Sonrisas y Lágrimas

Capítulo 26 II Azul

—¡¿Blue Hamilton se pueda saber que has hecho?! —gritó mi padre por el auricular del teléfono, me aparté el aparato un poco de la oreja, iba a dejarme sorda. Me dejé caer sobre la cama del hotel en el que me había estado hospedando desde que me había marchado. 

—¿Qué? —pregunté fingiendo no saber de qué hablaba, aunque podía imaginarme a la perfección porque estaba tan colérico. Igual que estaba bastante segura de quién le había dado toda la información: Charlie. Sólo él tenía el número de mi padre y lo sabía todo. Había pensado que quizás le llamara, pero era mi Charlie, sabía el daño que me haría mi padre ahora y no había querido creer en mi instinto. 

—¡Has dejado a Charlie! ¡¿Se puede saber en qué estabas pensando?!

—Papá, yo no he dejado a Charlie, él ha roto conmigo —intenté explicarme, ya sabía que esa discusión era una causa perdida, mi padre era un hombre tosco que nunca atendía a razones, de él había heredado mi trastorno y él me había arrastrado a sus prejuicios y sus formas. Estaba obsesionado con que fuéramos perfectos y si no cumplias con sus requisitos era basura para él. 

—¡COMO NARICES NO QUIERES QUE TE DEJE! ¡HA SIDO TODO POR TU CULPA! ¡ÉL TE QUERÍA! ¡TÚ LO HAS OBLIGADO A ELLO COMPORTANDOTE COMO UNA LOCA! ¡¿Te apetece que empecemos a enumerar todo lo que has hecho?!

—Papá…  —antes de poder acabar la frase volvió a hablar.

—Uno: Te has negado a comprometerte con la única persona además de mí a la que le importa tu bienestar. Dos: Te has largado del piso en el que vivías juntos. Tres: Has dejado el psicólogo. Cuatro: ¡Te has ido a vivir a casa de otro tío mientras salías con Charlie! Cinco: ¡Le has ignorado! Seis: ¡NI SIQUIERA HAS INTENTADO LLAMARLE, LE LANZASTE EL PUTO ANILLO Y NO HAS VUELTO A HABLAR CON ÉL! SIETE: ¡ME LO HAS OCULTADO TODO Y TE HAS SALTADO NUESTRAS NORMAS!

—Ya no vivo en casa… pensaba que no tenía que seguirlas. 

—SIEMPRE TIENES QUE SEGUIRLAS. ¡NADIE TE QUERRÁ SI NO LO HACES! ¡MIRA LO QUE HA OCURRIDO POR DEJAR DE ESCUCHARME! ¡VAS A HACERME CASO Y VAS A LLAMARLE AHORA MISMO Y HA DISCULPARTE! ¡RUEGA POR OTRA OPORTUNIDAD SI HACE FALTA!

Cuando era pequeña, en la nevera había una larga lista de normas que siempre desaparecía de ahí cuando había visita. Eran un montón, pero las acabé sabiendo de memoria después de tener que repetirlas tanto. Estaban divididas en tres partes: En casa, en la calle y en ambos lugares. Todas servían para lo mismo; ser la hija perfecta que mi padre quería. 

Un día, cuando era pequeña y me negaba a acatar una de sus normas me lo dio claramente “Tú y yo no estamos bien por dentro, así que si quieres ir a la escuela, salir a la calle, jugar, ser como el resto de críos de tu edad, tendrás que seguir estas normas al pie de la letra, somos imperfectos y la única forma de arreglarlo es pareciendo perfectos, lo hago por tu bien, recuerda que yo soy el único al que le importas.”

¿Cuáles eran las normas más importantes?  

1.Hacer siempre caso a papá. 

2. No decirle a nadie nuestro secreto: Que somos defectuosos. 

Y aquí estaba yo, saltando la primera norma. 

—No. 

—Blue… estás empezando a rozar el límite. 

—No voy a llamarle, no quiero volver con él. Dices que eres el único que se preocupa por mí, pero ni siquiera me has preguntado que tal estoy. 

—Ya sé cómo estás, Blue, estás descalirrada, fuera de control y completamente loca. Te he educado desde pequeña para que seas lo que debes ser, pero veo que todo tu desastre interior te ha tragado, no reconozco en ti a la niña que crié. Ella habría hecho las cosas bien, sin embargo, mira lo que tú has hecho, lo has destrozado todo. 

—Sigo siendo tu hija, papá.

—Si aún lo eres vuelve a casa, intentaremos arreglarlo todo. 

—¿Qué significa todo? 

—Tú. Tu comportamiento, tu desastre, todo lo que has hecho. Necesitas recordar cómo debes comportarte antes de que sea tarde y hagas algo que no puedas arreglar. Conseguiré que el anillo de Charlie vuelva a estar en tu mano cuando vuelvas en sí. 

El mismo se delataba con su propias palabras, siempre igual, mi padre, era muchas cosas y entre ella alguien manipulador. Cuando recibía un no usaba todas su cartas hasta recibir un sí y lo había hecho conmigo durante toda mi vida. Lo seguía haciendo en ese instante, haciéndose ver como un héroe y poniendo en la cuerda floja nuestra relación padre-hija, nunca le habría desafiado, pero allí, sabiendo que solo estaba al otro lado del auricular, que estaba a un click de poder dejar de escucharle y que nos separaban cientos de kilómetros me volví valiente. 

—No… no voy a volver, papá. No voy a dejar que vuelvas a encerrarme en tu jaula de oro. Sola soy más libre. 

—Desde luego no estás pensando con claridad. Vas a volver a casa, no es una petición, es una orden. 

Tomé aire y me di ánimos a mi misma, no iba a ceder. 

—Papá. —Me sentía de nuevo como una niña de diez años que era incapaz de contradecir a su padre. En el fondo sabía, que, una vez más, él había ganado. 

¿Tan malo sería volver? Después de todo, papá siempre había acabado arreglando las cosas. 

—Te esperaré mañana a mediodía, haré una buena comida para celebrar que vuelves a casa. Todo saldrá bien. 

—Vale. 

—Esa es mi chica. Adiós, Rosalie. 

Eso era lo que ocurría si osabas desafiar a Robert Hamilton. Él siempre ganaba. 

 



#6748 en Joven Adulto

En el texto hay: pasado, odio, compartir piso

Editado: 14.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.