Sonrisas y Lágrimas

Capítulo 8 II Siete

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Alexandre no estaba cumpliendo una de sus promesas,y eso me aterraba, no estaba cogiendo el teléfono y aquella ya era la décima vez que le llamaba, él siempre cogía el teléfono, ¿qué narices estaba haciendo? Tenía miedo y me sentía vulnerable, una parte de mí me decía que aquello era una mala señal, que el motivo por el que no cogía el teléfono no era bueno. Ni medio bueno. 

—Mierda, ¡mierda! ¡MIERDA! —grité frustrado después de ver que tampoco cogía esa llamada. Por el pasillo se asomó Blue, vestida con un pijama demasiado infantil para ella. No recuerdo de que era, ¿de unicornios? ¿pandas? Solo estaba seguro de que era algún animal. 

—¿Por qué gritas, Seven? Estaba durmien…

No le di tiempo de hablar, seguía diciendo frases sin esperar una coherencia entre ellas, por mi mente revoloteaban docenas de ideas y ninguna me gustaba. Mi corazón latía con intensidad y el mal augurio se cernía sobre mí. 

—¡Joder! Estoy apunto de mandarlo todo a la mierda…

Los ojos de la chica se abrieron como luna llena, observándome e intentando descifrarme, Sabía que no sería capaz de hacerlo porque nadie podía, solo el hombre que no atendía el teléfono. 

—¿Qué? ¿De qué hablas?

Volví a centrarme en el teléfono marcando de nuevo el dichoso número mientras agitaba mi otra mano libre en su dirección indicándole que desapareciera de mi vista.

—Vuelve a dormir, por favor, Rosalie. No puedo ahora. 

Pero claro, aquella chica nunca me hacía caso. Quizás si le hubiera pedido que se quedara y se sentara a mi lado se habría marchado, pero no, yo dije lo que dije y ella hizo lo contrario. 

—¿Estás bien?

Abandoné la vista del móvil y la fijé en ella, la aparté antes de lo que quise, sus ojos me recordaban cosas que quería olvidar. Era la representación de un pasado que me esforzaba por evitar y superar a toda costa.  

—Lárgate —Le respondí con desprecio. 

—Responde a la pregunta, Seven Douglas. —Aquel tono de voz hizo que me dieran escalofríos. Era el mismo que utilizaba en el instituto cuando quería que alguien hiciera algo, siempre le funcionaba, con todos menos conmigo. Quizás hubiera olvidado hasta qué punto la conocía. 

—¿Qué narices te importa cómo esté? Vuelve a tu habitación, que compartamos piso no significa que tengas derecho a meterte en mi vida. Es una de las malditas normas. 

—Por una vez voy a hacerte caso, me voy a dormir.

Sentí el alivio correr por mis venas, al fin se marchaba. Estaba demasiado centrado en otros temas como para tener que estar pendiente de sus juegos, no podía aguantar ahora. Sin pararme a mirar si había desaparecido por el pasillo seguí llamando. 

Nada. Y el hueco en mi corazón era cada vez más grande, algo me decía que las cosas andaban mal. 

—¿Alexandre? ¿Hola? ¿Alexandre? No coge... ¿Por qué no coges, Alexandre?

—¿Quién es Alexandre?

¿Seguía ahí? ¿Por qué narices seguía ahí? Se iba a ir, se suponía que se iba a ir. Desesperado, me giré hacia ella y la miré a los ojos, por una vez desde ese que había vuelto la miré sin apartar la mirada. 

—¿Qué quieres de mi ahora, Rosalie? No tengo nada, no te sirvo de nada, ¿por qué vuelves? Déjame tranquilo.

Estaba junto al pasillo, pero dio una paso en mi dirección, deseé con todo mi ser que aquel paso se hubiera dado en la dirección contraria. Eso habría cambiado el curso de las cosas. En cierta forma Blue formaba parte de mi tormenta, por lo tanto, ella podía pararla o cambiarla de rumbo. 

—¿Realmente pretendes que duerma teniéndote a ti así en el sofá? 

Y más pasos, hasta acabar delante de mí. Atraía hacia mí la tormenta. 

—No hablo de hoy… —Aparté la mirada de ella por un segundo, al demar cuenta de lo que hacía volví a colocarlos donde debían, mirando los suyos. No tenía nada que esconder— Hablo de toda mi vida desde que tenía dieciséis años. Déjame ir, te lo ruego, porque no vas a sacar nada, no va a cambiar nada. Me estás torturando...para, por favor, para… porque duele.

Mi corazón latía desbocado, acababa de soltar la bomba y antes de decirlo tuve claro cuales serían las consecuencias. La metralla caería sobre todos, pero, por unos instantes antes de decirlo, me sentí libre. Después la realidad cayó sobre mí como agua fría, estaba siendo vulnerable delante de ella y no me veía capaz de ser de otra forma. Estaba atrapado en todos esos recuerdos. Me ahogaban lentamente y yo no hacía el esfuerzo de salir, porque estaba aterrado. 

—Esta es exactamente la cuarta sesión, Seven. Y dime, ¿por qué sigues aquí?  

Buena pregunta, ni siquiera yo sabía por qué seguía ahí, no 

quería estarlo y nadie me obligaba a quedarme. 

—No lo sabes, ¿verdad? Te contaré mi teoría, creo que hay una pequeña, minúscula y casi imperceptible parte de ti que se ha cansado de vagar sin rumbo de un lugar a otro, que teme convertirse en sus padres, que no quiere salir dañada y tampoco desea la soledad.  Algo contrario a quien tú crees ser, y esa pequeña parte te mantiene sentado en esta silla, escuchándome. Porque quiere ser algo mejor. 

—Usted no me conoce. No finja saber quien soy. 

Me iba a levantar de allí para no volver a entrar, había tocado el fondo. Pero antes de que pudiera salir, él me agarró del brazo. 

—Mírame a los ojos, Seven. 

Alcé la vista hacía él enfadado y deseoso de marcharme. Cuando sus ojos y los míos se toparon me dijeron cosas que nadie me había dicho y la más clara de todas ella era “No quiero hacerte daño”

—No quiero hacerte daño.

Esa frase revolvió mi cerebro hasta un punto inimaginable. Nadie me lo había dicho nunca además de él. Y Blue no era Alexandre. 

—Pues vete. ¿Acaso quieres que me arrodille y ruegue? Lo haré si me lo pides.



#7310 en Joven Adulto

En el texto hay: pasado, odio, compartir piso

Editado: 14.03.2021

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