Mis dedos tamborileaban sobre el reposabrazos del sofá a tal punto de que ya no podia sentirlos, mi mirada estaba fija en las manecillas del reloj, desde mi posición podia escuchar al “tic tac” del minutero que pasaba aterradoramente lento, el sonido de mis pulsaciones eran mucho más fuertes que las voces, de fondo se oian las incontables preguntas que mi hermano hacia, o las opiniones que mi madre daba respecto a la política.
Desde el momento en el que Gabriel había llegado, todos se reunieron alrededor de él como si fuera la cosa más extraña y bonita que se pudiera contemplar sobre la faz de la tierra.
Flashback
Gabriel se acercó a mis padres con una sonrisa confiada y les extendió la mano.
—Buenas noches, señor y señora Pollet. Es un placer conocerlos. Soy Gabriel Morris, el prometido de Diana —se presentó con una voz firme y educada.
—Buenas noches, Gabriel. Bienvenido. Soy Carlos, el padre de Diana. Y ella es Elena, mi esposa —respondió mi padre, estrechando su mano con cordialidad.
—Muchas gracias por recibirme. Les traigo estas flores como un pequeño detalle —dijo Gabriel, entregándole el otro ramo a mi madre, que tenía rosas blancas y lilas.
—Oh, qué hermosas. Muchas gracias, Gabriel. Eres muy atento —dijo mi madre, sonriendo con dulzura.—Son preciosas.
Mi madre parecía encantada con Gabriel y sus flores. Mi padre también se mostraba amable y curioso. Solo mi hermano parecía escéptico y divertido a la vez.
—Soy Tyler, el hermano de Diana —se presentó Tyler, dándole la mano a Gabriel con menos entusiasmo.
—Un gusto conocerte —dijo Gabriel, devolviéndole el saludo.
—Así que tú eres el famoso novio de mi hermana. El que la tiene tan enamorada que no puede dejar de hablar de ti —dijo Tyler, con un tono burlón.
—Tyler... —lo regañé, dándole un codazo.
—¿Qué? Solo digo la verdad —se defendió Tyler, encogiéndose de hombros.
Gabriel se rió y me rodeó con un brazo por la cintura. Tomandome por sorpresa, un leve escalofrió recorrió mi espalda por el contacto.
—No te preocupes, Diana. Me halaga que hables de mí. Yo tampoco puedo dejar de pensar en ti —dijo Gabriel, mirándome con ternura.
Luego se inclinó hacia mi para besarme, intente retroceder pero eso seria demasiado evidente. Deje de resistirme. Me incline un poco acortando la distancia y él me besó suavemente en los labios. Sentí un cosquilleo en el estómago y cerré los ojos por instinto ¿Que estaba pasando?¿Por que me sentía así? ¡Solo estas actuando Diana! pensé. El beso duró unos segundos, pero fue suficiente para hacerme sentir mareada.
Cuando se separó de mí, abrí los ojos y vi las expresiones de mi familia. Mi madre tenía una sonrisa radiante y los ojos brillantes. Mi padre tenía una mirada seria pero complacida. Mi hermano tenía una ceja alzada y una mueca incrédula.
—Bueno, bueno... ¿Por qué no pasamos al comedor? El postre ya está listo —propuso mi madre, rompiendo el silencio.
—Claro, vamos —aceptó mi padre, tomando a mi madre del brazo.
—Sígueme, por favor —dije yo, tratando de recuperar la compostura.
Esa sería la primera prueba de fuego para nuestra farsa.
Llegamos al comedor y nos sentamos alrededor de la mesa. Mi madre había preparado un pastel de chocolate de postre. Era uno de mis postres favoritos, pero no tenía mucho apetito. Estaba demasiado nerviosa por la conversación que se avecinaba.
Mi padre abrió una botella de vino y lo sirvió en las copas y brindó por nuestra visita.
—Salud, Gabriel. Espero que te sientas cómodo. Y que disfrutes del pastel de chocolate de Elena. Es una excelente repostera —dijo mi padre, alzando su copa.
—Salud, señor Pollet. Muchas gracias por su hospitalidad. Y estoy seguro de que el postre está delicioso. Huele muy bien —dijo Gabriel, chocando su copa con la de mi padre.
—Por favor, llámame Carlos. No soy tan viejo—dijo mi padre riendo
—Sí, claro. Carlos —dijo Gabriel, sonriendo con amabilidad.
—Bueno, Gabriel... Cuéntanos ¿Cómo conociste a mi hija? —preguntó mi padre, con curiosidad.
Yo sentí un sudor frío en la frente y miré a Gabriel con ansiedad. Yo les di una versión algo extraña de la supuesta vez que nos conocimos. Esperaba que tuviera una buena historia que contar. Una que fuera creíble y coherente.
Gabriel me miró y luego se dirigió a mi padre con confianza.
—Bueno, Carlos...—empezó a relatar. Dio algunos detalles del día que supuestamente nos conocimos, incluso comento que recordaba de como iba vestida—Fue amor a primera vista —dijo Gabriel, con una sonrisa encantadora.
Yo me quedé boquiabierta al escuchar su relato. Era una mentira perfecta. Tenía sentido y era verificable. Además, sonaba romántico y convincente.
Mi padre asintió con interés y aprobación.
—Vaya, qué interesante. Eres un profesional exitoso y talentoso. Y además tienes buen gusto para las mujeres —dijo mi padre, guiñándome un ojo.