Llegué a mi apartamento y abrí la puerta. Entré y dejé las llaves sobre la mesa. Me quité los zapatos y me acosté en el sofá. Estaba agotada y confundida. No sabía qué hacer con Gabriel. ¿Qué sentía por él? ¿Y él por mí? ¿Era solo una falsa relación o había algo más?
Saqué mi celular del bolso y lo miré. Tenía un mensaje de Gabriel. Lo abrí y leí:
Gabriel: Diana, lo siento si te molesté. No fue mi intención solo me dejé llevar por el momento. Espero que me perdones.
Ese día había estado lleno de emociones, necesitaba poder calmarme un poco. Decidí tomar una ducha fría, después pensaría en qué debía responderle.
Me dirigí a mi habitación para desvestirme, dejé la ropa en el cesto de ropa sucia, de camino a la ducha me solté el cabello que se encontraba atado en una cola alta. Masajeé mi cuero cabelludo hasta llegar a la ducha. Abrí la llave y dejé que el agua fría fluyera por mi cuerpo por largo tiempo.
Hice la rutina habitual, me lavé el cabello, puse una mascarilla para que quedara suave y manejable cuando estuviera seco, después pasé jabón por mi cuerpo desnudo enjuagué y luego me envolví en mi bata.
Solo hasta ese momento descubrí que necesitaba un poco de tiempo para mí. En los últimos días había estado corriendo para todos lados entorno a Gabriel Morris, me había estado olvidando de la persona más importante. Yo. Ahora que tendría un periodo de vacaciones demasiado largo tal vez debería aprovecharlo para hacer algo que realmente me gustara.
Podría salir a ver una película, tener una cena romántica conmigo misma, ir de picnic, viajar, acampar, tenía tantas ideas en mente. Ese día empezaría por ver una película en casa mientras comía hamburguesas y también tomaba unas copas de vino. Un tiempo de calidad para mí sola.
Antes respondería al mensaje de Gabriel, de esa forma él y yo estaríamos tranquilos y disfrutaría mejor mi tiempo sin preocupaciones ni culpas.
Me vestí con un pijama cómodo y fui a la cocina. Preparé unas hamburguesas con queso y tomate, y las puse en un plato. Abrí una botella de vino tinto y serví una copa. Tomé el plato, la copa y el celular, y fui al salón. Encendí la televisión y busqué una película que me gustara. Elegí una comedia romántica que había visto varias veces, pero que siempre me hacía reír. Me senté en el sofá y puse la película. Antes de empezar a comer, miré el mensaje de Gabriel. Pensé en qué responderle. ¿Debía perdonarlo y aceptar su invitación?
Decidí ser honesta con él y conmigo misma. Le escribí:
Diana: Gabriel, no hace falta que te disculpes. Sé que no lo hiciste con mala intención. Solo que me sorprendiste. Y sobre la fiesta, lo pensé mucho Así que, ¿Qué tipo de ropa debería usar? Necesitaré algo de ayuda.
Le envié el mensaje y esperé su respuesta. Mientras tanto, empecé a comer las hamburguesas y a ver la película. Me reí con las escenas divertidas y me emocioné con las románticas. Me sentí bien conmigo misma, disfrutando de mi tiempo a solas.
Después de un rato, miré el celular y vi que Gabriel me había respondido. Lo abrí y leí:
Gabriel: Sí que tenía que disculparme. Y Diana, gracias por haber aceptado ir conmigo a la fiesta. Por lo de la ropa no te preocupes yo me ocupo de todo.
Recordé la vez que había recibido por equivocación la caja con el vestido que era para su ex prometida Carina. Si pensaba hacer lo mismo, desde elegir el vestido para mí y mandarlo como regalo no estaba de acuerdo. Podría ser un desastre total, para empezar la talla no sería la correcta, los colores podrían no favorecerme y quién sabe y se volvería a confundir de prometida. Reí de solo pensarlo.
Diana: Creo que sería mejor si yo misma elijo el vestido.
Envié el mensaje y casi de inmediato obtuve una respuesta.
Gabriel: Me parece estupendo. Pasaré por ti mañana temprano
Terminé de leer el mensaje y sonreí con satisfacción.
Minutos después la película haba llegado a su fin, pero aún me quedaba una hamburguesa y yo quería un poco de vino más. Fui a la cocina y cogí la botella para beber un poco más. Llené mi copa nuevamente y busqué algo de música en la televisión, me recosté un poco sobre el sofá contemplando el momento.
El sonido del timbre se oyó. ¿Acaso era Gabriel Morris? Pero él había dicho que nos veríamos al día siguiente.
Otro timbrazo se escuchó, algo confundida me terminé de golpe la bebida dejando que esta quemara parte de mi garganta.
Me puse de pie como un resorte y me dirigí a la puerta. Cuando abrí como una especie de ráfaga se abalanzó sobre mí envolviéndome en un abrazo haciéndome retroceder un par de pasos.
—Oh cariño, te extrañé... —La voz alegre de Maggy resonó en el pasadizo
La abracé con fuerza. La había echado mucho de menos, necesitaba hablar con ella. Maggy era el tipo de persona que te transmitía bienestar solo con estar cerca.
Se separó un poco de mí para mirarme a los ojos y vi que su expresión se tornaba preocupada.
—¿Estás llorando? —preguntó
—¿Qué? No, yo no estoy llor... —me toqué la cara y sentí mis mejillas mojadas.
—Creo que te he hecho mucha falta —me volvió a estrechar entre sus brazos y yo me dejé llevar por mis emociones y lloré.