Soñando con los ojos abiertos

Capítulo 7

—¿Poniéndote al corriente? Veo que no pierdes el tiempo —dijo lentamente mientras se situaba a mi lado y tomaba la fotografía de mis manos. La observó con atención, como si quisiera descifrar algún misterio oculto en ella—. Es una pena que Margot no estuviera aquí para hacer esto y al mismo tiempo es un alivio. Realmente estaría decepcionada al ver las malas decisiones que toma su hijo.

Suspiró con pesar y dejó la fotografía en el mismo sitio.

—¿Ella era su hermana? —pregunté sin pensarlo, sorprendida por mi propia curiosidad.

Su expresión fue similar a la mía, solo que sus ojos azules ya no estaban fijos en la foto, sino en mí.

—Ella era un par de años mayor que yo, pero eso no impidió que fuéramos muy unidas. —respondió con nostalgia. Se alejó de mí y se sentó en uno de los sillones a un par de metros de donde yo estaba. ¿Acaso su respuesta era un sí?

Cuando se sentó, levantó la vista y me miró con una mezcla de tristeza y dulzura. La dureza en sus facciones que tenía al principio se había desvanecido parcialmente. También pude notar que su vestimenta había sido reemplazada por una blusa de seda blanca y una falda negra de material suave. En sus pies llevaba unos zapatos de bailarina del mismo color de la falda. Esa era la razón por la cual no la había escuchado volver; las bailarinas no resonaban como lo hacían los zapatos de tacón.

—Le puse miel en vez de azúcar —señaló una bandeja en la cual había una tetera de porcelana azul con flores blancas dibujadas por todo el contorno. Las pequeñas tazas tenían los mismos detalles que adornaban la porcelana, haciéndolas lucir encantadoras y sofisticadas.

—¿Qué le sucedió? —me atreví a preguntar, intrigada por su historia.

Una sonrisa genuina se dibujó en el rostro de la mujer que tenía enfrente. Realmente ya no era la misma mujer arrogante que conocí al principio, y no sabía si eso era porque sufría de algún trastorno de personalidad o quizás porque hablar de su hermana era su mayor debilidad.

—Creo que yo no soy la indicada para hablar de eso —dijo con un tono evasivo. Con la mano izquierda golpeó el sillón marrón oscuro que tenía cerca, indicándome que me sentara. Sin dudarlo esta vez, hice lo que me pedía.

—Me he encargado de la crianza de Gabriel casi la mitad de su vida —empezó a hablar mientras tomaba la tetera y vertía el té en las pequeñas tazas. Del lado de la tetera sacó un pequeño frasco de cristal con miel y con una cucharita fue endulzando las bebidas—. Sé que no soy su madre, pero he aprendido a amarlo como tal. Ahora solo estoy cumpliendo con ese rol. Siempre he buscado lo mejor para él, y eso es lo que quiero ahora —dijo esto último entregándome una de las tazas de té, pero sin desviar su mirada de mi rostro.

Tragué duro, sabiendo que sus comentarios tenían doble sentido, pero aún me faltaba averiguar a qué quería llegar.

—Entiendo perfectamente… Sin embargo, necesito saber qué es lo que quiere de mí —dije sin rodeos.

Ella tomó su taza y le dio un pequeño sorbo.

—Creo que hasta ahora no sabes cuán involucrada estás con Gabriel Morris, ¿cierto?

Abrí la boca por inercia, pero no dije nada. Sabía que Gabriel era importante solo por el hecho de ser el hijo del cónsul, que pertenecía a la gente de alta sociedad, que de cierta forma su vida concernía al estado y que por alguna falla en el destino yo había terminado envuelta en parte de su historia.

—Todo fue una equivocación —ella frunció el ceño, pero no preguntó. Sin embargo, sus ojos me decían que quería saber cuál era mi excusa—. Solo puedo decir que estuvimos en el lugar y momento equivocados. Es más, ni siquiera debió existir momento ni lugar.

—Eso es algo que no te voy a discutir —su falta de tacto esta vez no me afectó.

—Creo que este asunto te desagrada tanto como a mí —la pared de indiferencia que segundos atrás pareció desvanecerse se volvió a levantar—, pero al igual que tú no tenemos muchas opciones, querida.

Me tocó fruncir el ceño.

—¿Quiere que me aleje de su sobrino? —pregunté, pero no esperé su respuesta—. Si es así, créame señora que no habrá problema. Lo haré con gusto.

Sin más, terminé de un sorbo la bebida y coloqué la taza en la bandeja sobre la mesita.

—Gracias por el té —me apresuré a decir, poniéndome de pie.

Esto pudo solucionarse fácilmente desde el principio, pero a esta familia parecía gustarles el drama. Sin duda la espera había valido la pena. Me sentía mejor ahora, hasta la casa parecía más reconfortante.

Cuando me disponía a dirigirme a la salida, la señora empezó a hablar.

—De hecho, es todo lo contrario. Necesito que ahora estés más cerca de Gabriel.

El alma que me había vuelto al cuerpo segundos antes pareció encontrar la salida nuevamente, dejándome helada.

Me giré lentamente para ver si lo que estaba pasando era real.

Mis ojos estaban tan abiertos que podía sentir el ardor quemándome las venas oculares. Antes de que pudiera reaccionar a la propuesta de la cuñada del cónsul, escuché escuché un golpe en la puerta y la voz de Gabriel gritando el nombre de la señora Cristine hizo que la mujer se pusiera de pie extrañada, ignorando mi reacción.




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