡Tienes que calmarte! Voy a estar bien; si pasa algo, pues corro hasta la salida y listo.
—Correr, sí claro, ¿y si te cortan las piernas?
—Algo se me ocurrirá —dijo Ube con una sonrisita.
“Queda a tres cuadras del supermercado...: listo; girando a la derecha y... siguiendo una cuadra más...; ya está. Entonces... debe ser aquí, ¿no?” En serio había un cartel fluorescente que decía “La Cueva” allí, pero ella todavía se lo preguntaba.
—¡Ahhh, el cartel, claro! —Negó con la cabeza antes de ingresar.
Empujó la puerta del bar y pensó en muchas cosas mientras entraba; cosas como las que podía esperarse de un sitio como aquel, que, cabe mencionar, acabó por desentonar completamente con su atuendo... ¡Dos horas probándose ropas para nada! Al final, su uniforme perfectamente formal era lo que hacía que su estilo chocase con todo en su entorno.
¿Que acaso la vieja no le había dicho que vistiera algo oscuro? ¡Fue eso lo que hizo; vistió algo oscuro y elegante, por supuesto! Como era una reunión de negocios, ¿no era obvio que debía llevar sus mejores galas? Bueno..., al parecer no era así. Cuando ingresó, de hecho, no pudo evitar preguntarse si habría entrado al lugar correcto: llegó a pensar que capaz se hubo equivocado de puerta o algo así.
Esa... definitivamente no era una reunión de negocios... ¡No! Mejor dicho... ¡era un circo macabro! ¡Exactamente! ¡Todo eso tenía que ser una broma! Para que se hagan una idea, imagínense el color negro y un montón de luces amarillentas; las luces parpadean cada vez que una persona (si se les puede llamar así) pasa enfrente de ellas; el ambiente es ligeramente ruidoso por un momento, pues hay grupos hablando entre ellos casi animadamente; Ube no conseguía distinguir lo que decían. Había dos grandes candelabros antiguos en el techo y mesas de madera en cada rincón; solo el centro estaba desocupado.
Por otro lado, la gente era lo más espectacular. O no, no era la gente ¡sino su vestimenta! Lo primero que Ube percibió desde que entró fue un garfio. Sí, ¡un garfio! Había piratas allí, y lo más peculiar es que sus vestimentas ¡eran muy realistas! Es decir, hasta parecía que eran piratas reales... Había una muchacha con parche y toda la cosa, ya solo le faltaba el lorito en el hombro para ser la representación gráfica de sus sueños de la infancia. ¡Ah! Y no eran solamente los piratas los grandes maestros del disfraz, sino que allí había de todo un poco. ¡Hadas, brujas, duendes! Adultos o jóvenes; los había de toda clase. Todo menos gente vistiendo tan elegante como ella creía que se debía asistir.
“¿En qué lugar vine a parar?”
Era casi seguro para ella que se había metido en un sitio que no tenía nada que ver con lo que buscaba, así que decidió marcharse lo antes posible. Sin embargo, antes de que llegase a la puerta principal, una voz hizo que se detuviera bruscamente.
—¡Todos, a bajar la voz! ¡Demos comienzo a nuestro gran acontecimiento!
Ube se giró una vez más hacia el centro para encarar a la anciana, cuya voz oía con claridad sin necesidad de que esta estuviese utilizando un micrófono.
—¡Bienvenidos sean todos mis queridos invitados! Favor apagar los celulares y no conversar en voz alta, que lo que voy a decirles ahora ¡podría cambiar sus vidas y sus estómagos para siempre! ¡Escúchenme bien, damas y centauros aquí reunidos! Damos inicio oficial a nuestra reunión de negocios.
Cuando terminó de hablar hizo un gesto con la mano hacia un costado, apuntando a un sujeto con disfraz de calavera que instantáneamente se puso a tocar el piano.
¿Qué estaba pasando allí? ¡Es que sin falta todos llevaban disfraces! Ube comenzó a preguntarse si quizás cuando la vieja Ahhdla le dijo que vistiera ropa oscura en realidad se refería a la simbología de la oscuridad y no a los colores que lo representan solamente. ¡Un pirata; una parca; un motociclista (quizás)! Pero ella había entendido todo mal. Todavía podía ser una colegiala zombie o algo menos trucho, pero no era el punto teniendo en cuenta que había ido para una reunión y no para una fiesta de disfraces...
No obstante, sus oídos la hicieron ceder a la música que interpretaba el hombre calavera, porque no estaba nada mal: le daba al ambiente un toque de elegancia sin dudas. La melodía era baja y tranquila, propia de una reunión como debía ser, así es que si se le quitaba todo el resto probablemente no habría en ese acontecimiento nada demasiado extravagante... De pronto los compaces fueron entremezclándose con la voz rasposa y animada de la anciana, que volvía a dirigirse a su variado público.
—Permítanme comenzar este encuentro haciéndole a todos una pregunta —A continuación, miró de un extremo a otro de la sala y prosiguió—: ¿Creen que es posible viajar dentro de un sueño?
¡Vaya movimiento, señora Ahhdla! Es de lo más normal que preguntan en las reuniones o entrevistas, claaro. Pero ¿qué fue eso exactamente? Entre todos los presentes se esparció un murmullo desconcertado. De pronto alguien habló:
—¿Viajar a un sueño...? —cuestionó la voz grave de un hombre a lo lejos. Cuando Ube se inclinó hacia el frente para ver de quién se trataba, notó que era uno de los sujetos vestidos de parca que se encontraba más hacia adelante. Como llevaba una capucha, solo eran visibles su mentón, su boca y parte de su nariz; pero su voz sí que era fácil de distinguir entre los murmullos.
—Eso es, jovencito —respondió la anciana—. Viajar dormido y ver cada sueño, cada pesadilla; despertar cuando quieras; vivir las más osadas aventuras allí dentro ¡y no sufrir al notar que amanece! —exclamó, esperando del público la gran aclamación que llegó en cuestión de minutos.
—¡Cuéntanos más!
—¡Sí, muéstranos cuánta verdad hay en tus palabras!
La anciana se echó a reír en medio del salón.
—Sé que los sorprende, pero hay en mis palabras una gran verdad. ¡Y no solo una! Pero la principal es la verdad que se oculta tras este reclutamiento. Los convoqué aquí hoy para que conozcan esta iniciativa y sepan que es una posibilidad real. Solo ustedes están enterados de ello, y por lo tanto, ¡son los elegidos para realizar el Gran Viaje al mundo de los sueños!
—Pero eso no debería ser legal; la Ley de los Cielos no lo permitiría —se escuchó que alguien decía desde un costado del salón. Ube pudo ver que se trataba de un sujeto con uniforme de soldado espartano o algo así, que llevaba el pelo largo y el rostro, lleno de consternación, cubierto por un casco de hierro.
—Y ¿tú quién eres? ¿uh? —preguntó la vieja.
El “soldado” pareció indignarse bastante con su pregunta, pero no estalló ni dijo nada indebido.
—¡S-señora-...!
—¡Ep!
El soldado carraspeó.
—Quiero decir, querida dama Ahhdla. Permítame presentarme de nuevo. Soy su servidor, Kamelot Fieris Trall Segundo, hijo de Raggantus Fieris y Doreya Trall, guerreros de la ciudad de Trampla en el Reino de los Cielos-...
—Un momento, un momento —interrumpió la mujer—. Se va por las ramas, joven Fieris.
—Eh, Kamelot.
—Sí, eso. Verás, yo no conozco a tus padres, pero creo que ya me acordé de la ocasión en que nos encontramos y aproveché para reclutarte.
—Bueno, querida Ahhdla, pero no me dio usted ningún detalle sobre esta reunión, ¡y ahora me entero que va en contra de la Ley de los-!
—Como sea, como sea, hijo, olvídate de eso. Las leyes de este mundo no tienen relación ninguna con el mundo de los sueños. Puedes estar tranquilo, no te van a castigar.
El soldado se quedó medio pensativo por un instante.
—¿Está segura? Porque debo hacer cumplir la Ley...
—¿Qué es usted? Un soldado encubierto ¿o qué?
El rostro del soldado se puso rojo.
—¡Jamás! ¡No dude de mi presencia, querida Ahhdla!
—Bueno, está bien. Entonces ¿puedo seguir?
—Adelante, adelante.
—¡Presten suma atención a la pantalla para comprender mejor la explicación que voy a darles!
Seguidamente, desde las vigas del techo se desplegó un rollo de tela blanca que haría de pantalla para el vídeo que tenía preparado la anciana. Primeramente, en las imágenes se pudo ver una especie de tubo de colores muy brillantes. Y justo después, Ube dejó de prestar atención...
Bueno, resulta que ocurrió algo que, según ella era mucho más intrigante que todo lo que tenía que ver con el viaje, y es que el mismo sujeto de antes, el de disfraz de parca, se había puesto a caminar en su dirección. Parecía abrirse paso fácilmente entre la muchedumbre, hasta que consiguió llegar en donde Ube se encontraba. No dijo nada; ni una palabra, hasta que Ube lo trató de identificar con la mirada. Entonces, se le salió un resoplido pesado:
—La mujer habla fuerte, desde aquí se escucha mejor —dijo tratando de explicarse.
—Sí, bueno... ¿Tú quién eres? —Ube no perdió tiempo en preguntar.
El sujeto se quedó en silencio unos segundos. Y al parecer tenía por costumbre resoplar.
—Mi nombre es Veil. ¿Tienes idea del asunto en que te has metido?
—¿Solo Veil? ¿Eres huérfano o algo?
—Solo Veil; no soy de aquí.
—Ohh. Y ¿qué onda con la señora esta? ¿Tú sí la conoces?
—Superficialmente sí, y tengo una intuición con respecto a ella.
—¿Intuición? ¿Qué eres? ¿Una mamá o un superhéroe?
—...
—No me hagas caso. ¿Cuál es esa intuición tuya? ¿La creerías capaz de prender fuego al lugar cuando la fiesta comience y todo se descontrole?
—Por supuesto que no, es el bar de su esposo.
—Ahhh, es cierto. Y ¿quién es su esposo?
El hombre de capucha se inclinó hacia la derecha y le señaló a Ube un sujeto a la distancia.
—Ooh, el hombre con disfraz de calavera.
—¿Disfraz...?
—En fin, ¿cuál es la intuición esa que dijiste?
—Ah, bueno..., intuyo que existe una posibilidad de que la mujer no nos esté diciendo la verdad o al menos no nos dice todo lo que debemos saber. O ambas, siempre puede ser ambas.
—Yo creo que tiene una aventura con el de disfraz de pirata —murmuró Ube, y un segundo después se dio cuenta de que el contrario se fijaba en ella sin gracia.
—¿Qué dices?
—Nada. Creí que jugábamos a las suposiciones.
—Ese juego ni existe. Oye, pero hablo en serio, no deberías-...
Todo el público comenzó a aplaudir repentinamente. Y evidentemente que iba a ser repentino para Ube si no había prestado atención a nada de la explicación que se estaba dando. Ya solo alcanzó a escuchar la parte final, posterior a los aplausos, cuando la anciana Ahhdla decía:
—Desde este osado primer paso ha comenzado nuestro Gran Viaje Astral.
—...