Estaba completamente limpia y ordenada. Ya no había nada en el escritorio, ni
libros en las estanterías. Abrí su armario, tampoco había nada, ya no estaban sus cosas, corrí al baño, estaba abierto. Tampoco había nada. Al salir me di cuenta de algo.
Sí que había una cosa, casi camuflada con la blancura de las sábanas limpias había un sobre. Me lancé a cogerlo como si mi vida dependiera de ello. Casi sentía que lo hacía. Era una carta suya. Lo supe nada más abrirla y tener la hoja manchada de tinta frente a mis ojos.
Hola, Seven. Como habrás visto he desaparecido del piso, mi copia de las llaves está sobre la encimera de la cocina. Al ser humano se le da bien huir cuando no puede soportar las consecuencias de sus actos, es algo que ambos sabemos mejor que nadie. ¿Alguna vez has escuchado hablar de una cadena de disculpas? Es algo que puede salir bien o incompleto. Hace varios meses Nancy tocó la puerta de mi casa y me pidió disculpas (¿Sabes de quién te hablo? La del instituto), ella fue el comienzo de la cadena. Yo también me disculpé con ella, pero no sería una cadena si fuéramos solo dos. Yo debía ser quien fuera a disculparse contigo igual que Nancy lo había hecho. Me tenía que disculpar por muchas cosas.
-Por obsesionarme contigo y no saber aceptar un no por respuesta.
-Por intentar meterme en tu vida a la fuerza.
-Por creer que estaba enamorada.
-Por perseguirte.
-Por descubrir tus secretos.
-Por desvelar todo porque creía en algo que no era cierto.
-Por mentirte.
-Por no haberme disculpado en años y llegar ahora.
Tienes más derecho que nadie a odiarme, pero voy a disculparme de todas formas, aunque no pueda saber si tú aceptas mis disculpas. Era, y hay días en los que pienso que soy una mala persona. No estaba bien, quería ser alguien que no era para tapar mis secretos. Si todos creen que eres perfecto no buscarán mucho más hondo. En el fondo tú y yo nos parecemos más de lo que crees, manteníamos a todos alejados de nuestros secretos. Tu mordias, yo fingía que me dejaba acariciar. Eres mejor persona que yo.
Soy bipolar. Trastorno depresivo maníaco, me lo diagnosticaron desde pequeña, hereditario por parte de padre, él me enseñó que aquello era algo que nadie debía saber, pero como decidí que era una adolescente rebelde dejé de tomar las pastillas, "Estoy bien, no las necesito". Las necesitaba y las sigo necesitando. Engañaba a mis padres y las tiraba por el retrete, tú me gustabas, me gustabas muchísimo, con tus botas negras, la camisa de leñador y los vaqueros desgastados, Tu forma desgarbada de andar y como mirabas a todo el mundo, quería hacer que me miraras de forma distinta. Creo que no sé estar enamorada. Porque te convertí en una obsesión y todos tus rechazos no eran más que incentivos para seguir intentándolo. Te seguía, porque había leído tanto libros que se suponía que tú eras el chico malo con un pasado oscuro que en el fondo tiene un corazón dorado. Estaba en un episodio maníaco cuando ocurrió todo, me llamaste loca y yo creí que lo sabías, que se lo contarías a todos. Al día siguiente en clases ya lo sabía todo el mundo, todos susurraban lo mismo al verme, ya no existía eso que había construido. Quería vengarme de ti, quería callar esos susurros y redirigir hacia otro las miradas. Cuando estoy en un episodio maníaco soy muy impulsiva, no pienso nada de lo que hago o digo. Solo existo de una forma terrible. La impulsividad me hizo decir tu secreto.
No me estoy justificando. No sé si también lo habría hecho si no hubiera estado en un episodio. No habías sido tú, fue Nancy, porque me había comportado como una zorra con ella. Cuando lo supe ya era tarde y no podía hacer nada. Nos hundimos los dos por mi culpa.
He estado yendo al psicólogo desde entonces y no he vuelto a dejar la medicación. Yo también me hundía Seven, no podía y sigo sin poder vivir sabiendo el daño que te hice. Cuando nos encontramos en ese restaurante para aquella cita doble fue una coincidencia. El resto no, no necesitaba el piso, pero por si no lo sabías, mencionaron eso durante la cena. Yo quería arreglarlo, no me creías y pensé que demostrándotelo podrías llegar a permitirme disculparme. Dejé el psicólogo para eso, para mudarme a tu piso, me sentía bien y sabía que tú eras lo último que me faltaba para pasar página. No debí haberlo hecho. Mientras tanto estaba Charlie, ya le conoces, has hablado con él esta tarde, me has revisado el teléfono. No estoy enfadada por eso. Íbamos a casarnos, pero después de las disculpas de Nancy puse una condición, no me casaría con él hasta haber logrado disculparme contigo. Porque no podía ser feliz de otra forma. Le entiendo, comprendo que ha aguantado mucho y no puedo enfadarme con él por ello, fue mi mayor apoyo durante años. Entiendo que quisiera dejarme, porque ya no podía más. Tiene derecho a ser feliz con otra persona. Espero que lo sea. Rompimos y eso acabó conmigo. Hacía muchas cosas por él, ahora me doy cuenta de que debí haberlas hecho por mí. Cometí la estupidez de dejar la medicación y ya has visto el resultado. Gracias por cuidar de mí en el parque de atracciones. Estas son mis disculpas y mi verdad. Mi historia. Espero que algún día nos crucemos por la calle y me digas "Te perdono". También me disculpo por otra mentira. Recibí una carta de Alexandre, como la tuya. Me pedía que cuidara de ti. He hecho lo que he podido, te dejo la carta, quizás quieras leerla. Lo siento por todo. Se acabó, ya no recibirás más noticias de mí. Mereces vivir tranquilo. Espero que sepas, que si he vuelto, era para disculparme. No quiero hacerte daño.
De Blue Hamilton, siento no haber podido lograrlo
Efectivamente, en el mismo sobre estaba la carta de Alexandre. Solo dios sabe cuánto tiempo pasé leyendo ambas cartas. Aquella era la verdad. ¿A quien había creído? Alexandre lo había sabido, él me habría guiado. Ahora nuestros caminos se separaban, seguramente, para siempre.