(Gabriel)
Carina era mi novia secreta desde hacía nueve meses. Nadie la conocía, ni siquiera mi familia. La mantenía oculta para evitar el escándalo y los chismes, pero tenía la intención de revelar nuestra relación cuando fuera el momento oportuno.
Todo parecía ir bien la noche del compromiso. No hacía falta que Daniel fuera a buscarla, ella sabía de mis planes. La limusina era una sorpresa, ya que siempre había querido viajar en una. Pero Carina no llegó.
En su lugar, llegó una mujer que me cautivó al instante. Era preciosa, con un vestido verde que destacaba su silueta, el pelo negro recogido en un peinado sofisticado que mostraba su rostro ovalado, los ojos grises que irradiaban expresividad, la nariz pequeña y respingona, y la boca carnosa y sonriente.
Su belleza me desconcertó un poco cuando Daniel me la presentó como mi prometida. Al principio quedé aturdido, porque creí que era un sueño. Luego me di cuenta de que era la realidad. Me enfadé con el chófer, ¿Cómo se había equivocado así?
Pero luego recordé que Daniel nunca había visto a Carina, ni nadie más. Y me di cuenta de que yo tampoco la conocía realmente.
Cuando llegué a saber el motivo, me derrumbe y todos los planes que había idealizado creyendo que se cumplirían cayeron conmigo.
En ese tiempo la única que se quedo a mi lado fue Diana, tal vez no de una forma convencional pero siempre estuvo ahí, y llego a conocer mi lado mas vulnerable antes que todos los que creían conocerme.
Al principio no estuve muy de acuerdo con la idea de mi tía, en realidad era mas fácil decir la verdad “Que fui sido rechazado por mi prometida” pero ver la expresión incrédula de esa chica de ojos grises ante dicha propuesta me incitaron a seguir el juego, primero fue por diversión creí que seria la forma perfecta de vengarme de ella por las palabras que utilizó cuando nos conocimos: “Ve y comprate una de esas lagartas con vestidos de seda a la que estas acostumbrado” había dicho. Sin embargo, ese juego dejo de ser uno cuando empecé a conocerla bien, porque cuando yo solo intentaba que fuera mi escudo para protegerme de las criticas y especulaciones ella me abrió su corazón en el momento que estuve hecho pedazos y me ayudo reconstruir las piezas con un cimiento mas fuerte.
El único sonido que llenaba la habitación era el tintineo agudo y claro de los cubitos de hielo al verter el whisky en el vaso. Levanté el vaso hasta mis labios, tomé un sorbo y sentí cómo el líquido ardiente aliviaba la pesadez que había estado sintiendo durante las últimas horas.
—Gabriel, necesitamos hablar —dijo entrando en mi estudio. Me levanté, dejando a un lado el sobre que había recibido una hora después de llegar a la mansión. —Acerca de lo que sucedió ayer...—comenzó, quizás intentando disculparse.
—No necesito que me lo recuerdes —respondí sin mucho entusiasmo.
—Bien. Pero no me refería a eso. Los paparazzi te fotografiaron saliendo de la fiesta de manera violenta —colocó unas revistas con titulares que especulaban sobre mi relación con Diana. —Han surgido teorías de que tienes problemas con Diana y que su relación no va bien...
¿Estaba hablando en serio? ¿Realmente no le importaba lo que ella había hecho?
—Creo que deberíamos usar esto a nuestro favor. Decir que las cosas no funcionaron entre ustedes. Si quieres, puedo encargarme de eso personalmente —dijo con calma.
Pero no respondí, simplemente la miré, tratando de entenderla. Al no obtener respuesta, continuó:
—Para hacer las cosas más creíbles podríamos decir que la encontraste con otro hombre —me horroricé ante la idea y los recuerdos de mi tía y Jin vinieron a mi mente.
¿Por qué seguía usando a Diana? Ella no tenía la culpa de nada, era la mujer más bondadosa que había conocido, no podía permitir que la siguiera tratando como un peón en su juego.
Cristine parecía decidida, hojeó un par de veces las revistas.
—No lo harás —se volvió para verme.
Examinó mi rostro, una sonrisa de lado se dibujó en su rostro.
—No puedo creerlo, te has enamorado de esa mujer —bajó la cabeza y miró fijamente el suelo. —Qué patético —concluyó—Si tu padre no fue capaz de aceptarla antes, imagínate ahora. Esta vez yo no podré intervenir...
—No es necesario que te molestes siquiera. —respondí con firmeza —De hecho, no me importa si les gusta o no, basta con que a mí me guste. —Ella abrió los ojos por mi declaración
—Hasta ahora he hecho todo por limpiar tu nombre Gabriel. No te atrevas a arruinar lo que tanto nos ha costado construir...—Bufe al escucharla hablar así
—¿En serio haces esto por cuidarme? ¿O lo haces por cuidarte a ti misma? —pregunté sin rodeos. Sus ojos se entrecerraron y noté que apretaba la mandíbula.
—¿Cómo te atreves...? —siseó furiosa.
—¿Creíste que no me daría cuenta de tu verdadero objetivo? —Saqué las fotos que descansaban dentro del sobre y las puse frente a ella.
Las fotos de Cristine junto al cónsul Jin estaban ahí. Ella miró las fotos sorprendida pero luego me miró y relajó la mirada como si no fuera nada.
—¿Cuál crees que fue mi verdadero objetivo? —Empezó a caminar por el estudio tranquilamente, se acercó al estante de los libros y pasó los dedos por las cubiertas.