Sonríe: Una Vez más

Una Vida No Tan Fácil

Al terminar su nieve tomaron camino en dirección a la casa de Angie, a Tomás le causó curiosidad el hecho de que ella estudiara la prepa al otro lado de la ciudad, teniendo una tan cerca y más accesible que a la que iba. Para él no había mucha distancia entre la casa de Angie y su escuela, consideraba que la ciudad de Veracruz era muy pequeña, pero a los lugareños que había conocido en el breve tiempo que llevaba viviendo ahí, algo que les implicara más de tres cuartos de hora de trayecto estaba hasta el fin del mundo. ¡Por Dios, yo hacía hora y media a mi antigua prepa!, interiorizó.

―¿Por qué si vives cerca de otra prepa vas a una que te queda retirada? ―indagó. No quería quedarse con la duda.

―Tengo mis motivos.

―Supongo que debes tenerlos. Pero me surgió la duda; sino te sientes cómoda en la escuela a la que vas, ¿por qué no cambiarte? ―insistió.

―Es complicado. ―contestó evasiva. Sacó su celular para ver la hora confirmando sus sospechas: estaba contra reloj si quería llegar antes que Liliana. ―¿Por qué tiene que haber tanto tráfico cuando necesito llegar a tiempo? ―gruñó.

―Esto no es tráfico, Angie. Tranquila, llegaremos a tiempo ―intentó tranquilizarla.

―¿Entonces, por qué no avanzas? ―refunfuñó.

―¡Está el alto! ―explicó―. En todo caso, puedes decir a tus padres que no llegaste a tiempo porque te secuestré. ―ofreció. La mirada de Angie se ensombreció aún más, la tristeza que mostraba era mayor. Se mordió la parte interna de su mejilla para detener las lágrimas que amenazaban con caer. ―Ojalá fuera eso ―murmuró. Volteó hacia la ventanilla, logrando que de pronto el vehículo pareciera más pequeño, gracias a la tensión que se formó. Tomás decidió guardar silencio, no se podía negar que dijo algo, que incomodó a Angie. No obstante, no sabía qué.

Permanecieron en silencio, hasta que Tom dio vuelta en la esquina donde se encontraba la casa de Angélica.

―Déjame en la esquina ―pidió con una mano en la puerta para salir corriendo.

Tomás se orilló para estacionarse donde ella le había indicado, cuando vieron a Liliana bajar de un taxi. Angélica dejo caer su cabeza contra el respaldo del asiento, se llevó las manos a la cara para ocultarla. Él se quedó sin palabras.

―Es mi hermana ―confesó bajando las manos― Ella es la razón por la que no hago trabajos en equipo. Si el trabajo es bueno todos piensan que me ayudó. Si no es bueno, la calificación es regalada. También es la razón por la que no me cambio de escuela.

―¿Has intentado que otro profesor evalué tu trabajo? ―indagó.

―Se nota que eres el chico nuevo. Mi hermana es todo lo opuesto a mí, mientras yo apenas me llevó bien con uno que otro compañero, ella es amiga de toda la planta docente. Ya intentamos que otro profesor me evaluara, la situación terminó siendo peor.

―Entiendo esa parte. Pero no logro entender por qué no te cambias de escuela. ―insistió en el tema. Angélica sabía que debía contarle las razones… ¡Dios, duele tanto hablar de ellos, a pesar del tiempo transcurrido se siente como si hubiera sido esta misma mañana!, Es imposible acordarme de ellos y no llorar.

―Ella es mi tutora, le he pedido que me deje cambiar de escuela, siempre se niega. Tal vez lo haga porque cree que si no estamos en la misma escuela perderá control sobre mí.

―¿Y tus papás? ―insistió. Ahí estaba la pregunta que tanto temía. Angie cerró los ojos y sintió como empezaban a correr lágrimas por sus mejillas. ―¿Qué pasa, Angie? ―cuestionó nuevamente, la tomó por la barbilla para que lo viera. No obstante, ella seguía con los ojos cerrados, algo se removió en él.

No entendía muy bien qué pasaba con ella, pero sabía que tenía que hacer algo para desaparecer esa tristeza de Angie.

―Murieron en un accidente… ―murmuró abriendo los ojos, por su cara empezaron a fluir las lágrimas contenidas.

―Lo siento ―se disculpó. Con sus pulgares limpió las lágrimas que aún caían en el rostro de ella.

―Está bien.

―No, no lo está ―dijo―. Angie, está bien sentirte triste y llorar porque los extrañas. Lo que no lo está es que trates de ocultar tus sentimientos, y que culpes a alguien que está pasando por lo mismo que tú.

―Yo… antes me llevaba bien con ella, era mi mejor amiga.

―Pero…

―Pasó de ser mi amiga a mi tutora.

―Angie, no sé mucho de tu relación con tu hermana, tampoco te conozco lo suficiente como para decirte que hagas o dejes de hacer. Lo que sí sé, es que solo se tienen ustedes dos. ¿De qué sirve que vivan peleadas?




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