Angie apenas llevaba un mes con Miguel y cada día le sorprendían más los cambios que presentaba él, por un lado seguía recibiendo alcatraces rosas religiosamente. Con el detalle de que ya no venían acompañados de tarjetas. Pero cuando se veían, actuaba de forma muy extraña con ella, incluso la celaba, y en alguna que otra ocasión le decía como debía vestir.
Aunque trataba de no comparar a Miguel con Tomás le era imposible, con Tom todo había sido tan diferente, él siempre fue muy atento con ella, nunca la celaba y mucho menos le importaba si usaba short, falda o pantalón. Además estaba el hecho de que aunque lo había intentado, no podía quererlo de la forma que él quería, y el cariño que alguna vez le tuvo se empezaba a evaporar, sin duda prefería al amigo incondicional, que al novio celoso.
Sabía que debía terminar con esa relación, pero no se atrevía a hacerlo, no quería lastimarlo y de paso quebrantar más su amistad con Kat con quien ya estaba distanciada, esa era la razón por la que todavía continuaba con él.
En dos semanas se iría a Veracruz de vacaciones, no estaba segura de que irse sin solucionar sus problemas con Miguel fuera buena idea.
Ese día iría al cine con él, tal vez al terminar la película se atrevería a decirle como se sentía. Cuando le llegó el mensaje por parte de Miguel para avisarle que había llegado, Angie tomó sus cosas y caminó hasta donde él la esperaba en su carro.
―Hola ―saludó Angie al entrar al vehículo.
―Hola ―contestó él colocando su mano en la rodilla de Angie, la caricia no fue bien recibida por parte de la chica, no obstante, no hizo ningún comentario al respecto. El trayecto transcurrió en silencio, no hubo ni un ¿cómo estás? O ¿qué tal te ha ido? Además del silencio también los acompañaba una extraña tensión, Angie no entendía por qué se sentía tan tensa, nunca antes se había sentido así, ni siquiera cuando sabía que se avecinaba una discusión con Liliana antes de conocer a Tomás.
―Miguel, creo que deberíamos dejar esta relación aquí. ―dijo titubeante cuando llevaban la mitad del recorrido.
―¿Qué quieres decir? ―espetó, mientras frenaba de golpe.
―Yo… creo que nos llevamos mejor como amigos.
―Lo que yo creo es que a ti te gusta que te usen. ―gruñó. Miguel aceleró y dio una vuelta que no estaba permitida.
―Miguel, tranquilízate, por favor.
―Sabes, Angie, nunca creí que fueras esa clase de mujeres que manipula a los hombres para después botarlos como si fueran basura.
―No es así… He puesto todo de mi parte para que las cosas funcionen, pero no puedo quererte de la forma que tú quieres. ―agregó temerosa. Miguel continuó conduciendo a toda velocidad.
»¿A dónde vamos? ―indagó ella al darse cuenta que él tomó en dirección opuesta al cine. Él permaneció en silencio, el nerviosismo y ansiedad de Angie aumentaron. ―¿Miguel? ―volvió a llamar, pero el parecía encontrarse en un universo paralelo, o solo se estaba limitando a ignorarla. Miguel se estacionó finalmente frente a la privada de unos condominios.
―Creí que iríamos al cine ―dijo Angie, antes de que Miguel se quitara el cinturón de seguridad.
―Me pareció mejor idea ver una película en mi departamento ―indicó.
―Debiste consultarme el cambio de planes. ―refutó ella.
―Vamos, Angie. Te estás tomando muy en serio lo de señoritas decentes. ―agregó con un tono de voz que solo logró incomodar más a la chica.
―No sé, qué quieres decir, Miguel. Dijiste que veríamos una película, y no estamos en ningún cine. ―contraatacó con un tono de voz alta, a pesar del nerviosismo que sentía por dentro.
―Vamos a ver una película en mi departamento. ―ordenó.
―Tú puedes ver la película, yo me regreso. ―espetó. Angie no estaba segura de donde sacaba esa fuerza para contestarle cuando por dentro la sensación era otra muy distinta.
―¡Deja de ser tan mojigata[i]! ―gruñó Miguel. Por primera vez en la tarde Angie vio a los ojos a Mike, se percató que él tenía los ojos rojos debido a la rabia que habitaba en él, como consecuencia el miedo empezó a crecer en ella.
―Me voy ―dijo Angie. Llevó su mano a la puerta para abrirla, pero él se lo impidió, tomándola del brazo.
―¡Estás siendo muy infantil! ―refunfuñó.
―Mike, me estás lastimando. No quiero estar contigo por favor, déjame ir. ―rogó.
Miguel la besó por la fuerza mientras la impedía el movimiento de las manos. Angie le mordió el labio haciendo que sangrara. Sin embargo, él no hizo nada por soltarla, incluso empezó a acariciar la pierna de Angie hasta que llegó a su entrepierna. Ella no dejaba de forcejear para impedir que le hiciera daño. Pero al ser mucho más alto que ella no podía hacer mucho por defenderse. A pesar de que su mente estaba en blanco sabía que solo dependía de ella lograr salir bien de ese carro.