Soñando con los ojos abiertos

Capítulo 4


 


No sé si dormí las ocho horas completas que solía dormir, pero me sentía muy cansada. Creía que unas horas extra de sueño me harían bien. Aún tenía la sensación de que necesitaba descansar más. El día anterior había sido muy agitado, más de lo habitual. Por suerte, era sábado; de lo contrario, tendría que ir a trabajar con un malestar general.

La verdad es que estaba muy desanimada por lo que había pasado la noche anterior. Y todavía tenía asuntos pendientes. Por ejemplo, hablar con mi amiga y explicarle por qué no fui a su boda siendo su dama de honor. Lo otro era cómo devolver la limusina que me habían prestado para regresar. Porque no podía decir que la había robado, eso sonaría muy mal.

Mi cuerpo estaba relajado, tendido en la cama. Se podría decir que dormía plácidamente, sin preocupaciones. Pero, en realidad, estaba dormida y alerta a la vez. Mi mente no paraba de imaginar las cosas que podrían salir mal. Todavía no tenía un plan para devolver el auto. Cuando cogí la limusina para volver a casa, solo pensaba en ducharme y acostarme en mi cama. Solo vi las ventajas, no los problemas.

Una notificación en mi celular hizo que abriera los ojos por instinto. Cuando iba a cerrarlos para seguir durmiendo, otra notificación y luego otras veinte o más sonaron rompiendo el silencio de mi habitación.

—Debería haberme deshecho de este maldito teléfono —mascullé—. Ahora no estoy para nadie.

Estaba segura de que era Maggi, pero todavía no estaba lista para darle una explicación a mi amiga.

Más notificaciones empezaron a llegar, así que tenía dos opciones: o miraba qué me quería decir o apagaba el teléfono para dormir tranquila. Me levanté a regañadientes y tomé el teléfono que estaba sobre el tocador. Lo desbloqueé y mientras se actualizaban las aplicaciones solté un bostezo y me estiré lo más que pude. Esa simple acción me devolvió el ánimo. Se sentía tan bien que el cuerpo estuviera en armonía. Al ver la bandeja de mensajería, efectivamente era Maggi.

 

Maggimylove *
 

¡¿POR QUÉ NO APARECISTE EN MI BODA?! 8.33 am
 


 

¡¡¡Me debes una explicación Diana Carolina Pollet Douglas!!! 8.33 am
 


 

Ni bien vuelva de mi luna de miel, espero una buena justificación... 8.34am
 


 


 


Sin duda, tenía que darle una explicación. Y lo más probable era que ella no me creyera. Si yo estuviera en su lugar, quizá tampoco lo haría. Aún faltaban una semana para que ella regresara de su viaje y me diera su sermón, así que no tenía que preocuparme por ahora.

Miré la cama de reojo, dudando si debería recostarme otra vez o no. Pero mi lado responsable fue más sensato y decidí no hacerlo. Lo mejor sería prepararme un buen desayuno mientras evaluaba las opciones que tenía en mente para devolver la limusina.

Luego de asearme, me dirigí hacia la cocina. Mientras ponía el agua en la hervidora, vi algo fuera de lo común sobre la mesa de la sala. Dejé lo que estaba haciendo y me acerqué a verlo. Miré con cautela la caja que tenía frente a mí. El día anterior ya le había echado un vistazo. Levanté la tapa; el interior se mantenía intacto, tal como lo había dejado. Tenía la imperiosa necesidad de saber si lo que parecía ser un regalo realmente estaba destinado para mí. O si, al igual que la limusina y el evento de compromiso, había sido otra gran equivocación.

Tomé la nota que reposaba sobre la tela de seda que cubría el vestido. Con una letra pulcra y envidiable se leía:

<<Este regalo es apenas el símbolo de un comienzo. Quiero que lo uses esta noche, porque hoy no solo será un indicio de ese gran comienzo que tanto anhelamos; será el principio de nuestro final feliz. Te ama Gabe>>

No conocía a ningún Gabe o alguien que usara ese apodo. Sin duda, había sido otra equivocación. A esas alturas, ya nada me sorprendía. Tenía suficientes problemas como para ganarme un bono extra. Volví a la cocina para terminar de preparar mi desayuno. Opté por hacerme unos panqueques y café con leche. Cuando empecé a comer mi segundo panque, una idea cruzó por mi mente. En esos últimos días, las ideas más alocadas se me ocurrían. Y muchas de ellas, en algún momento, terminarían metiéndome en problemas.

Lo primero que haría sería bajar a conserjería y devolver el regalo que me habían entregado por confusión. Ya el conserje o el dueño del edificio vería conveniente si buscaba a su verdadero destinatario o si se lo quedaba. Luego saldría totalmente encubierta para llevar la limusina a un lugar descampado. O, si era necesario, a un barrio peligroso para que cuando la encontraran no me incriminaran y me acusaran de robo. Mis acciones debían estar debidamente calculadas. No podía darme el lujo de dejar alguna sospecha de mi participación.

Decidida con aquel plan "perfecto", sin ningún otro plan de respaldo si es que este salía mal, empecé a vestirme para camuflarme. Tomé un pantalón ajustado negro y una polera del mismo color. Mis botas militares también eran negras. Y para darle un toque de misterio, unas gafas oscuras. Los labios me los pinté de un rojo pasión. Para no levantar sospechas, las gafas las guardé en el bolsillo. Ya fuera del edificio me las pondría. Me hice una coleta alta y finalmente me di un vistazo fugaz en el espejo.

-Oh, la la...-Sonreí satisfecha.

Salí del apartamento con la caja del vestido en las manos. Mientras me dirigía al ascensor, tan distraída pensando en que todo debía salir según lo planeado, no me di cuenta de que alguien había tomado el elevador y la puerta ya se estaba cerrando.

-¡Mantenla abierta, por favor! -grité al mismo tiempo que corría a quien estuviera dentro. La sola idea de bajar por las escaleras tradicionales me daba dolor de cabeza.

Para mi suerte, el sujeto atendió mi petición y la puerta se abrió a tiempo, evitando que tuviera que bajar seis pisos por las escaleras.




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