Soñando con los ojos abiertos

Capitulo 30

La sala se iba oscureciendo, la noche se acercaba y Gabriel y yo seguíamos en el sofá viendo como la luz se desvanecía con los últimos rayos de sol perdiéndose en el horizonte.

Gabriel apoyaba su cabeza en mis piernas, sus rizos castaños enredándose en mis dedos mientras yo los acariciaba.

—¿Puedo quedarme esta noche también? —Preguntó

—Puedes quedarte...

Habían pasado casi una semana desde los últimos sucesos. Después de haber vuelto y que Gabriel hablara con Cristine sobre lo ocurrido, Gabriel me preguntó si podía quedarse a pasar la noche en mi apartamento, pude entender que le costaba asimilar todo lo que había descubierto sobre su tía así que le permití que se quedara conmigo.

—Ni siquiera deberías preguntarlo

Durante su estancia él se quedaba a dormir en la habitación de invitados como la primera vez.

Todavía me ponía nerviosa su presencia, y más el saber que estaba durmiendo a unos pasos de mí, no porque me sintiera incómoda con él, todo lo contrario las ideas que pasaban por mi mente eran demasiado tentadoras.

Llevábamos muy poco tiempo siendo una pareja de verdad, pero la experiencia previa siendo una de mentira nos permitía comprendernos mejor, eso incluía en ponernos de acuerdo para hacer cualquier actividad dentro o fuera de la casa. Yo siempre intentaba que hiciéramos algo fuera, especialmente porque quería que no pensara demasiado las cosas.

El día anterior habíamos ido al cine, me confesó que era la primera vez que iba a uno, ya que nunca había tenido tiempo para poder ir, y para ser honestos yo tampoco iba hace mucho tiempo. Para ser exactos desde la secundaria. Nuestra situación fue muy graciosa. Después de haber conseguido las entradas y comprado las palomitas de maíz terminamos en la sala de cine equivocada. En vez de ver la película de acción que queríamos ver; vimos una infantil.

Al salir nos abordaron los periodistas, querían saber si los rumores de separación eran ciertos

—¿Podrían decirnos si es cierto que su relación ya no va para más? —Preguntó un hombre de tez morena

nos miramos y ambos sonreímos

—Yo diría que apenas está empezando —respondió Gabriel, entrelazó mi mano con la suya

Creímos que con eso nos dejarían de preguntar pero ellos siguieron interrogándonos:

—¿Puede darnos una respuesta más específica?

—¿Entonces siguen juntos?

—¿Quiere decir que no hubo ninguna infidelidad?

Delante de todos ellos, rodeados de cámaras y micrófonos Gabriel me acercó más a él, y luego me besó.

Estaba segura de que la noticia saldría en primera plana, pero ya había dejado de darle mucha importancia.

Cuando nos levantamos por la mañana, ni siquiera encendimos el teléfono para saber qué pusieron en los periódicos, lo que dijeran sería olvidado tarde o temprano.

Lo que realmente importaba era lo que nosotros sabíamos.

Sonreí al recordar la cara de los periodistas al no saber qué más preguntar después de ese beso.

La voz de Gabriel me devolvió a la realidad:

—Diana

—Hmm...

—Se me olvidó decirte que, tus padres llamaron temprano. Quieren que vayamos a verlos mañana

¿Cómo era posible que mis padres le llamaran a él y no a mí? Quise enfadarme pero no pude, todo lo contrario me hacía un poco de gracia que lo hicieran, como si con eso ya lo aceptaran como parte de la familia

—De acuerdo —dije sin más

Aproveché que tenía su mirada fija en mí para darle un beso, al parecer mi acción lo tomó un poco desprevenido porque un leve sonrojo se instaló en sus mejillas. Sonreí triunfante.

Sus ojos seguían puestos en mí, me miraban con mucho detalle y con intensidad, con mi mano tracé su frente, bajé por el ceño hasta su nariz, rocé sus mejillas para finalmente llegar a sus labios, ante el suave roce sus ojos se cerraron por instinto.

Su expresión hizo que algo en mí se agitara, de pronto me sentí deseosa de volver a besarle. Retiré despacio mis dedos de sus labios para poner los míos en su lugar, esta vez no me separé como hice con el primer beso. Él respondió enseguida, su boca sincronizándose con la mía en un baile suave y dulce que pronto se volvió en un tango ardiente y urgente.

Con movimientos lentos y calculados, se puso de pie, creando un pequeño espacio entre nosotros. Me lanzó una mirada intensa que hizo que mi cuerpo se estremeciera, un calor familiar y acogedor anidándose en mi vientre.

Quiso decir algo pero yo lo callé colocando mi dedo indice sobre su boca. No era necesario que me preguntara si quería esto. Mire sus labios y me acerque hasta que nuestros cuerpos se rozaron entre si.

Eso fue suficiente para él. Volvió a besarme, su pasión desbordándose y llenándome por completo.

Sus manos rodearon mi cintura, apretando lo suficiente para hacerme tomar aliento. Cada contacto era una descarga eléctrica, un cosquilleo que recorría todo mi cuerpo y me dejaba anhelando más. Me levantó con facilidad, mis piernas se enrollaron alrededor de su cintura en respuesta. Nos besamos mientras cruzábamos el espacio hacia la habitación de huéspedes, cada paso marcado por el ritmo de nuestros latidos.




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