Soñando con los ojos abiertos

Capitulo 31

Desperté en un estado de felicidad y calma, todavía envuelta en el calor de las sábanas que compartía con Gabriel. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue su rostro, iluminado por la luz del amanecer. Su sonrisa era contagiosa, y no pude evitar devolverle la sonrisa.

—Buenos días ¿Cómo dormiste? —me preguntó Gabriel, su voz era un susurro suave que apenas rompió el silencio de la habitación. Me acomodé en su pecho, escuchando el latido constante de su corazón.

—Como un bebé,—le respondí, mi voz era apenas un murmullo, pero parecía ser la melodía perfecta para él.

Nos quedamos en silencio durante un rato, disfrutando simplemente de la presencia del otro. La habitación estaba llena de una paz y una tranquilidad que ambos habíamos anhelado durante mucho tiempo.

Sentí cómo Gabriel comenzaba a acariciar mi brazo, trazando patrones suaves con su dedo. Me estremecí ante el contacto, pero no me alejé. Al contrario, me acerqué más a él, buscando su calor

—Lo que paso anoche fue perfecto —dije rompiendo el silencio

Ante mi comentario, Gabriel me abrazó y depositó un beso sobre mi frente.

—Tu hiciste que fuera perfecto, Diana.

Después de ese dulce intercambio pasamos el resto de la mañana en la cama, sentía que de alguna forma la conexión que compartíamos se fortaleció en cada mirada que nos dedicábamos, en las sonrisas y en la forma en la que reaccionaban nuestros cuerpos a los toques y gestos de afecto.

En algún momento nos volvimos a quedar dormidos abrazados.

Escuché el sonido de una llamada entrante a lo lejos, pero no quería levantarme. Cuando pareció que la persona que llamaba se había rendido, el teléfono volvió a sonar.

Abrí los ojos con un poco de frustración y vi que Gabriel seguía durmiendo plácidamente, así que decidí no molestarlo. Salí de la cama completamente desnuda y me puse la camiseta blanca de Gabriel que había usado el día anterior. Como soy más pequeña que él, la camiseta me llegaba hasta los muslos.

Seguí el irritante sonido hasta llegar a la sala, donde encontré mi teléfono móvil en el sofá. Cuando vi el nombre de mi madre en la pantalla, me golpeé mentalmente. ¿Cómo pude olvidarlo? Seguro que mis padres estaban muy molestos.

Cuando intenté contestar, la llamada finalizó. Esperé un poco más, esperando que volviera a llamar, pero eso no sucedió. Entonces decidí devolverle la llamada.

Escuché el sonido de una llamada cercana y fruncí el ceño, confundida. En ese momento, la puerta del apartamento se abrió y mi madre entró.

—¿Mamá? —dije consternada.

—Así que aquí estás —dijo molesta.

—¿Cómo conseguiste la llave? —pregunté, porque no recordaba habérsela dado.

—¿Y eso importa. Te estuve llamando toda la mañana. ¿Acaso quieres matarnos de preocupación? —empezó a recriminarme de forma dramática. —¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo?"

—¿Qué? —dije sin saber qué responder.

Ella me inspeccionó y abrí los ojos al recordar que solo llevaba puesta una camiseta.

—Yo... Yo me quedé... me dormí —mi voz sonaba temblorosa.

Ella no pareció darse cuenta.

—¿Cómo puedes dormir de esa manera? El mundo puede estar siendo destruido y tú no te enteras de nada.

—No es para tanto. Solo... solo tuve una noche un poco ocupada —dije sin pensar, mordiéndome el labio para frenar mi lengua y no hablar demás.

—Hasta donde sé, estás de vacaciones.

No supe qué responder, me estaba quedando sin excusas, y si seguía así, me descubriría y se daría cuenta de que Gabriel había sido el responsable de que siguiera metida en la cama.

—¿Y Gabriel? —preguntó de repente —¿sabes algo de él?

Entré en pánico, me acerqué a ella para que no se moviera, ni siquiera lo pensara.

—No lo sé, debe estar en su casa... —mentí.

—Él tampoco responde.

—¿En serio? —dije fingiendo incredulidad.

—Hija, ¿pero qué clase de novia eres? No sabes nada de tu novio —me reprochó.

Miré instintivamente hacia el pasillo, esperando que Gabriel no escuchara y decidiera salir.

—Mamá, si estás aquí por la invitación que nos hicieron ayer, no te preocupes, ahí estaremos —la rodeé con un brazo y empecé a conducirla hacia la salida.

—Eres una ingrata, al menos dame las gracias por preocuparme de esta manera

—Lo siento, mamá, prometo que la próxima vez te contestaré tan pronto como el teléfono móvil suene —le dije sinceramente.

Ella me juzgó con la mirada y negó con resignación.

—Por favor, avísame cuando te comuniques con Gabriel. Tu padre y yo extrañamos a ese muchacho.

Me aparté un poco, ofendida.

—¿Quieres decir que solo estás aquí porque quieres saber de Gabriel y no de mí? —le pregunté.

Ella no respondió.

—Nos vemos en casa —dijo mientras abría la puerta para salir.




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