Soñando con los ojos abiertos

Capítulo 21

El ascensor bajó lentamente hasta el primer piso, mientras Gabriel y yo nos mirábamos en silencio. Su mano seguía sosteniendo la mía, y sentía su calor y su fuerza. No sabía qué decirle, ni qué pensar. ¿Qué era lo que sentía por él? ¿Y él por mí? ¿Era solo un trato? O había algo más, algo real, algo que nos unía más allá de las apariencias.

Las puertas se abrieron y salimos al vestíbulo. La recepción estaba llena de gente, y sentí sus miradas sobre nosotros. Algunos nos sonreían, otros nos miraban con curiosidad, otros con envidia. Gabriel me guió hacia la salida, sin soltar mi mano. Me sentí protegida por él, como si fuera mi escudo contra el mundo.

Salimos a la calle y respiré el aire fresco. Era un día soleado y agradable, y había mucho movimiento. Gabriel me miró y me sonrió.

—¿Qué te apetece comer hoy? —me preguntó

—No estoy segura... —respondí dudando

Nos dirigimos a su coche que estaba aparcado cerca, me abrió la puerta y me ayudó a entrar. Luego se sentó al volante y empezó a buscar algo en la pantalla. Al cabo de un rato dijo:

—¿Qué te parece si probamos ese restaurante italiano que hay por aquí cerca?

Recordé el sitio al que solía ir cuando quería comer algo de pasta o pizza.

—¿El que tiene una terraza con vistas al parque? —pregunté

—Ese mismo. ¿Te gusta?

—Sí, me gusta. Vamos.

Arrancó el coche y siguió las indicaciones del GPS. Llegamos al restaurante, y él volvió a abrirme la puerta para salir.

Entramos en la instalación y nos sentamos en una mesa de la terraza. El restaurante italiano era un lugar acogedor y elegante, con una decoración que evocaba el estilo y la cultura de la antigua Italia. La terraza tenia vistas al parque, donde se podía disfrutar del aire libre y de la naturaleza. El restaurante ofrecía una variedad de platos típicos italianos, como pizzas, pastas, ensaladas, carnes y pescados, elaborados con ingredientes frescos y de calidad. También tenia una carta de vinos y cócteles para acompañar la comida. El camarero nos trajo las cartas y nos tomó la orden. Pedimos una pizza y una ensalada para compartir, y dos vasos de agua.

Gabriel me miró con una expresión seria.

—Diana, hay algo que quiero contarte —dijo

—¿Qué es? —pregunté nerviosa

—Verás, habrá una fiesta... —respondió él

—¿Una fiesta? —pregunté confundida

Quizás una parte de mí esperaba que dijera otra cosa, una confesión en la que me revelara sus sentimientos. Que la falsa relación que teníamos no era del todo falsa.

—Así es, mañana por la noche se celebrará una fiesta en honor al nuevo embajador de Nueva Toshi. Mi familia y yo estamos invitados como miembros del consulado de Astoria —asentí en comprensión — Me encantaría que vinieras conmigo —bajó la mirada y puso las manos sobre la mesa un poco nervioso —Sé que habíamos creado una regla en la que decía que teníamos que asistir en los eventos importantes de la otra parte. Pero realmente me gustaría que fueras como mi pareja —explicó él mirándome con expectación

—¿Tu pareja? —repetí sorprendida

—Sí, Diana. —Sentí un pequeño cosquilleo en el corazón. El hecho de que empezara a verme diferente más que como su compañera de mentira me hacía cierto tipo de ilusión —Dime que sí, por favor. No quiero ir solo a esa fiesta, más porque suelen ser aburridas, tu compañía me ayudaría mucho a no aburrirme... —dijo él con una mirada tierna.

Sentí como mi corazón se desplomaba. Gabriel solo quería a alguien que le sirviera de distracción, y qué mejor opción que Diana, nótese el sarcasmo.

—Gabriel... —suspiré sin mucho ánimo

—¿Qué? ¿No quieres ir conmigo? —preguntó él con un tono de decepción

—Gabriel... eres muy dulce. Pero, no sé si pueda ir contigo. Tengo mucho trabajo pendiente... —No era del todo una mentira. Pero también tenía los sentimientos revueltos y aceptar tal vez podría confundirme aún más — Necesito pensarlo un poco más —le dije con duda.

—Está bien, Diana. No quiero presionarte. Pero te pido que lo pienses bien, y que me des una respuesta pronto. La fiesta es mañana por la noche, y no quiero ir sin ti —me dijo él con esperanza.

—Lo sé, Gabriel. Lo sé. Te daré una respuesta antes de que termine el día, te lo prometo —le dije yo

—Gracias, Diana. Gracias por darme una oportunidad —me dijo él sonriendo

El mesero llegó con la comida, y empezamos a comer. Intentamos hablar de otros temas, pero yo no podía dejar de pensar en la fiesta del consulado, y en lo que significaba ir con Gabriel como su pareja.

Acabamos de comer y Gabriel se encargó de pagar la cuenta. Cuando íbamos a salir del restaurante vi algo que me llamó la atención. Mi hermano Tyler estaba comiendo con una mujer, pero no pude verle la cara porque cuando Gabriel y yo nos acercamos para saludar ella se fue corriendo al baño.

—Mira, mira... Pero qué sorpresa tenemos por aquí —bromeé haciendo que mi hermano se fijara en nosotros.

Puso los ojos en blanco y luego me sonrió con ironía.

—Podría decir lo mismo.




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