Sonrisas y Lágrimas

Capítulo 22 II Siete

Pasó una semana, el búnker de Blue era distinto al mío. Ella salía cuando yo no estaba. A veces se podían escuchar sonidos de su habitación. Sollozos. En alguna ocasión estuve cerca de entrar, al final me contenía. Ella me lo había pedido, no podía fallar a eso después de lo mucho que me había estado ayudando. Hacía años había aprendido que las personas necesitaban sentir todo ese dolor, si no lo hacían morían de forma dolorosa por dentro. Blue hacía eso ahora mismo, sentía su dolor hasta un punto que probablemente sólo ella pudiera entender y se esforzaba por no desvanecerse, aferrándose a sí misma. 

Lo sabía porque yo también lo había hecho. 

En el octavo día de su desaparición, por la mañana, salió. Yo estaba tomándome un café, casi lo escupo, llevaba puestos unos vaqueros de talle alto y una blusa corta, pero no fue por eso, estaba asombrosa, resplandeciente, si no hubiera confiado en mis recuerdos habría creído que los sonidos que había escuchado provenientes de su cuarto no eran más que imaginaciones mías. Ni siquiera parecía haber llorado. 

—¡Hay un parque de atracciones! ¡Lo he leído en internet! ¿¡Cómo puede ser que no lo supiera?! ¡Vamos ahora mismo, venga! ¡Hoy va a ser el mejor día de mi vida!

Alcé una ceja, observándola confuso. Se movía de aquí para allá cogiendo cosas. Cuando se dio cuenta de que no seguía su ritmo se giró a mirarme mientras comía galletas. 

—¿Se puede saber… —Se metió una galleta en la boca— qué haces? ¡VENGA! 

Me agarró del brazo y me arrastró hacia fuera del piso. Apenas me dio tiempo a coger las llaves y mi cartera. ¿Qué le pasaba? 

Me metió en su coche a la fuerza y comenzó a conducir. Conducción temeraria, ¿acaso le habían regalado el carnet de conducir? Se saltaba gran parte de los semáforos y no respetaba ninguna norma de conducción, A ratos creía que íbamos a morir o a matar a un peatón. Cuando aparcó de forma brusca en un hueco suspiré con alivio bajando del coche antes de que decidiera volver a conducir. 

—Al volver conduzco yo. 

Ella caminaba a paso rápido un par de metros más adelante que yo y lanzó las llaves sin avisar, las agarré por pura suerte. 

—¡Vamos, Seven! Hay muuuucho que hacer, vamos a recorrer el parque de arriba abajo. ¡Vas muy lento! ¿Me harás arrastrarte por todas partes? !Sígueme el ritmo! ¡Corre!

Y empezó a correr. 

Y yo tuve que correr tras ella. Sacó una tarjeta de crédito y compró dos de esas entradas especiales que te permiten saltar las colas. Me dio una y entramos. 

—No corras, ¿vale? No estoy en forma. 

—Vale, vale, ¿a dónde vamos primero? Una vez leí que daba buena suerte ir primero a las norias en los parques de atracciones. Pero podemos ir a la montaña rusa, espera, ¡Tengo una idea aún mejor! ¡QUIERO COMIDA BASURA! ¡Vamos, ya, ahora! ¡Pasaremos toda la noche despiertos! ¡No necesitamos dormir! 

Y volvió a salir corriendo. Algo de todo aquello me daba mala espina. Era un presentimiento como el de Alexandre. Algo andaba mal. ¿Pero qué era? 

Cuando la alcancé estaba comprando en el puesto de algodón de azúcar, le hacía gestos al señor del puesto indicándole que lo hiciera más grande, cuando al fin se detuvo era el algodón de azúcar más grande que había visto en mi vida. Me sonrió como una niña pequeña y se fue a un puesto distinto conmigo detrás. 

—Hamburguesas… perritos calientes. Um… tengo hambre. 

Compró tanta comida que ni siquiera le cabía toda en las manos y comenzó a utilizarme a mí como mayordomo. Me senté un segundo, cansado de la euforia de Blue. Ella seguía de aquí para allá, ¿pensaba comerse toda esa comida? ¿Cuánto dinero se había gastado ya? Cuando se acercó a mí con más comida la detuve antes de que se pudiera ir. Sabía que su forma de reaccionar me era familiar a algo, lo había visto durante mucho tiempo. Euforia. 

—Rosalie, mírame —Negó diciendo que quería comer. Agarré su barbilla y la obligué a mirarme. Tenía las pupilas dilatadas. —Nos vamos ahora mismo, ¿vale? Se acabó comprar más comida. Recoge ahora mismo lo que ya tienes. 

—¡No! ¡Acabamos de llegar! ¡No seas aguafiestas! —chilló como una niña pequeña. 

—¿Qué cojones te has metido, Rosalie? Sabes, mejor no respondas, no quiero ni saberlo. Nos vamos a casa. 

—He dicho que no, ¡No me voy a ninguna parte! ¡No puedes obligarme!

Que le jodan a la comida. La agarré y la cargué como a un saco de patatas. Hora de irse, hablaríamos cuando no se comportara como una niña de cinco años. Se sacudía gritando que ahora quería ir a la montaña rusa.  No mucha gente nos miraba, había tanto ruido que eso amortiguaba de alguna forma sus gritos. Cualquiera habría pensado que allí no ocurría nada. En la salida del parque, distraído, choqué contra alguien. Vaya, parecía un chiste, ambos estábamos en la misma situación. 

—Disculpa, andaba distraído… —Se iba disculpando el pelinegro hasta que alzó la mirada y nos vio— ¿Tú por qué? 

—Intento salvar su tarjeta de crédito y a ella, ¿tú?

—No acepta mis disculpas. 

—¡Quieres bajarme ya, gorila estúpido! 

Tenía que meter a Blue y  llevármela ya. Me debía una explicación, quizás fuera el momento de que yo cuidara de ella, pero, Dios, ¿desde cuándo andaba metida en esas cosas? ¿Y si era mi culpa? Me había visto en aquel callejón, ¿y si había vuelto? Aquel día, el mismo en el que se metió en el bunker, salió por la mañana, todo había estado… bueno, todo había estado. Y después pidió el tiempo muerto, ¿qué había ocurrido durante esos días? Algo había dejado de encajar y no encontraba ninguna forma de que tuviera sentido. 

El camino de vuelta a casa, en el cual obviamente yo conducía, fue un martirio, no dejaba de patalear y quejarse; Si seguía así me enfadaría más de lo que ya estaba. 

—¡Cállate ya! ¿Vale? ¡No sé en qué estabas pensando! ¡Pero no ha sido una buena idea! ¡Hay otras formas, joder! Siempre hay otras malditas formas…  



#7298 en Joven Adulto

En el texto hay: pasado, odio, compartir piso

Editado: 14.03.2021

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