Soñando con los ojos abiertos

Capítulo 2

 

No podía creer lo que oía. ¿Qué se había creído ese chófer?

—¿Cómo que no me puedo ir? —pregunté en voz alta, indignada.

—Señorita, usted... —empezó a balbucear algo nervioso. Yo estaba atenta a sus palabras, pero también tenía prisa por marcharme.

Antes de que pudiera dar un paso hacia la salida, Daniel se calló. Lo miré y vi que su mirada estaba fija en algo detrás de mí.

—Daniel, amigo mío, ya era hora de que volvieras —dijo una voz masculina que me heló la sangre.

Seguro que era el dueño de la fiesta. Sentí una oleada de vergüenza y quise desaparecer. No quería que me viera la cara, por si se daba cuenta de que yo no era una invitada y pensaba que me había colado. Así que giré la cabeza hacia un lado e intenté fingir que me interesaba mucho un florero que había cerca. Menos mal que estaba de espaldas y no podía verme. Así sería más fácil escapar sin llamar la atención.

—¿Dónde está ella?

—Buenas noches, señor, estaba buscándolo... —dijo Daniel con voz temblorosa, intentando disimular su nerviosismo.

Yo me sentía atrapada entre los dos, con el cuello torcido y el corazón acelerado.

—¿Y mi prometida? —insistió el hombre—. No me digas que estaba indispuesta...

—No, no... ella... —¿Cómo era posible que hubiera una fiesta de compromiso sin la novia? Entonces recordé que yo también había faltado a la boda de mi amiga, y sentí la urgencia de irme. Aún estaba agarrada por el chófer, así que traté de soltarme con disimulo, pero él apretó más su mano y me hizo girar hacia él-. Su prometida, señor...

La palabra prometida resonó en mi cabeza, como si fuera un código secreto que no se podía descifrar.

Abrí los ojos como platos y miré al chófer con pánico. Luego volví la cabeza y me encontré con unos ojos azules que me atravesaron. Pero esos ojos se llenaron de sorpresa, desconcierto y... ¿horror?

Por algún motivo su rostro me resultaba familiar, pero no recordaba de donde lo conocía. Lo mire con un poco mas de atención. Entonces a mi mente llegaron recuerdos de revistas, periódicos y noticieros sobre el hijo del cónsul Jacob Morris, según las revistas uno de los hombres mas guapos de toda Astoria.

Y al parecer no mentian, Gabriel Morris, tenia el cabello rubio. Sus ojos eran azules, profundos como el océano, su barba le daba un aspecto seductor y maduro remarcando su rostro perfilado.

Sin embargo, su encanto se desvaneció cuando habló:

—¿Estás de broma? —miró a Daniel, esperando una explicación—. ¡Ella no es mi prometida! —gritó, furioso y alterado, haciéndome sobresaltar.

Los invitados que estaban cerca de nosotros nos miraron con extrañeza, pero él les dedicó una sonrisa falsa, tratando de disimular el problema. Al parecer, la conversación que mantenían los invitados era más importante que lo que pasaba entre nosotros, así que volvieron a sus asuntos. El prometido me lanzó una mirada de odio y luego se fijó en Daniel.

Con un gesto de la mano, nos indicó que lo siguiéramos a un lugar más apartado, donde fingió sonreír para que los demás pensaran que todo estaba bien y que solo quería un poco de intimidad. Nos alejamos del resto de la gente, y el sonido de la música nos aisló del ruido de las voces. Cuando la canción cambió por una más animada, volvió a hablar con un tono de voz calmado pero cortante.

—Daniel, ¿esto es una broma?

—Señor, yo pensé que... yo... —intentó justificarse.

—¡NO TENÍAS QUE PENSAR NADA! —le espetó con rabia—. Solo te pedí una cosa —levantó un dedo y luego cerró la mano en un puño—. Te pedí que trajeras a mi prometida, no que me trajeras a esta impostora. —dijo las palabras con desprecio, apretando la mandíbula. Daniel solo bajó la cabeza, avergonzado.

Me dio pena por el pobre hombre, pero mi mente solo registró el insulto que me había lanzado el engreído. —¿Perdona? ¿Me has llamado impostora? —capté su atención, su mirada era fría y me advertía que no me metiera, que ese no era mi problema. Pero ya era tarde para él; pensé, se había metido conmigo y yo no me iba a quedar callada.

—¿Quién te crees que eres, imbécil? ¿Crees que me conoces para hablarme así? —le dije, furiosa y desafiante.

No sabía nada de él, y lo que mostraban las revistas no tenían información relevante que me sirvieran de algo, por lo tanto no podía usar sus puntos débiles, así que dije lo primero que se me ocurrió:

—Se nota que todo el dinero que te dan tus "papis" no te son suficientes para comprarte un poco de educación. —hice un gesto con la mano, despreciándolo—. Incluso puedo asegurar que la única perjudicada aquí soy yo, tú puedes comprarte otra prometida y seguir con la fiesta si quieres. —me miró de arriba abajo, evaluándome con desdén. Eso me enfureció aún más, y seguí hablando.

—Anda, hazlo, manda a tu chófer y cómprate una de esas lagartas con vestido de seda a las que estás acostumbrado, pero a mí déjame en paz. —le escupí con asco.

Su expresión fue de total incredulidad. Cerró y abrió las manos varias veces, supongo que intentando calmarse. Yo no le quité la vista de encima, para demostrarle que no me asustaba, hasta que él apartó la mirada con evidente frustración.

Agarré la falda de mi vestido y me di la vuelta para irme. —Por favor, déjeme llevarla de vuelta... —dijo Daniel, avergonzado por el espectáculo.

—No. Ya he tenido bastante por hoy. —dije por encima del hombro, sin mirarlos.

—Pero a estas horas...

—Ya la escuchaste, Daniel. Esta vez asegúrate de obedecer una orden. —dijo él con frialdad. Dijo algo más, pero no lo escuché. A medida que atravesaba el salón dorado, la música ahogaba cualquier sonido.

Mientras caminaba hacia la salida, lo que había pasado se me hacía más real. De pronto, sentí un dolor en el pecho que me quitó el aire, como si mis propias palabras se hubieran vuelto contra mí. Y así era, nunca había sido tan cruel con nadie, todo lo que dije fue horrible. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin ruido, porque me sentía muy vulnerable entre toda esa gente diferente a mí. Mi única reacción fue atacar como los animales, que cuando tienen miedo y se sienten amenazados, reaccionan para defenderse. No podía ir a la boda de Maggy después de esto, no tenía ánimos ni ganas de ver a nadie.




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