Sonrisas y Lágrimas

Capítulo 4 II Siete

Pasé una semana oculto en el piso de John, al final habría sido mejor idea quedarme con él. Hablé con Alexandre, me aconsejó ir al mi piso, pero me negué en rotundo a verla. No la quería cerca, su alma repelía a la mía. Sabía que en algún momento tendría que ir, era mi piso y todas mis cosas estaban allí, pero intentaba aplazar ese momento todo lo que podía, no quería vivir allí con ella. Y al ser humano se le daba muy bien huir cuando la situación le sobrepasaba. 

Cuando llegó el momento, a principios de semana, volví al piso. No hablaba con ella, no la miraba. Me mantenía encerrado en mi habitación con el cerrojo puesto. En alguna ocasión llegó a tocar la puerta, pero no hablé con ella, pensaba pasar así todo el tiempo hasta que pudiera echarla. Un día en el que pensaba que había salido fui a la cocina con la intención de prepararme algo, no podía seguir viviendo a base de comida china del restaurante de al lado. En la nevera ya había un estante del que colgaba un papel colocado con cinta en el que ponía su nombre. Saqué un par de cosas y me puse a cortar, al poco tiempo escuché pasos por el pasillo. La había cagado, Blue no había salido. La ignoré cuando se sentó en una de las sillas de la barra de la cocina. Podía notar su vista clavada en mi espalda. 

—¿No crees que deberíamos hablar? ¿O piensas pasar así todo el tiempo? Somos compañeros de piso, no puedes ignorarme. 

No pude resistirme y hablé. La tentación de demostrarle cuánto la odiaba me corrompía, era mayor que yo en todos los sentidos. 

—Sí que podemos, es más, eso es lo que estoy haciendo. Si no quieres, siempre puedes largarte. 

—¿Me odias? ¿Piensas odiarme todo a vida? Vivimos en el mismo piso. Si me dieras una oportunidad… 

¿Oportunidades? Yo no había tenido opción, no una agradable para mí, al menos,  después de lo que me hizo ni siquiera merecía mi palabra. Estaba enfadándome y cargaba toda mi ira contra la patata que estaba cortando. Debí de haber permanecido en silencio. 

—Sé que la cagué, lo sé perfectamente, ¿crees que eres el único que lo ha pasado mal? Todo sería más fácil si me creyeras, he cambiado, Seven. Ni siquiera me das la opción de mostrártelo. 

Dejé de cortar y me giré dispuesto a encararla. Estaba cansado de evitarla cuando ella no hacía más que seguirme. ¿Acaso intentaba buscarme las cosquillas? 

—La diferencia es que tú elegiste, todos tus problemas son tuyos. Los mios no me pertenecen, tú me cargaste con ellos y me advertiste “No te librarás tan fácilmente de mí”, tus obsesiones acabarán conmigo. Lo hicieron una vez, ¿tantas ganas tienes de jugar un segundo round? 

Esa frase aún hacía que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. Sabía que sus juegos iban siempre en serio, ¿pero hasta este punto? ¿Buscarme años después para continuar lo que dejó? Se suponía que este era mi momento de paz. Al levantar la vista del suelo me encontré con sus ojos cristalizados. No me daba pena, no sentía nada hacía ella. 

—Déjame disculparme, ¡por favor! Necesito disculparme —rogó dando otro paso,  acercándose a mí. Su presencia me repelía, pero dar un paso atrás habría significado mostrar un punto de vulnerabilidad. 

—Ese es el maldito problema. Crees que disculpándote el problema terminará, pero no voy a dejar de odiarte aunque ruegues. Sigues mirando solo por ti misma "yo necesito" ¿No puedes simplemente disculparte porque te arrepientes?

Siempre había sido así y parecía que aún no había superado su faceta en el instituto. Ese lugar en el que todos teníamos una máscara y fingimos un papel cada vez que cruzábamos la puerta de clases y creíamos que todo aquello era real. Que el empollón era el empollón y el popular era el popular, pero cuando todo eso acababa nos dábamos cuenta de que no éramos nada y todo era mentira. Ella parecía no haberlo superado. 

—Necesito disculparme, porque necesito que me perdones. Porque desde que te hice eso he estado arrepintiéndome cada día durante el resto de mi vida, no puedo dormir bien, el remordimiento no me lo permite. He estado intentando contactar contigo desde entonces… 

La primera señal de alarma. Cuando acabó de hablar abrió los ojos como platos, incluso ella sabía que acababa de cagarla. Había dicho algo que no quería decir y yo había tenido la suerte de escucharlo. 

—¡Sigues estando loca! ¡Apuesto a que me has estado rastreando por todo Internet, que no necesitas una habitación barata! ¡Estabas buscándome! —La acusé, señalándola con el dedo índice, 

—¡¿Qué?! ¡No! Ni siquiera pensé que pudieras ser tú. Solo sabía tu nombre, Seven. Y si que necesito la habitación. Por favor.

Jamás creería sus palabras. Creerla habría entrado en uno de los motivos que significarían traicionarme a mí mismo. 

—¿Qué me estás rogando?

—Que me des una oportunidad para enmendar mi error. Déjame demostrarte que no soy el monstruo que recuerdas. Ya no soy esa persona.

Aquella conversación cada vez me resultaba más estúpida. No hacíamos otra cosa que volver todo el tiempo al punto de inicio, ella pidiendo perdón yo negándoselo. 

—¿Y qué me lo confirma a mí? ¿Que tengas el pelo más corto? ¿O hayas crecido unos centímetros?

—Te lo podría confirmar si me dieras la oportunidad de hacerlo. Debo hacer ésto.

Era el pez que se muerde la cola. 

—¡Sigues pensando solo en ti!

—¡Tal vez piense en mí porque necesite quitarme este peso de los hombros! ¡Necesito tener tranquila mi conciencia! ¡No he podido descansar desde que la cagué!

No me importaba en lo más mínimo su dolor, aquella solo era una pequeña parte de lo que ella me había hecho a mí. No aguanté más, si durante todo ese tiempo me había estado conteniendo en aquel instante exploté. 

—¿Y cómo crees que me he sentido yo? Tuve que cambiar de instituto, perdí a mis padres, ¡Quizás fueran una mierda pero era lo que tenía! Yo era alguien ahí, alguien normal, tenía una vida tranquila en el instituto y tú sacaste toda mi mierda hacia arriba. ¡Me alegra que no hayas podido dormir bien! ¡Es más! ¡Espero que no hayas podido dormir!



#7313 en Joven Adulto

En el texto hay: pasado, odio, compartir piso

Editado: 14.03.2021

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