Después de manejar por la ciudad, llegamos a una tienda en un Boulevard. Me quedé sin aliento al ver el letrero de “La Coupole” en la entrada. Era una tienda de lujo para las celebridades y los amantes de la moda.
La tienda tenía tres edificios. Los tres estaban unidos por puentes y tenían un estilo neoclásico, con ventanas grandes y adornos elegantes. El primer edificio era el más viejo y famoso, de 1912, y tenía una cúpula de vidrio que iluminaba el edificio con colores y luces. El segundo edificio tenía escaparates con ropa para hombres y mujeres. El tercero tenía vitrales con cosas para el hogar y la decoración.
Gabriel se bajó del auto y me abrió la puerta. Me tomó de la mano y me llevó a la tienda. Yo no podía creer que hubiera elegido ese lugar para comprar mi vestido.
Dentro, la tienda tenía de todo, desde lo más tradicional hasta lo más moderno. A la izquierda estaban los vestidos de diseñadores y de marcas más baratas. A la derecha había secciones de belleza.
Los empleados se reconocían por su vestimenta, que era un traje negro con una camisa blanca y un pañuelo rojo. También tenían una placa con su nombre en sus chaquetas. Escuché a algunos de ellos hablar en diferentes idiomas con los clientes de varios países.
Me paré a mirar cada detalle de la tienda, Gabriel se reía al verme curiosa por los detalles que contaban la historia. Le hice algunas preguntas sobre los fundadores de ese lugar, y él respondió amablemente todas mis dudas.
—¿Te apetece algo? ¿Quizás un café? —Gabriel se detuvo y me miró a los ojos.
—¿Se puede tomar bebidas en esta tienda? —pregunté sorprendida
Él sonrió con comprensión.
—Es uno de los servicios que ofrece esta casa de moda.
No pude evitar abrir la boca. Las tiendas donde yo solía comprar no dejaban entrar comida, para evitar manchar la ropa.
—¿Puedo pedir un café helado? —pregunté
—Claro que sí. Yo voy por el café. Tú puedes ir viendo qué te gustaría ponerte esta noche —me indicó los vestidos que había en perchas y maniquíes.
—Está bien...
Gabriel se fue hacia el lugar donde servían las bebidas.
Me dirigí a la sección de vestidos de fiesta, todos eran preciosos, pero solo pensaba en lo que costarían, mi tarjeta no alcanzaría ni para el cinturón de uno de esos vestidos.
Me mordí el labio para no tocar las telas delicadas. Unos pasos detrás de mí me hicieron voltear.
Una chica de pelo negro y ojos rasgados me observó con frialdad, llevaba el uniforme del lugar y en su solapa decía “Melina” con letras elegantes. Le sonreí para ser amable pero ella no me devolvió el gesto. Su cara era seria, y me miró de arriba abajo con desdén, haciendo que me sintiera fuera de lugar.
—¿Qué necesita? —me preguntó con arrogancia—¿Quizás quiere saber dónde está la salida?
La miré ofendida por su forma de tratarme. Apreté los ojos y la enfrenté sin miedo.
—¿Por qué cree que me tengo que ir? —me puse a la defensiva—¿Piensa que no puedo comprar uno de los pedazos de tela que venden? —la desafié con la mirada—¿Es eso?
—¿Y puede comprarlo? —se burló
—¿Qué le hace pensar que no?
—¿No ha visto cómo se viste? —levantó una ceja—alguien con un poco de gusto por la moda y el dinero no elegiría ese atuendo...
Me contuve de soltarle una grosería. Hice puños con las manos, quería darle una cachetada en su cara bonita.
Me reí con falsedad, me arreglé el pelo.
—No voy a hacer caso a lo que acabas de decir. —Esa mujer tenía que respetar a la gente. No importaba si no podían pagar o vestir tan bien, no se merecían un trato así. —Será mejor que te ocupes de tu trabajo...
—¿O qué? —dijo acercándose y mirándome con desprecio—¿Crees que me van a despedir?
La tenía tan cerca que podía oler su perfume tan dulce y empalagoso. El olor era tan fuerte que me revolvió el estómago.
—Dime, ¿quién eres tú para amenazarme en mi trabajo de esa forma? —dijo con sarcasmo—¿La novia del hijo del cónsul quizás?
¿Debía decirle que sí? ¿Debía usar el título que me habían dado por salir con Gabriel Morris solo para cerrarle la boca? Que más daba si lo hacia. De todas formas estaba ahí para mostrarme públicamente como su prometida.
—Vaya, ¿Eres adivina? —le sonreí con ironía
Vi cómo su sonrisa de suficiencia se borraba un poco, me examinó buscando algo que revelara que estaba mintiendo.
—¿Eres la novia de Gabriel Morris? —Dudó, por su voz parecía que esperaba una negativa.
Mis labios se curvaron, y cuando iba a confirmar mi respuesta dijo:
—Así es. Ella es mi prometida.
La voz firme de Gabriel se oyó. Melina se giró asustada, abrió la boca por la sorpresa y luego me miró.
—Yo... Yo lo lamen...lo lamento señor. —se disculpó bajando la cabeza totalmente avergonzada. —No lo sabía...
Gabriel se acercó a mí y me abrazó por la cintura. Me miró con una sonrisa cómplice y luego se dirigió a Melina.