Soñando con los ojos abiertos

Capítulo 11

—Entonces, ¿están saliendo o no? —preguntó mi madre mientras yo le pasaba unos tomates para la salsa de la Lasaña que estaba preparando.

—Yo no diría que estamos saliendo, esto es... —busqué una palabra que describiera lo que había entre Gabriel Morris y yo, pero no la encontré. —Es más profesional, ¿entiendes? No lo sé... es complicado.

—¿Profesional? —repitió ella con incredulidad, lavando los tomates bajo el chorro de agua. —La verdad, ya no entiendo a esta generación. En mis tiempos, se le decía compromiso, matrimonio. Ahora para ustedes todo significa negocios...

Rodé los ojos. Mi madre había venido a visitarme, eso es lo que ella aseguraba, pero yo estaba segura de que quería ser la primera en saber qué estaba sucediendo entre Gabriel y yo.

Aún dormía cuando llamó a la puerta, siempre tenía el sueño pesado y ella lo sabía, por eso insistió con el timbre, porque sabía que tarde o temprano me daría cuenta. Cuando abrí los ojos, creí que era el conserje; solía traerme los correos o documentos que mi jefe me enviaba para analizar las actualizaciones de planilla de la empresa.

Me levanté casi a regañadientes y casi a rastras fui hacia la puerta. Cuando abrí, ahí estaba ella con una sonrisa de oreja a oreja. Solo hasta entonces recordé que Gabriel había pasado la noche en mi apartamento. Mis ojos se abrieron de golpe y cerré la puerta. Entré en pánico, estaba segura de que mi madre me mataría por eso, pero antes de que lo hiciera debía asegurarme de que mi invitado no se apareciera.

Al llegar a la habitación de invitados noté que la puerta estaba entreabierta. Fruncí el ceño extrañada y asomé la cabeza. Desde donde estaba, la cama podía verse arreglada. ¿Acaso se estaba duchando?

Guardé silencio para oír, pero solo escuché a mi madre injuriarme por haberle cerrado la puerta en la cara.

Ingresé a la recámara con cautela, no me gustaría encontrarme con un Gabriel Morris desnudo en medio de la habitación.

Inspeccioné cada rincón, pero él no estaba. La ropa que le había prestado se hallaba sobre la cama. Se había ido.

Me sentí aliviada y decepcionada al mismo tiempo. Por un lado, no tendría que darle más explicaciones a mi madre sobre Gabriel, pero por otro, me hubiera gustado que me avisara o se despidiera antes de irse.

¿Por qué empezaba a importarme lo que hiciera? No debería. Nuestra relación solo era por un acuerdo profesional y nada más.

Sin perder más tiempo, volví a abrirle la puerta a mi madre.

—¡Diana Douglas Pollet! Ábrele la puerta a tu madre —esta vez no tocó el timbre, sino que golpeó la puerta con fuerza.

Abrí la puerta y vi su expresión furiosa. Me sentí culpable, pero no podía decirle la verdad.

—Lo siento, mamá —inventé una excusa. —No me había cepillado los dientes, podría haberte matado con mi aliento —intenté bromear para relajar el ambiente.

—Tonterías, ¿olvidas que soy tu madre? Aguanté ese mal aliento mañanero por mucho tiempo y aún sigo con vida —dijo entrando al apartamento.

Me señaló unas bolsas enormes con alimentos y me hizo un gesto para que las llevara adentro.

—¿Para qué trajiste todo esto? —pregunté saliendo al pasillo. Algunos vecinos habían salido, miraban con curiosidad, seguramente por el escándalo que mi madre había hecho antes.

—Buenos días, lamento mucho el escándalo. Lo que pasa es que es la forma en que mi mamá me da los buenos días y me dice lo mucho que me extraña —les dije con una sonrisa forzada.

—Diana —advirtió mi madre desde la puerta.

—Lo sé, mamá, también te amo y te extraño —respondí entrando al apartamento. Ella negó con la cabeza y rió.

Los vecinos también negaron con la cabeza y uno a uno se metieron en sus departamentos.

Como siempre, mi madre inspeccionó a su alrededor y dijo:

—Al menos está limpia.

—Lo sé. No me da tiempo para poder ensuciar un poco, pero prometo mejorar en eso —bromeé.

—Ojalá ese humor lo tuviera tu hermano.

La miré extrañada, mi hermano era el más sarcástico de la familia.

—¿Qué quieres decir?

Me contó que desde hace un tiempo Tyler estaba saliendo con una chica y que desde entonces parecía otra persona, demasiado callado. Traté de tranquilizar a mi madre diciéndole que tal vez se estaba volviendo más responsable, pero tampoco me lo creía. Tenía que hablar con Tyler para saber qué estaba pasando, y de paso aprovecharía para verlo, hacía un tiempo que no nos veíamos.

—Tu padre y tu hermano vendrán más tarde...

—¿Acaso esto es una especie de reunión familiar? —pregunté mientras sacaba los productos de la bolsa.

—Les dije que tú nos invitaste —soltó como si nada y luego se quitó la chaqueta. Se acercó al sofá y la colocó en el respaldo.

—¿Qué? Pero yo no...

—Ay, hija, ¿qué querías que hiciera? Últimamente nos tienes abandonados, ya no nos visitas, no nos cuentas nada...

—Mamá, no exageres, los vi la semana pasada.

Me dio sus quejas habituales de mi abandono y supuesto olvido hacia la familia. Aproveché que estaba llenando mi despensa con las cosas que había traído y que hasta el momento no me di cuenta que ya no tenía espacio para ir a darme una ducha y cambiarme la ropa de dormir.




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