Sonríe: Una Vez más

Buscando Soluciones

Cuando despertó Angie a la mañana siguiente, amaneció con la cabeza a punto de estallarle.

―¡Siento como si me hubiera pasado un tren encima! ―dijo Angie quejumbrosa, se llevó las manos a la cabeza.

―Me preocuparía sino te sintieras tan mal ―se mofó Verónica entre risas.

―¡No grites! ―chilló Angie. Vero soltó a reír nuevamente. No esperaba que su amiga despertara como la fresca mañana. No obstante, tampoco esperaba que estuviera tan quejosa.

―¡No estoy gritando! ―susurró― ¿Quieres una aspirina? ―ofreció.

―Morfina sería mejor ―gruñó. Vero rio a carcajadas, salió de la habitación para ir por el medicamento y un vaso de leche para su amiga.

―Eras más divertida anoche cuando cantabas ―dijo Vero cuando regresó a la recámara. Le ofreció el vaso de leche y dos pastillas.

―¡Yo no canto! ―gruñó. Angie se tragó las pastillas.

―Es cierto ―concedió―. Lo de anoche se puede llamar como un berreo, sin ofender a los borregos. ―agregó sardónica.

―¡Muy simpática! Yo no canto, ni berreo en público. ¡Te recuerdo que odio la exposición pública! ―refutó Angie. El dolor de cabeza no cedía, pero a Vero no parecía importarle.

―Bueno, parece que ayer se te olvidó tu miedo a la exposición pública. Te pusiste a cantar ¿Cómo te va mi amor? ―agregó entre risas―. ¿Era para Tomás verdad?

―¡Qué mierda! ¿Estás bromeando, verdad? ―cuestionó. Seguramente su amiga estaba jugando con ella.

―Lo mejor fue cuando cantaste “El gran Tomás” ―agregó con más risas de por medio, mientras torturaba a su amiga con sus intentos de cantar, omitiría como terminó todo.

―¡Estás mintiendo! ―aseveró―. Yo no haría eso. ―se defendió.

―Si no me crees, puedes preguntar a Tomás ―dijo mofándose.

―¿Tomás vio eso? ―indagó preocupada. Qué estaría pensando Tomás de ella. ¿Le habrá causado gracia o se habrá molestado?

―Sí. Parecía muy divertido con singular declaración. Sobre todo cuando le gritaste: ¡Tomatito, te amo! ―explicó carcajeándose.

―¡No es cierto! ―chilló. Angie se llevó las manos a la cara para esconderla. Tomás debería estar odiándola en esos momentos.

―¡Fue cierto, Angie! Claro que como todo tiene la parte divertida, y la parte no tan agradable.

―No le encuentro lo divertido. ―gruñó Angie.

―Lo harás cuando te cuente la parte amarga. ―dijo Vero.

―¿Tan malo es? ―inquirió nerviosa.

―Miguel y Katia lo vieron todo. Sobra decir que no estaban muy felices con tu actuación. ―agregó Vero.

―¡Oh! ―boqueó Angie.

―Sí, ¡oh! ―concordó―. Miguel se puso muy agresivo creí que te pegaría. ¿Alguna vez te lastimó? ―indagó.

―No, solo se volvió muy celoso y algunas veces me decía como vestirme ―musitó―. Pero nunca me agredió físicamente, salvo el día que tuviste que ir por mí.

―¿Angie, por qué seguiste con él a pesar de eso? ―inquirió preocupada. No entendía qué había orillado a Angie a seguir con un celoso.

―Mike fue mi amigo, y me apoyó en ciertas ocasiones, cuando me enfermé me cuidó y convenció a su madre para que me dejara quedar en esa casa, no quería pasar como una desagradecida. ―claro, y él se aprovechó de tu agradecimiento, pensó Vero―. Por otro lado está Kat, es mi amiga y tampoco quiero perder su amistad. ―murmuró.

―Angie, sé que Kat es nuestra amiga, pero no por hacer lo que ella quiere puedes seguir con él. Por otro lado, el agradecimiento no es razón suficiente para que una relación funcione.

―Lo sé, yo quería a Miguel como amigo, pero con todo lo que ocurrió ya no siento ningún tipo de cariño por él.

―Tomás también se dio cuenta de cómo te trató Miguel.

―¡No puede ser! ―refunfuñó―. ¿Qué dijo?

―No es lo que dijo, es lo que hizo. Cuando creí que Miguel te iba a pegar no intervine de inmediato porque Tomás ya lo había hecho, le pidió que te soltara, pero Mike se negó. Entonces tu tomatito, lo golpeó, se empezaron a pelear en el karaoke, fue cuando nos salimos de ahí.

―Uff. La armé en grande, ¿eh? ―agregó. No tenía claro como sentirse al respecto, culpable, divertida o triste.

―¿De verdad no te acuerdas de nada? ―cuestionó extrañada. Las dos habían bebido lo mismo, incluso Angie tomó una cerveza menos que ella, no existía razón para que ella se embriagara tan rápido.

―Me acuerdo que estábamos charlando, después creo que me paré y todo es borroso. No recuerdo nada de haber cantado, y mucho menos haber discutido con Miguel.

―¡Qué extraño! Las dos tomamos lo mismo, bueno, tú ni siquiera te terminaste la última cerveza. ―indicó.




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